Diario de León

«La censura pervive en los libros infantiles y juveniles»

l El autor catalán presenta ‘Las palabras heridas’, y clama contra la política de la corrección en la literatura. «Nunca me darán el Cervantes», asegura.

andreu dalmau

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miguel lorenci
León

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E n los libros infantiles y juveniles hay palabras malditas como gay, lesbiana, aborto y orgasmo. En ese ámbito persiste una terrible censura». Lo denuncia Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947). Con más de 500 títulos publicados y doce millones de libros vendidos, es quizá, el autor español vivo más leído. Tiene un sinfín de premios, incluido el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, y el Cervantes Chico, pero sabe que no le darán el Cervantes grande, el Nobel hispano. «No lo harán porque soy un incordio», dice el autor de La palabras heridas , conmovedora novela con la que cambia de registro este también cualificado crítico e historiador de rock. La censura es el tema de «un relato sin edad» que aparece simultáneamente en castellano, catalán, gallego y euskera.

«Las editoriales tienen un miedo terrible a esas palabras malditas, como orgasmo, y solo por eso se devolvieron 600 libros de una de mis novelas infantiles donde decía que ‘tocar en un conjunto de rock es como un orgasmo colectivo’», explica contrariado el prolífico narrador catalán. «No hay nada peor que una AMPA (asociación de madres y padres de alumnos)», ironiza. «Las editoriales tiene un miedo terrible y se alienta la autocensura, que es algo terrible», apunta el escritor, que carga también contra los padres. «Dejan que sus hijos vayan al cine y vean películas ultraviolentas, que naveguen por internet y consuman porno, aunque los padres no lo sepan, pero se rasgan las vestiduras si en un libro aparece la palabra gay, lesbiana o droga», lamenta.

Cita como ejemplo Campo de fresas, su libro más vendido, con 85 ediciones y un cuarto de millón de ejemplares, «pero que fue denunciado en Chile aduciendo que era una incitación al consumo de drogas, cuando habla de una niña que entra en coma por tomar éxtasis y denuncia los peligros de las drogas». «Que lo censuren y prohíban es incomprensible», se duele. «Las palabras golpean mas que las balas, y han derribado más gobiernos que las armas», resume el autor sobre su nueva novela, que quiere «mostrar la magia y el poder de la palabra, de la poesía y del libro».

Los libros benefactores

«Los libros hacen bien a la gente, como me lo hicieron a mí, un crío tartamudo, feúcho, de origen humilde, que sufría acoso y recibía palizas en el colegio, donde era el último mono. Pero gracias a los libros estoy donde estoy», se ufana un escritor que lleva 45 años publicando a razón de diez títulos al año, que fue pionero en la critica musical en la gris España de Franco y que tiene «cuerda para rato». «Este libro servirá a los más jóvenes para que comprendan qué pasa en Venezuela o en Corea del Norte, qué es la censura que ellos no han conocido, o por qué Trump se ha declarado enemigo de la prensa, como los hicieron Stalin y Hitler», arguye su autor. Ha decidido publicarlo a la vez en catalán (Ara Libres), euskera (Elkar) y gallego (Galaxia) además de en castellano, convencido de su pertinencia y de su calidad. «Solo lo hago con los libros que me emocionan y este es el caso. Nació con fluidez, ha sido todo un fogonazo. Hay libros que se sienten, y este es uno de ellos», se reivindica.

Espera que esta novela sea para algún lector una tabla de salvación, como lo fue para él El manantial , de Ayn Rand, que ratificó a los 18 años una vocación muy precoz «que me llevó con apenas diez años a escribir ya novelas de cien páginas». «Aquel libro que me salvó la vida me enseñó qué es la independencia del artista, cómo debe hacer lo que quiere y no permitir que nadie lo cambie. No soy un talibán; en 500 libros solo me han demostrado dos veces que no tenía razón, y cambié un capítulo y un final, pero no si un editor no me demuestra mi error, no cambio ni una coma», asegura, vehemente.

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