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Publicado por
nacho abad
León

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V ivimos entre la obsolescencia y la nostalgia. Así son estos días. La realidad es como una película muda donde el protagonista, para protegerse de la tormenta, cierra una puerta y se le abre una ventana, cierra la ventana y se le cae una pared. No hay manera de mantener la temperatura, y además, los papeles enseguida echan a volar, ayudados por la ventisca: de nada vale lo que hasta ahora habíamos pensado, todo lo que habíamos escrito. Nuestras palabras se van y ni siquiera podemos contemplar el resplandor de su desaparición. Lo decía Ballesta, el personaje angular de El día del Watusi , en aquella frase que iba repitiendo de vez en cuando, que era como un estribillo: «Todo pasa muy despacio hasta que empieza a pasar muy deprisa: ese es el nombre de la acción». La novela trata, en parte, de ese momento que voy a llamar «revolución». Hay quien ha nacido para los tiempos lentos, para ese tramo de años que se obvia en los manuales de historia, y hay quien se prepara sólo para los hitos. Atienza, el protagonista, no estaba preparado ni dejaba de estarlo: él era sólo un testigo, un amanuense, por eso para él «todo ocurría muy despacio hasta que empezaba a ocurrir muy deprisa y muy despacio a la vez». Yo me siento un poco así, no desbordado, sino desdoblado: dentro y fuera de la realidad. Pero, ¿hay alguien por aquí haya estado preparándose para este momento? Quizás, de tanto pensar que el tiempo de las revoluciones no volvería, la Historia nos haya sorprendido en una larga siesta. ¿Pero qué pinta aquí la Historia? ¿No habíamos acabado de una vez por todas con ella? ¿No había firmado Fukuyama el informe de su autopsia? Se presenta aquí de nuevo con su alboroto de obispos, de guardias civiles, de nacionalistas, de violencia y sedición, como un ejército de muertos que lleva viajando por una inmensa nada desde hace mucho tiempo. ¿Es esto lo que tenemos ante nosotros? ¿Son revolucionarios o políticos fuera de la ley? La respuesta está al final del relato. Si en vez de la Historia lo que vemos es sólo su fantasma, son políticos fuera de la ley y serán juzgados por nosotros. Pero si todo esto no es un espejismo, son revolucionarios y sólo podrá juzgarlos la Historia.