Le Big Mac
Poética
E xiste una literatura épica que, junto a la religión, responde nuestra conciencia de mortalidad, y una literatura lírica, que tiene su origen en la prohibición del incesto. Esto lo sabemos ahora, después de leer Historia del erotismo (Errata naturae, 2015), donde George Bataille identifica el punto exacto en el que la humanidad se divorcia de su pasado salvaje: el momento en el que prohíbe el sexo entre parientes, descubre su propia finitud, y siente por primera vez una náusea hacia las heces y los cadáveres de sus semejantes. Hay que ver qué duro es hacerse humano.
Por circunstancias no resueltas, a última hora de la primera noche en la Tierra, algunas mujeres junto a algunos hombres se irguieron, abandonaron su condición animal y prohibieron el incesto. Si la épica nos da la oportunidad de vivir, a través de las hazañas de héroes inventados, aquellas situaciones que sobrepasan nuestro valor, la lírica crea el motor necesario para mover a un hombre y a una mujer a un espacio distinto al de la seguridad de sus familias, como es el matrimonio. Una vez prohibido el incesto, ese motor es necesario. A ese motor lo llamamos amor. El amor es una creación de los poetas que consiguieron ordenar una colección de sentimientos y pulsiones como si fueran un relato elocuente y no meros excesos del individuo. El amor ha sido el gran discurso del patriarcado, su producto estrella, por el cual las mujeres aceptaban ser donadas por sus familias a desconocidos, perder su apellido, su pasado y su futuro. Las mujeres incluso lo anhelaban, porque una familia condenada a no tener amor sería una familia condenada al incesto (¿no hablaba de eso Cien años de soledad ?). Los poetas son las fuerzas del orden, la verdadera autoridad, los jueces al servicio del Rey, sólo que sus dictados trasciende a las leyes porque apelan a lo más bajo del ser humano: a sus miedos atávicos. Por eso el desamor siempre les ha desafiado. El desamor es un sentimiento revolucionario y los poetas lo llenaron de vísceras desmadejadas, de irresoluble fracaso, de muerte. Hay que reivindicar el desamor porque es una puerta iniciática: nos sitúa en ese punto de ruptura sublevada, liberados de la familia y el cónyuge, en el que tomamos posesión de nuestro tiempo. Desde allí podemos trascender al viejo mundo de los patriarcas e iniciar la insurrección: en día que por fin venzamos, los poetas yacerán sobre la hierba de las plazas como los bronces de los regímenes derrotados.