Diario de León

Botines y la extraña familia

l Javier Garnica reconstruye la historia de la saga que hizo posible la construcción del edificio de Gaudí. Ambición, matrimonios interesados, política y dinero son los ingredientes con los que Javier Garnica teje ‘La casa de las cuatro torres’, sobre la saga familiar que encarga a Gaudí la construcción de un comercio con vivienda Lore tem ip et luptat lor sum zzrilis nibh eugait lorper iusci blaoreetue tetummy nosLor autat En 1886 Homs, Andrés y Fernández compran por 17.000 pesetas el solar donde erigirán Botines En 1888 Gaudí llega a León y le proponen construir un almacen con vivienda. Anuncia: «Tendrá cuatro torres»

Maqueta del edificio de Gaudí que se exhibe en el interior de Botines. Abajo, foto de la casa en construcción

Maqueta del edificio de Gaudí que se exhibe en el interior de Botines. Abajo, foto de la casa en construcción

León

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A Javier Garnica la historia le salió al encuentro. Su amiga Camino Álvarez García Luben le encomendó que investigara los enterramientos de San Claudio, en busca de un pariente. Pero la cripta de la iglesia encerraba otros misterios. Allí descubrió la tumba de Fernández Riu —hijo del hombre que mandó construir Botines—. Este hallazgo le llevó a elucubrar una historia sobre la saga que encargó a Gaudí uno de los edificios más polémicos y espectaculares de la época.

Fue así como alumbró La casa de las cuatro torres , una novela en la que el autor se permite «algunas licencias», pero rigurosamente documentada. Todos los personajes que desfilan por el libro son reales. Cuenta Garnica que alrededor de la casa Botines hay toda una saga familiar y una trama económica. Es el León de finales del siglo XIX y tampoco faltan los elementos románticos. A través de 180 páginas, «que se leen con mucha facilidad» —aventura el autor—, el libro desentraña las luchas familiares de una de las estirpes más poderosas de la época, la de Simón Fernández.

Garnica ha revuelto en archivos y sacristías para reconstruir la biografía de unos personajes que se enfrentaron a un larguísimo pleito con el Ayuntamiento para edificar un ‘castillo’ en una zona vetada, delante del mismísimo Palacio de los Guzmanes.

El libro arranca con la llegada a León del comerciante Joan Homs y Botinás —cuyo apellido ‘a lo leonés’ acabaría dando nombre al edificio erigido por Gaudí—. A escasos metros de la Catedral abrió su primer negocio, llamado Casa Botines, un almacén de tejidos al por mayor, llegados de Cataluña. Su hermana María Rosa Homs contrajo al poco tiempo matrimonio con el empresario leonés Simón Fernández, que acabaría convirtiéndose en socio de Botines. Pronto el industrial catalán, un soltero empedernido, se traería a su sobrina Teresa a vivir con él. Tras la temprana muerte de María Rosa, Simón Fernández contrajo segundas nupcias con Teresa Riu, su sobrina política.

Esta enrevesada trama familiar permite a Garnica sumergir al lector en el ambiente de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando León era un «pueblo insalubre» hasta que comienzan las obras del ensanche.

Gaudí, pese a lo que puda parecer, es un «personaje secundario» que aparece «de pasada» en esta historia. Porque Garmendia no quería centrar su libro en el arquitecto y su edificación, que ya ha sido abordada por numerosos especialistas. Sin embargo, la historia de los empresarios que contrataron al genio catalán es mucho menos conocida.

Teresa Riu, que falleció tempranamente, al igual que su tía, dio a luz a siete hijos en una década. Los negocios marchan viento en popa. En la ‘lista Forbes’ de la época, Homs era el cuarto hombre más rico de León; y Simón Fernández le iba a la zaga. El negocio Botines, que con la alianza de Homs y Fernández se había trasladado de la Catedral a la Plaza Mayor, pronto daría entrada a un tercer socio: Mariano Andrés González-Luna, cuyo hijo (Mariano Andrés Lescún) llegaría a ser alcalde de la ciudad.

Aprovechando que Gaudí estaba en Astorga, supervisando la construcción del Palacio Episcopal, Mariano Andrés y Simón Fernández le plantean su proyecto para construir un almacén comercial y residencia particular. La casa es el epicentro de todos los episodios que relata Garnica, porque «antes de su construcción y después de ella, se entretejían mil historias relacionadas con las familias que la habían soñado, y que después la habían habitado. Y todo ello aderezado por tantos detalles relacionados con los grandes cambios ocurridos en el León de este período histórico. Acompañado por la presencia de tantos personajes interesantes de un momento crucial para la ciudad», cuenta el autor.

El 14 de julio de 1886 Homs, Andrés y Fernández compran por 17.000 pesetas —según consta en la escritur pública— un solar en la plazuela de San Marcelo al duque de Uceda, la duquesa de Bejar y la duquesa de Medina de Rioseco. Pocos meses después los propietarios de la finca contactan con Gaudí para su proyecto. La primera decepción llega meses después, en enero de 1887, cuando el Ayuntamiento no autoriza construir en toda la parcela. En diciembre de 1888 llega Gaudí a León. Simón Fernández y Mariano Andrés le esperan en la estación acompañados por Cayetano Sentís, canónigo y paisano de Gaudí. Quieren causar buena impresión al arquitecto. «Tendrá cuatro torres, una en cada esquina», adelantó Gaudí sobre su edificio leonés.

Ni Joan Homs, ni su hermana Rosa, ni su sobrina Teresa Riu (ambas esposas de Simón Fernández) ni éste último verán nunca la casa de Botines.

La novela concluye con la construcción de San Claudio, aunque fue aquí donde comenzó a fraguarse el libro. María Paz Fernández Peña convierte la cripta en su mausoleo, para compartir su última morada con su esposo, José Fernández Riu, hijo de Simón Fernández y Teresa Riu. Su hija Pacita sería la destinataría de varias herencias —incluida la fortuna de Joan Homs—, lo que la convierte en una mujer inmensamente rica y la última descendiente de Simón Fernández.

Otro de los personajes que se cruza en la historia es Miguel Morán, al que recientemente el Ayuntamiento colocó una placa en su casa natal. Una hija de este político se casó con un descendiente de Simón Fernández, que sólo pudo contemplar el edificio de Gaudí en un plano.

Cada uno de los quince capítulos de la novela está encabezado por una fotografía antigua, algunas firmadas por Pepe Gracia y otras extraidas de hemerotecas. Además, el autor sitúa al lector con acontecimientos trascendentales para la ciudad. Por ejemplo: «Poco después de la boda de Simón y Teresa llega a León el telégrafo», cuenta.

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