«En León hay más de 200 puntos mágicos»
l Jesús Callejo, que acaba de publicar ‘Grandes misterios de la arqueología’, busca ahora lugares-talismán. «Estoy preparando un nuevo libro en el que investigo los lugares-talismán» el conocido escritor y divulgador leonés Jesús Callejo, que acaba de publicar ‘grandes misterios de la arqueología’, ya está embarcado en una nueva aventura, en busca de lugares-talismán. afirma que León es una tierra mágica «León ha sido protagonista de muchísimos acontecimientos históricos y legendarios» «La realidad es un concepto muy amplio y no es sólo lo que vemos y tocamos; también es un mundo invisible»
—¿León es un territorio misterioso?
—Como toda España. León tiene la peculiaridad de que su geografía y orografía son muy variadas, por eso es tan rica en leyendas y tradiciones. Todo eso y su forma de entender el mundo es lo que da la esencia leonesa.
—¿Por qué le interesan las hadas y los gnomos?
—Y también muchas criaturas míticas que pueblan el imaginario popular de este país. Me interesan porque ya escribí hace tiempo una trilogía sobre los seres mágicos de España. León tiene una importancia capital a la hora de recoger este tipo de creencias, que forman parte, no sólo de las tradiciones, sino de muchas fiestas populares. Me interesa muchísimo desde el punto de vista antropológico por qué en todas las épocas se ha creído en este tipo de criaturas vinculadas a la naturaleza.
—¿Cuál es su ‘Expediente X’ favorito?
—Depende de en qué ámbito nos movamos. En mis treinta libros he tratado desde las fiestas populares a los seres mágicos. En cada materia que he investigado, desde la arqueología a la historia de lo insólito, hay un ‘Expediente X’. Me parece curioso el caso de sor María Jesús de Ágreda, una monja de clausura de Soria, que tuvo un expediente inquisitorial, donde se decía que se había teletransportado a Nuevo México y que, sin salir del convento, había evangelizado a unos cuantos indios. Luego —y esto es lo curioso—, eso se demostró y la Inquisición no la pudo meter en la cárcel, porque según los datos aportados esta mujer estuvo en dos sitios a la vez.
—¿Cree en las bilocaciones, en el don de la ubicuidad?
—No es una cuestión de creer o no creer, sino de documentación. Hay mucha documentación histórica. No estamos hablando de leyendas, en las que se acredita que algunas personas tenían poderes sobrenaturales. Eso que llamamos prodigios, porque no lo podemos entender, sí queda acreditado a lo largo de la historia. Y hay cientos de casos. Sería bueno investigar estos fenómenos con profundidad.
—¿Por qué decidió cambiar el ministerio por el misterio?
—Soy licenciado en Derecho y he sido funcionario de carrera, vinculado a temas jurídicos, pero siempre me interesó ese mundo fronterizo con la ciencia y aquella parte de la historia que normalmente no nos cuentan los libros oficiales. Mi afición se convirtió en profesión. Pedí la excedencia voluntaria y me dediqué a los viajes, a la investigación, a los libros, a la radio, a la televisión; en definitiva, a la divulgación de temas cuyo denominador común es el misterio, aunque el misterio es tan amplio que todas las disciplinas tienen ese punto de misterio.
—¿Es casualidad que dos de los principales colaboradores de ‘Cuarto Milenio’, usted y Nacho Ares, sean leoneses?
—No existe la casualidad. Que muchos leoneses estemos metidos en estos temas no es casual. Los leoneses somos curiosos por naturaleza y nos interesa indagar no sólo lo que se cuece en León, sino ese contacto con lo extraordinario. Nacho Ares y yo somos de León, ambos estudiamos en la Universidad de Valladolid y acabamos en Madrid haciendo tareas que al final se han cruzado. Hemos participado en muchos proyectos y ahora estoy en su programa Ser Historia .
—¿Qué opinión tiene del Grial leonés?
—He seguido atento la noticia. Faltan pruebas definitivas, pero de todos los griales —y sólo en Europa hay una docena—, los dos con más credibilidad y pedigrí están en España: en León y en Valencia. No quiere decir que sean los auténticos, pero son los más documentados. Son copas de esa época y que posiblemente fueron usados en esa zona geográfica de Palestina. Las pruebas definitivas, por desgracia, nunca las vamos a tener.
