Guisando para Juan Ramón

P ara nadie es secreto la compleja condición humana de Juan Ramón Jiménez, reflejada mínimamente en las páginas de presentación de esta obra y evocada en diversos detalles humanos, bien apuntados por los editores. No estamos ante un estudio profundo de la pareja, tarea imposible en una obra divulgativa como ésta. Ello explica que, de entre la copiosa bibliografía juanramoniana, se citen sólo obras esenciales, como lo son, por ejemplo, los libros de Graciela Palau de Nemes, de Juan Guerrero Ruiz, de Ricardo Gullón y, especialmente, el propio diario de Zenobia Camprubí Aymar, un tesoro literario.

La obra constituye un recorrido por las recetas que Zenobia aprende para guisar las comidas de Juan Ramón, extremadamente delicado y, por qué no decirlo, maniático. Téngase en cuenta, además, que es al final de la guerra, a comienzos de 1939, cuando Juan Ramón y Zenobia llegan a Miami, lo que condiciona decisivamente su convivencia, iniciada por ella con ilusión: «¡Estamos al fin instalados en una casita y tengo cocina!», exclamación de alegría a la que, sin embargo, acompaña una confesión: «Claro que la reacción inmediata es tenerle pánico». Las dificultades por las que atraviesan, viviendo a veces en condiciones dramáticas, explican sus reacciones y, especialmente, las de Juan Ramón. La faena culinaria de Zenobia, que ya había tenido en España su propia experiencia, resulta a veces dolorosa, si bien Zenobia y Juan Ramón consiguen entablar amistad con intelectuales del momento, como es el caso del astorgano Ricardo Gullón. Llama la atención la exquisitez con que ambos tratan a esos invitados.

De lo escrito en la obra se deduce una faceta humana muy interesante del matrimonio. La obra se cierra con el capítulo Menús diarios y semanales y un breve glosario, junto con un prolijo índice de recetas, dividido en cinco secciones, con curiosas reproducciones caligráficas de Zenobia. Todo ello aportará una información muy atractiva para los lectores juanramonianos.