«Lo leí en una aldea que iban a desalojar»

«Fue en el verano de 1997 cuando encontré el libro, casualmente, en la torre de la iglesia de Sasé (Huesca). Alrededor, los tejados hundidos y las calles tomadas por la zarza parecían pedir explicaciones. En la plaza, un grupo de gente preparaba la comida. A lo lejos, el camino seguía tranquilo. La Guardia Civil tardaría dos meses en llegar. Sin poder entender por qué se había echado por el desagüe de la historia todo el esfuerzo, el saber y el sufrimiento que mantienen vivo a un pueblo, nos vimos enfrentados a una cuestión más inmediata. Esperando el inminente desalojo de Sasé leí La lluvia amarilla. Desde entonces, como tanta otra gente que vive en núcleos de montaña rehabitados, me dedico a escribir un epílogo que le dé un final más abierto a esta historia».