Intensidad y simpatía

C omo corresponde a los primeros lectores, a los que va destinado este nuevo título de la serie La pandilla de la ardilla —Nora, Irene, Aitor, Ismael, Rasi… viven muchas aventuras—, el texto es breve, sencillo y expresivo. En este caso el relato se inicia con una pregunta ante una sorpresa: «¿Qué era eso que veía a la luz de la luna? ¿Un caracol sin casa?».

Pues eso. Un caracol sin casa. La ardilla Rasi, que de momento lo llamaba Caracol Sin Casa, se comprometió a buscarle una, aunque pronto se dio cuenta de lo difícil que resultaba encontrar casas para caracoles. La verdad es que, ante las soluciones que iba proponiendo, Babi, el caracol, no las tenía todas consigo: «A ver qué se le ha ocurrido ahora —piensa—. No me lo puedo ni imaginar».

Es difícil de imaginar, por supuesto. Porque se le ocurre que la casa sea una piruleta —«la casa más bonita (y dulce) del mundo»—, un balón —«¡Y ahora te llamaré… Caragol!»—, unas castañuelas –«¡Ahora te llamaré Caratañuela!»-… Pero resulta que el caracol…, ay, mejor no cuento el final.

Lleno el libreto de imaginación y ternura, con el protagonismo de la convivencia entre niños y animales, las ilustraciones añaden intensidad y atractivo al texto. Son ilustraciones vivas y coloristas, simpáticas y equilibradas, narrativas fundamentalmente, cualidad esencial, a mi juicio, en los libros destinados a los lectores de este tramo de edad. He de añadir, para acabar, que son muy abundantes, con mucha frecuencia a página completa o doble página. Llama especialmente la atención, en este último caso sobre todo, los colores cambiantes como fondo en cada ocasión, en un llamativo contraste.