—¿Cuáles son los lugares más misteriosos de León?
—Hay muchísimos. Me interesa Babia, que es una zona riquísima, sobre todo en misterios ecológicos. El Camino de Santiago es interesantísimo, por las leyendas y tradiciones que se han trasmitido por ese itinerario cultural a otras zonas de Europa. Las Médulas me atraen por la vinculación con los Templarios —y ya se sabe que donde estaban los Templarios había algo que proteger— y porque un lugar donde hubo muertes, con el sistema romano de extracción del oro, la naturaleza se ha encargado de convertirlo en un lugar idílico.
—En su último libro, ‘Grandes misterios de la arqueología’, ¿qué es lo que más sorprendente que se encontró?
—Me sorprenden las dataciones de algunas construcciones megalíticas. Cada vez, gracias a las nuevas tecnologías, nos vamos más atrás en la cronología. Lo mismo ocurre con las pinturas rupestres, que con el uranio-torio, si antes se creía que eran de hace 9.000 años, ahora se están datando en 35.000 o 39.000 años; prácticamente, cuando el Homo Sapiens cruza los Pirineos y se asienta en la Península Ibérica. Eso nos está obligando a reescribir la Prehistoria. En esas civilizaciones, gracias a tecnologías como la LIDAR, estamos viendo cosas increíbles.
—¿Abarca desde ovnis hasta hadas porque la realidad le resulta aburrida?
—Todo forma parte de la realidad, eso es lo interesante. La realidad es un concepto muy amplio y no es sólo lo que vemos y tocamos; también es un mundo invisible. Me interesan estos temas, pero desde un punto de vista fiable y documentado, con los pies en la tierra, porque es un terreno abonado para los frikis. Me interesa ahondar en la mente humana y saber por qué la gente cree en ovnis, en fantasmas o en hadas; y en ese sentido, encuentras a muchas personas creíbles que cuentan cosas increíbles. Muchas cosas en las que ahora creemos forman parte de acontecimientos sobrenaturales que ocurrieron en el pasado. Y esto queda reflejado no sólo en las leyendas, sino en la toponimia y en los escudos heráldicos de algunos pueblos.
—¿En qué misión se encuentra embarcado ahora?
—Estoy preparando un nuevo libro en el que investigo aquellos lugares que se han convertido en lugares-talismán. Sitios que, desde tiempos inmemoriales, están protegidos contra cualquier adversidad, bien sean epidemias o terremotos. Yo creía que era una leyenda, pero es cierto que hay lugares donde no han sufrido calamidades.
—¿En León hay alguno?
—Voy a indagarlo.
—¿Tiene que ver con los puntos telúricos?
—No. Es cierto que los puntos telúricos tienen que ver con un lugar de poder. En León hay más de 200 puntos mágicos. Lo que da muchas veces ese carácter mágico a un lugar es que están en puntos telúricos —y eso se puede medir—, donde las energías de la tierra pueden influir en el ser humano y generar estados alterados de conciencia.
—¿Investigar sobre misterios crea adicción?
—En el mundo de la investigación siempre hay una parte de misterio. Claro que crea adicción. Si descubres el origen de un misterio se te abren otras puertas. El misterio está allí donde no llegan ni la ciencia ni la historia.
—¿El folclore es una fuente fidedigna para indagar en el pasado?
—Es una fuente. Donde no hay registros escritos y, en ocasiones los textos históricos no son fiables, sobre todo en la Edad Media, hay que basarse en las fuentes orales. El folclore nos da una pista. Donde hay una leyenda, hay un poso de realidad. Luego hay que averiguar si es fidedigno o interesado, porque ha habido muchas falsificaciones. Es importante saber quién es quién en el pasado.
—En ‘Breve historia de la brujería’ despeja muchos tópicos sobre las brujas...
—Esa era la idea. Me di cuenta de que la mayoría habla de oídas. Hay que saber la labor que hizo la Inquisición y a quién más persiguió. Hay muchos tópicos que se han repetido y que forman parte de la leyenda negra española, pero que no eran verdad. A las brujas fue a las que menos persiguió la Inquisición. Persiguió más a los judaizantes, a los herejes y a los falsos conversos. Las cifras de miles de ejecuciones en la hoguera son falsas. No quiero decir que la Inquisición fuera buena. El concepto de bruja fue variando, a veces eran mendigas. Las torturas tampoco eran como nos las han contado. Por eso creía que era bueno hacer ese libro. La caza de brujas, que afectó a toda Europa y parte de América, duró tres siglos, pero empieza con la Edad Moderna, no tuvo nada que ver con la Edad Media.
