Diario de León

POESÍA

Cálido presente de sueños sucesivos

Exceso de buen tiempo José Antonio Mesa Toré Visor, Madrid, 2017. 154 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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A lguien ha escrito que Mesa Toré (Málaga, 1963) añadía ensoñación y elegía al neorrealismo en el que se formó, afirmación válida para Exceso de buen tiempo , una meditación sobre la vida en que se fusionan memoria y tiempo en un sujeto que desde el presente visiona su otro yo, el del pasado, en el que apenas reconoce a un lejano pariente del que lo separa una insalvable franja temporal. Otra idea fertiliza la primera sección: los versos no preservan los sueños y vivencias del pasado. Lo había escrito el poeta hace años: la memoria no recupera, más bien inventa, imagina, fantasea, como inventa al «amigo imaginario» que es «ese otro yo igual y distinto».

El amor ocupa la segunda sección, con brillantes poemas, como Díptico del ángel y su demonio , en el que el amor se concreta en la azafata de vuelo sobre la que fantasea «para tocar el cielo con tus alas, / para vivir el mundo por tu boca»; esa realidad personal es a la vez amor doméstico, con sus contradicciones al modo de Catulo: «A veces te amo y te odio al mismo tiempo»; con la conciencia, además, de que el amor no es solo dulzura y alegría, sino amor en vilo, «con heridas bañadas en un licor dulcísimo»; un amor, por otro lado, repartido, pues, a la sombra de Bécquer, «a veces no sé si hablo de una mujer o de la Poesía». Dos viajes a Rusia propician excelentes poemas inspirados en el paisaje, la literatura popular rusa y la vida. Grito a la tercera Roma es el de mayor envergadura; el verso se desata y, bajo la pauta de Lorca, realiza una explícita y acerada visión crítica que resume este verso: «su exceso de belleza linda con el infierno». La parte última reúne poemas sobre el sur andaluz y el mar, en un verso en el que prima la soltura más que la tensión, más la anécdota que la sustancia; sin embargo, las Cuatro elegías mediterráneas recuperan la voz melancólica y morosa de sus mejores poemas, terminando con unos homenajes a poetas queridos, algo propio de un poeta que propicia la inclusión de otras voces entre las suyas propias, para transmitirnos, como dice el verso final, «el oro virginal de una quimera».

Deseo destacar una serie de ‘haikus domésticos’. Es verdad que se toma algunas licencias, pero no cae en el síndrome Benedetti, consistente en creer que con diecisiete sílabas en tres versos ya está hecho el haiku, género japonés de sorprendente cultivo en la actualidad. Un ejemplo: «Plato con agua. / No se cansan los perros / de oler la luna».

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