Diario de León
Publicado por
nacho abad
León

Creado:

Actualizado:

L a primera imagen de televisión que recuerdo es la de un grupo de alemanes del Este cruzando la frontera hacia Berlín Oeste. Era el otoño de 1989 y yo tenía 9 años. A esa edad ya había visto unas cuantas horas de televisión memorables que he preferido olvidar. En cambio las imágenes de aquel Informe Semanal aún guardan una plasticidad inusual en mi memoria. Yo era aún demasiado infantil para comprender la noticia, y durante mucho tiempo pensé que aquella gente pretendía cruzar un muro que les mantenía encerrados, cuando en realidad lo que estaba haciendo era entrar en la parte de la ciudad cercada por ese muro: la libertad tiene formas raras, por ejemplo, una ciudad amurallada como una prisión y ocupada por ejércitos extranjeros.

Ese mismo día comenzaba una época nueva que, así parece desprenderse de ciertos acontecimientos, ahora se precipita hacia su final. Europa desaparece como proyecto. La vieja Europa siempre muere joven. Y lo hace sin el texto (al menos yo no tengo constancia de su existencia) que haga literatura de estos años. ¿Por qué no existe una gran novela europea? Quizás porque Europa cambia tanto cada generación que cuando por fin uno está ya capacitado para escribir, sólo lo puede hacer desde la nostalgia, por no decir desde la obsolescencia. La gran novela de nuestra Europa contaría la historia de lo que Fukuyama llamó «El fin de la historia», que no es otra cosa que nuestro pasado.

Si yo hubiera tenido el empuje y el talento para narrar esa Europa antes de su estertor, habría comenzado unos años antes de esa escena que de críos vimos en un viejo televisor grundig. Pero empezaría en Alemania porque en Alemania siempre empieza Europa. En una preciosa casa junto a un lago, Donde Honecker juega una partida de ajedrez con Egon Krenz. Honecker confiesa a Egon que está pensando en revisar su rechazo a la herencia de Prusia. Incluso se plantea trasladar la estatua de Federico el Grande a su lugar original en Berlín. Egon pregunta a su superior a qué se debe ese cambio de opinión. Bueno, responde Honecker, mover una estatua ecuestre es como mover un caballo en el ajedrez: depende de cómo lo hagas, puedes avanzar y a la vez, cambiar de rumbo.

tracking