Diario de León

La identidad y las máscaras

l Fonseca utiliza al subcomandante Marcos para su nueva novela. El escritor Carlos Fonseca reflexiona sobre la identidad y las máscaras a partir de la figura del subcomandante Marcos en su segunda novela, ‘Museo animal’, donde el autor también se enfrenta a su doble identidad, costarricense y portorriqueña

Imagen de archivo del subcomandante Marcos

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efe

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S i su ópera prima, Coronel Lágrimas , estaba «escrita desde el Pirineo francés», en Museo animal (Anagrama) fue compuesta en sus ‘dos países’, Costa Rica, donde nació en 1987, y Puerto Rico, adonde se trasladó con su familia con seis años.

«En esta novela, que ocurre en muchas partes, en Nueva York, en Israel, en la selva, en Puerto Rico, siempre se mira a un horizonte latinoamericano», explicó en Barcelona el autor.

Fonseca confesó: «En realidad, ésta era la primera novela pues la empecé, pero me sentí que no estaba aún listo para escribir este proyecto, y fue así como se me ocurrió esa voz del coronel Lágrimas, como si fuera un ejercicio atlético para poder escribir Museo animal ».

Inicialmente, Fonseca pensó que serían cuatro cuentos o cuatro novelitas chicas, pero al descubrir «la figura del subcomandante Marcos y sus máscaras» llegó a la conclusión de que podía «entretejer esas cuatro historias que hasta entonces eran paralelas».

La novela se sitúa en la euforia por la llegada del nuevo milenio, cuando un museólogo caribeño recibe, de parte de una reconocida diseñadora de moda, una invitación a colaborar en una extraña exposición. Ambos están interesados en las formas del mundo animal.

Siete años más tarde, frustrada la muestra, recupera —tras la muerte de la diseñadora— el archivo de su colaboración y comprende entonces que tras aquel delirante proyecto se encontraban las claves para descifrar la enigmática historia familiar de la diseñadora: un vertiginoso rompecabezas global que desembocará en el esclarecimiento de un épico peregrinaje político a través de la selva latinoamericana.

Ese viaje podría ser entendido como el Viaje a la semilla de Alejo Carpentier hacia la supuesta identidad latinoamericana, pero, al contrario que Carpentier, «no encuentra la esencia, sino un juego de máscaras». Por ese doble origen del autor, Fonseca siempre se ha sentido «incómodo» con las tradiciones nacionales, y se siente más a gusto con «una identidad latinoamericana».

Con la figura del subcomandante Marcos y su insigne pasamontañas como telón de fondo, a medio camino entre las conspiraciones conceptuales de Don DeLillo y las ficciones errantes de W.G. Sebald, Museo animal traza, mediante una trama policial, un rompecabezas narrativo que termina por confrontar al lector con ese momento decisivo en el que el arte, guiado por su irrefrenable pulsión política, extiende sus límites y se arriesga a convertirse en algo más.

En relación al final de la novela, que transcurre en la selva latinoamericana, Fonseca señala que le interesa mucho «la relación entre el arte y la naturaleza» y en este punto asegura que «quería desarticular esa idea de la naturaleza como un paraíso idílico».

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