Tanteando en la soledad de la tarde

H asta ahora, la editorial leonesa Eolas había publicado poesía de autores leoneses básicamente. Con buen criterio, superando fronteras localistas, inaugura una nueva colección, Cuba de poesía , que supongo abierta a la gran poesía hispanoamericana del presente. De momento ha empezado con dos poemarios cubanos, La loca de los parques , de Lisette Clavelo, y Los aires de Antinoo , de Lina de Feria. A este segundo poemario me voy a referir.

En la antología de La poesía del siglo XX en Cuba , que editó Visor en 2011 y reseñamos en estas páginas, se pone el acento en la poesía «dialógica» y su variante fundamental, el «coloquialismo», como signos de la poesía brotada con la revolución y a partir de la misma. Entre los más de treinta poetas seleccionados figura Lina de Feria, con cerca de una veintena de poemarios que han sido agraciados con diferentes premios y distinciones honoríficas; de su poesía se afirma que «sin desprenderse del conversacionalismo», lo personal y lo social se someten a un proceso de crítica, de desenmascaramiento.

Los aires de Antinoo es un extraño título. El nombre propio alude a aquel hermoso joven del que se enamoró el emperador romano Adriano hasta el punto de deificarlo y rendirle cul?to tras su muerte. Del joven quedan buen número de reproducciones escultóricas. Su ahogamiento en el Nilo atrae acaso su mención, oponiendo los aires desérticos, «ajenos a la cabeza de Antinoo», a la poderosa fluencia del Amazonas hacia el mar de la vida original y de la futura muerte. Y digo «acaso» porque ni este ni los demás poemas descubren fácilmente su secreto, su sentido. Desde luego, en este libro de Lina de Feria no parece que lo coloquial sea su signo, ni que se funda el psiquismo interior con la preocupación social, presente, como excepción, en algún poema de título expresivo como Con Palestina . Más bien expresa pensamientos o sentimientos del yo, soledades, alguna breve visión paisajística, la mención de una amistad, la afluencia de lecturas (Rimbaud, V. Woolf, Lihn, etc.) y otros asuntos, en una expresión condensada que exige relecturas e interpretaciones no siempre a la vista, como se puede observar en el poema Estampa : «Juntando manos/ crece la murallada/ y el behíque extinguido/ ya no apacienta huesos./ El mar soberbio/ siempre abstrae los límites/ y quedan esas playas menudas/ como fórmulas del amanecer. / Lindando en los costados / corona de sargazos y un fuego abrasador».