Diario de León

El sesgo de lo insólito

cuentos castellanos viejos Felicitas Rebaque de Lázaro Ilustraciones de Eva del Riego Villazala. Prólogo de Gonzalo Moure. Lobo Sapiens, León, 2017.125 pp.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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H ay en las cuentos de Felicitas Rebaque un claro sentido de lo misterioso, de lo extraño; de lo fantástico. A pesar de que, como vemos en los primeros relatos, nos encontremos con un mundo corriente, humano, habitual. Todo ello se colma con el sentido de lo inesperado a medida que avanza la obra. Es lo que ocurre en el primero de los relatos, La encantada , ambientada en el Campo Grande de Valladolid. Esas relaciones que surgen entre Adela y Javier tendrán un inesperado final: «Cuando comprobé que la imagen de Adela había desaparecido de todas ellas». O las aventuras del niño Lucas, al recibir el paquete de parte de Gregorio, el muerto: «Estaba seguro de que no eran libros lo que contenía la caja». Un bello homenaje al Camino de Santiago, protagonizado por un grupo de adolescentes, María, Mayte y Javier, es El ojanco. Inesperadamente, Javier no acompaña a las chicas, quiere dar una vuelta por las rutas del castillo donde han dormido. Conocerán a un peregrino muy popular en esas tierras y se toparán con un tesoro, en la que se halla escondida «una carta escrita por alguien hace más de cincuenta años», carta que comunica algo sorprendente. Leída la carta, los chicos vuelven a dejarla en la botella, con un «cordón blanco que sujetaba las hojas: en verdad parecía un grueso cabello duro y seco». Pero la música de Wagner, oída al día siguiente... algo importante quiere decir.

El Oricuerno , mal reflejado en la portada, cierra la obra. Lo hace con un relato en el que todos los elementos literarios apuntados (humanos, reales y fantásticos) se expresan aquí con un hondo sentido de la enfermedad, del dolor humano.

La equinoterapia, y el afecto de Marco, el enfermero, logran el milagro psicológico en la protagonista: «Ana, de pequeña, soñaba con unicornios blancos de cuernos azules y los dibujaba en su cuaderno rojo. Dibujaba todo el rato». Dibujaba su vida, su dolor, su sueño. Era su terapia infantil, transformada en un bello y delicado relato. Estamos ante un libro interesante, complementado por cierto con excelentes ilustraciones a cargo de Eva del Riego.

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