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El insondable olor de la muerte

l Hernán Rivera publica la novela ‘La muerte es una vieja historia’. Filandó n «nunca me han gustado las novelas de policías, me aburren en la tercera página». Así de rotundo se muestra el chileno Hernán Rivera Letelier, que por esa razón llega al género negro... con humor y fijándose «más en el lenguaje que en la trama», asegura a Efe.nius

El escritor chileno Hernán Rivera Letelier

Publicado por
alicia g. de francisco
León

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E l objetivo de Hernán Rivera es adentrar al lector en la historia criminal con un lenguaje muy trabajado, con humor e ironía y unos personajes que rozan el surrealismo más real frente a una trama muy sencilla, según reconoce en una entrevista. La muerte es una vieja historia es el título de la primera entrega de lo que será una trilogía, con La muerte tiene olor a pachulí —ya publicada en Chile— y una tercera aventura en la que el Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda se trasladarán a La Habana.

Una pareja protagonista que demuestra claramente esa intención del escritor de sorprender y divertir al lector. Por un lado, un investigador con un título obtenido por correspondencia tras años de trabajo en las minas de salitre. Por el otro, una joven religiosa evangélica que se convierte en su asistente y que es el contrapunto perfecto para un protagonista de vuelta de todo. Y juntos investigan la violación de varias mujeres. Son personajes que salen de la vida de Rivera Letelier (Talca, 1950) —«todas mis novelas tienen algo de autobiográfico», reconoce—. El detective, de su propio pasado como trabajador en las minas salitreras del desierto de Atacama durante más de 30 años. La religiosa, de una hermana Tegualda que conoció en su niñez.

La acción de sus obras se sitúa siempre en el norte de Chile, en el desierto o en Antofagasta, donde transcurre La muerte es una vieja historia y donde vive el escritor, a unos 1.300 kilómetros de la capital. «Aquí toda la gente me conoce. Voy a un café cada día a escribir. La gente me interrumpe y eso también es muy lindo porque voy a escribir al café para estar en contacto con la gente. Mis libros están inspirados en la vida real. Chorrean vida», explica. Una vida ficticia que refleja su hábitat, el desierto, en el que vivió 45 años, con «un clima de mierda, sueldo miserable y paisaje muy duro, pero que todo el mundo añora» y en el que se da una profunda «amistad, sociabilidad y sentido del humor». Eso se refleja claramente en La muerte es una vieja historia, con personajes que se ayudan sin razón alguna, escenarios pobres y divertidos, un mundo en el que todos aceptan la vida del otro sin preguntarse nada. Y con elementos entre oníricos e hilarantes, como los dos jotes (aves) a los que el protagoniza bautiza como John y Yoko, o el supuesto culpable de los asesinatos que investigan, al que apodan ‘el muertito’ porque vive en un cementerio.

Un escenario que tiene más peso que la investigación de esas violaciones y asesinatos de mujeres que deberían marcar la narración del libro, pero que en realidad son una mera excusa para retratar el mundo que mejor conoce Rivera Letelier a través de una prosa con mucho de poesía. «El romancero gitano (de Federico García Lorca) me volvió loco», asegura. «La prosa también tiene un ritmo interno. Eso me lo enseñó la poesía. Cambio una frase mil veces para buscar el ajuste musical de la frase», explica el autor.

Porque, como resalta, «escribo para el primer lector de mi novela, que soy yo mismo». Y es perfeccionista casi hasta la enfermedad. «Tardé cuatro años en escribir La reina Isabel cantaba rancheras », recuerda. Por eso no le gustan las novelas policíacas en las que la trama acaba con el gusto por la lectura. Para evitarlo, usa «el humor pampino, el reírse de las tragedias», para acercar sus libros a los lectores. «Ese es mi gran orgullo», asegura el chileno, que escribe desde los 18 años aunque estuvo 15 años escribiendo sin que nadie lo supiera y que se obsesionó por encontrar «un estilo» que a sus compañeros de trabajo les gustara.