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POESÍA

Silencioso fruto compartido

LA NOCHE DE LA PANTERA Clara Janés Vaso Roto, Madrid, 2017. 60 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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E n 2014, Clara Janés recibió en nuestra ciudad el cuarto premio de poesía Universidad de León. Tuvimos ocasión entonces de leer y reseñar su poemario Pi o el jardín de las delicias , en el cual poesía, ciencia y mística se hermanan en el afán de penetrar en el túnel del conocimiento más allá de lo visible. No era la primera vez que reseñábamos un poemario de Clara Janés, que dos años más tarde ingresaba en la Real Academia de la Lengua con un discurso sobre la figura del rey Salomón, la reina de Saba y el Cantar de los cantares , mostrado de este nodo su atracción por Oriente, una inclinación que ahora cobra rango poético en La noche de la pantera , que incluye magníficas fotografías artísticas de Adriana Veyrat y un cedé con la recitación de los poemas por la propia poeta. El título requiere una aclaración de ella misma: una leyenda iraní cuenta la historia de una muchacha de ojos rojos enamorada de una pantera que la visitaba cada noche; acosada por los cazadores, la pantera huye hacia el bosque y la muchacha la sigue, perdiéndose ambas en la noche para siempre.

Veinticuatro poemas brotan de las connotaciones de la leyenda oriental. De la manera más fina y sugerente (dos de las cualidades más apreciables de la poesía de Janés) van apareciendo los diferentes motivos del amor, frecuentemente situados en momentos diferentes del día o el espacio, como la orilla del río, el ocaso o el frescor de la mañana. En uno de los poemas leemos: «¡Oh voz, /sigue cristalina, / que no te enturbien los conceptos»; entendemos que la palabra poética y la del amor debe sonar con su frescura natural, no enturbiada por abstracciones o ideologías. La palabra del amor se naturaliza en la muchacha de ojos rojos en su persecución del amor, en la que hay antiguos ritos (la danza, el fuego...) y motivos de la lírica tradicional (los espinos heridores, por ejemplo). Pero el amor no es un gozo inconsciente. El camino se recorre entre incertidumbres y desorientaciones, «en las púas de lo incierto, / hacia lo oscuro». La semilla mística parece fructificar en el poema, porque la amada o la muchacha busca con ansia al amado, la pantera, hasta el sosiego de la unión en los versos finales: «Y yo me desnudo de la luz / para entrar contigo / en ese lecho oscuro / donde unidos los cuerpos / son un agua negra / sosegada / que sólo a sí misma se conoce». Como en los demás poemarios de Clara Janés, un delicado halo de lirismo empapa el mundo poetizado y la palabra.

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