Diario de León

¿Adiós a los libros de viajes?

flor de saúco Andrés Martínez Oria Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías e Instituto de Estudios Bercianos, 2016. 212 páginas.

Publicado por
nicolás miñambres
León

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A l leer este libro de Andrés Martínez Oria, evidentemente la cuestión del epígrafe, planteada por un prestigioso diario español, no tiene sentido. No llevan camino de desaparecer los libros de viajes. Prueba de ello es Flor de saúco. Aun tratándose de un libro breve (supera escasamente las doscientas páginas, con un título poco sugestivo) no debe olvidarse que en la obra, se describe el misterioso sentido de la flor del título. A su sombra discurre el recorrido del caminante, celoso de la experiencia y del terreno por el que va a andar, la zona de los Ancares leoneses. La experiencia parte de un sustrato psicológico elemental: «el viaje es antes que nada una disposición del alma, y para hacer el camino más provechoso la mejor virtud es la humildad». Como mínimo soporte bibliográfico, se citan dos títulos de consulta: el de Eugenio de Salazar, del siglo XVI, hablando de Tormaleo, y la obra de Hans Gadow del siglo XIX. En la primera página se muestran las referencias geográficas en un mapa dibujado por el autor.

El resultado literario se traduce en un bello proceso, itinerante y humano. Andrés Martínez Oria armoniza el camino con el paisaje y con el hombre. Montañas, ríos, árboles, irán conformando el espacio. En lo humano, los encuentros descubrirán una fauna de personajes olvidados, casi siempre ancianos, que lamentan con dolor el avance de la tristeza de la despoblación. Junto a ellos aparecen, los seres joviales, como la presencia de algún charlatán o el modelo de seres sacrificados y espléndidos, tal el caso de Manolo el de Candín. O el contador gallego de historias, de «mouras, fadas, doñinas cervas y lo que quiera, las sé todas», dejando en el lector un agradable sabor. Por ello, en las líneas finales leemos un fragmento de cierto misterio, cuya clave aparece más atrás, explicando por qué a un perrazo… «El caminante lo está acariciando». Un final inesperado, primario, acorde con la gran belleza del texto.

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