—¿En qué nivel está León dentro de ‘La España extraña’?
—Es un libro que escribí con Javier Sierra y León tiene su protagonismo, como no podía ser menos. Tanto la Maragatería como el Bierzo son claves en esa España extraña o mágica. Pero es que desde el punto de vista histórico, no hay que olvidar que en el Reino de León se crean las primeras Cortes constituyentes, así que somos pioneros en muchas cosas. Tenemos una de las catedrales más fastuosas, en cuyos vitrales están las claves de los procesos alquímicos; unos vidrios que no cogían polvo, cosa que no ocurrió con los vitrales posteriores. Muchas de esas técnicas ocultas estaban vinculadas con los maestros constructores. Como anécdota, el alquimista francés Nicolás Flamel encuentra en León al maestro que le da las claves para indagar en la naturaleza de la piedra filosofal. León ha sido protagonista de muchísimos acontecimientos históricos y legendarios.
—¿Sobre las profecías del tercer milenio, con cuál se queda?
—Todas las profecías apocalípticas del fin del mundo han fallado. Los hechos son correctos, porque algún día ocurrirán, pero son incorrectas las fechas. Hay muchos agoreros que tienen mucho afán por vaticinar el fin del mundo, pero tienen ni idea.
—Usted fue el instigador del Museo de la España Mágica, ubicado en Toledo, ¿por qué no barrió para casa y lo trajo a León?
—Porque vivo en Madrid y Toledo me queda cerca. Además, había un lugar perfecto junto a la catedral. Cuando las condiciones son favorables y, encima en Toledo, que es una de las ciudades más mágicas e impresionantes de Europa, pensé que era el lugar ideal, lo que no quita para hacer algo algún día muy parecido en León. El museo es el mejor y el peor que existe, porque no hay otro sobre estos objetos, símbolos y personajes mitológicos que, todos ellos, configuran este pensamiento mágico que a mi tanto me gusta, igual que a Javier Sierra o a Nacho Ares. Es pequeñito, pero molón. Hay un poco de todo. En pocos metros está resumida la riqueza que ha atesorado este país.
—Con tanta bruja y seres demoníacos, ¿duerme bien por las noches?
—Sí, no hay nada como saber los entresijos. Cuando conoces el origen de ciertas supersticiones, dejas de creer en ellas. Sabes que todas en su día tuvieron una finalidad y por qué se crearon. El miedo es a aquello que no controlas; cuando lo conoces, desaparece.
—En su foto de WhatsApp posa con un muñeco extraterrestre, ¿se ha topado con alguno real?
—No. No sé si por suerte o por desgracia. Sí he conocido a personas que afirman haberse encontrado con estos seres. Me interesa mucho el mundo ufológico, porque es anterior a 1947 (cuando oficialmente empieza la era de la ufología). Hace poco me he topado con un documento de Tenerife del siglo XVIII. Es una carta en la que se comunica al rey de España no sólo el avistamiento de un objeto extraño que sobrevuela los cielos de Güímar, sino el avistamiento de los humanoides que estaban dentro. Creo que hay muchas cosas que no nos cuentan y eso lo hace interesante.
—¿Le han tomado por loco por investigar fenómenos paranormales?
—Nunca. La gente que me conoce sabe de mi seriedad, que no soy un friki y que intento documentarme y ser riguroso con las fuentes que manejo. Tanta tontería es negarlo como creerlo todo. En este terreno es fácil que nos den gato por liebre, pero rápidamente descubres a quien te toma el pelo o al interesado.
—En su email ha colado un 007. ¿Se siente un James Bond del misterio?
—Es por John Dee, un mago del siglo XVI que era espía al servicio de la reina Isabel de Inglaterra. En los mensajes que le enviaba, firmaba con 007. Los dos ceros representan a los ojos, es decir, ‘sólo para tus ojos’, que era una consigna de que aquellos informes eran confidenciales. De ahí lo tomó el escritor Ian Fleming.