noemí sabugal escritora
«La literatura debe ahondar en la identidad»
«Vivió de su blues, aunque a veces malvivió y se dedicó a limpiar escupideras o trabajar en un camión de la basura»
Q uién es esa chica sin suerte?
—La cantante, música y compositora de blues Willie Mae ‘Big Mama’ Thornton. Una mujer de un talento extraordinario que, aunque logró dedicarse a su pasión, mereció tener mejor suerte en la vida y en el mundo de la música. Debería, creo yo, ser recordada más y mejor. Por ejemplo, sólo existe una biografía de ella, que ha sido escrita por un autor alemán: Michael Spörke, hace un par de años; y me he encontrado libros sobre blues en los que ni siquiera se la cita, a pesar de la influencia de que tuvo en muchos músicos. Además, el título viene también de Unlucky girl, una canción que grabó en la gira que narro en la novela.
—La novela se desarrolla en el otoño de un año muy especial. Fue como la transformación del mundo, un poco como ahora. ¿Porqué decides plantear la obra justo en ese momento, en el el otoño de 1965?
—Cuando me estaba documentando sobre Big Mama Thornton, leí sobre su primera participación en el American Folk Blues Festival, un proyecto para llevar a Europa a los mejores músicos de blues de los Estados Unidos. Y me pareció que esa gira era un momento interesante para ser novelado. Por muchos motivos: el primero, por el gran contraste que ella y otros músicos encontraron entre el interés por su música en Europa, donde llenaban teatros, y un cierto olvido que se estaba produciendo en su país hacia el blues, aunque también era reivindicado por los movimientos por los derechos sociales de los afroamericanos, que veían en él una creación cultural propia. Después descubrí que el año de esa gira habían ocurrido muchas cosas: Lyndon B. Johnson había firmado la Ley de Derecho al Voto, para eliminar la discriminación que se producían en algunos estados hacia los votantes negros y esto había sido propiciado por las marchas reivindicativas de Selma a Montgomery. Además, Malcolm X había sido asesinado en febrero de ese año y también se vivía mucha tensión en varios frentes: protestas contra la guerra de Vietnam, las tensiones de la Guerra Fría —con la carrera espacial como otra forma de medirse—; las manifestaciones por los derechos de los homosexuales, las ecologistas y el auge del feminismo. Todo eso tenía que estar también presente en la novela.
—¿Qué espacio ocupa la documentación en tu proceso creativo?
—En este caso, el trabajo de documentación ha sido importante, pero nunca debe serlo más que la historia en sí. No debe ahogarla ni entorpecerla. Eso es importantísimo. Al final, se trata de leer veinte páginas o un libro para, tal vez, hacer un par de apuntes en un párrafo. Resulta clave leer sobre la época en la que se desarrolla una historia, sobre sus preocupaciones y las reivindicaciones de la sociedad para poder conectar con ella y trasladar ese espíritu a la historia, pero nunca debe convertirse en la historia. Para eso existen ensayos y artículos interesantísimos, que transmiten mucha información. La literatura debe ahondar más en otras cuestiones: la identidad, la creación, la frustración o la soledad.
—Dices que has aportado detalles de tus propias experiencias a la historia. A pesar del tiempo transcurrido, de las diferencias culturales con la protagonista, creo que todas las mujeres tenemos mucho más en común de lo que pensamos. Nos enseñan a vivir, a pensar y a sentir de una manera determinada. ¿Qué crees que tienes en común con Willie Mae Thornton?
—A primera vista, parecería que nada o muy poco. Pero conforme he ido avanzando en la novela, cada vez encontraba más elementos en común. O tal vez lo que ha ocurrido es que se ha producido una transferencia un poco extraña entre las dos, por mi parte. En el momento en el que cuento su historia, ella tiene la misma edad que yo ahora, pero una vida muy distinta, muy dura. Sin embargo, comprendo bien sus deseos de salir de su lugar de origen, un pequeño pueblo de Alabama, y desarrollar un trabajo creativo. Poder ser quien eres y dedicarte a lo que te gusta. También he hecho una especie de ‘mente colmena’ con ella, con reflexiones sobre sus dudas como música y creadora, al igual que las tengo yo sobre mi escritura. También sobre la tensión de tener que exponerse para que juzguen lo que haces, aunque en su caso es mucho más duro, porque el escritor puede atrincherarse en casa durante mucho tiempo, mientras que los músicos deben hacer conciertos. Y le he transferido en la novela experiencias mías en las ciudades en las que ella visitó. También comparto, supongo, la rabia que debió de sentir ante muchas cosas y los deseos de independencia. Pero yo soy mucho menos feroz o, al menos, lo disimulo mejor. Me gustan estas mujeres de carácter fuerte que nunca dejan de buscar.
— ¿Cuéntame cuál es tu momento preferido de la novela?
—Quizás, valorando también lo literario, me gusta un momento y una descripción que hay al final de la gira, en la última ciudad: Ginebra. Ella está en un hotel y hay una tormenta que cae sobre la ciudad. En unas horas se vuelven a Estados Unidos y ella está intentando descubrir cómo se siente tras todas las experiencias que ha vivido en esas cinco semanas en las que ha visitado casi treinta ciudades. No sabe si está triste o lo contrario. Es un momento en el que he intentado sentirme a solas con ella.
—¿Hay algún capítulo que te costara especialmente a causa del pudor? Lo digo por el tipo de persona y de vida que llevó la protagonista de tu novela.
—No, ninguno. Realmente, no se sabe bien qué vida vivió en lo personal. Me temo que una vida muy a la intemperie, porque no he encontrado ningún testimonio que hablara de alguna posible pareja. Supongo que la pregunta viene también porque algunos creen que era lesbiana, y se trataba de un momento en el que serlo era más difícil que ahora. Pero, como te digo, no he encontrado referencias de ninguna pareja, ni masculina ni femenina. Sí hay un momento duro de su vida al que apenas aludía y es que tuvo un hijo muy joven y se lo quitaron. No solía hablar de eso.
—¿Por qué razón crees que fue tan desafortunada?
—Tuvo una suerte irregular, supongo. Vivió de su blues, aunque a veces malvivió y tuvo que dedicarse a otros oficios, como limpiar escupideras, trabajar en un camión de la basura o limpiar zapatos, pero hubiera merecido más reconocimiento. Aun así, logró mantenerse en los escenarios, incluso en algunos momentos en los que sentía que se habían olvidado de ella y tenía que tocar en pequeños pubs donde cantaba y tocaba la armónica y la batería. Casi una mujer-orquesta. No sabría decir el motivo de que haya sido más olvidada que otras grandes del blues, pero creo que su fiera independencia pudo haber tenido algo que ver.