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poesía

Para hacer el amor

Propios como ajenos. antología personal Antonio Cisneros Visor, Madrid, 2017. 322 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MaRTÍNEZ
León

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E n la década del sesenta la poesía peruana viró hacia la dicción coloquial y narrativa, y el ritmo se alejó de las cadencias familiares para insertar en los versos y versículos una acerada crítica a la civilización occidental. Eliot, Pound y otros fueron sus mentores. Uno de los poetas del cambio fue Antonio Cisneros (1942-2012), que desde sus primeros libros suscitó un amplio reconocimiento de la crítica que ya nunca cesó. Se trata de uno de los más notables poetas latinoamericanos, al que podemos acercarnos por medio de esta Antología personal que tituló Propios como ajenos , «propios —señaló— porque han sido parte de alguna de mis vidas..., ajenos, porque en muchos de ellos no me reconozco más».

Cisneros es un poeta peruano, y conviene decirlo porque viajero como fue, viviendo en distintas partes del mundo (Londres, Niza, Budapest, California, Berlín...), siempre llevó a su país prendido a su poesía. En el epílogo de la antología, otro poeta, Marco Antonio Campos, alude a la variedad temática y formal de Cisneros: adaptaciones bíblicas, recreación de historias peruanas, piezas testimoniales y políticas..., sea en verso libre y libérrimo o en poemas en prosa en su último libro, Un crucero a las islas Galápagos (2005). El primero fue David (1962), en el que cantó la historia del rey bíblico con afán desmitificador, el mismo que hay en Comentarios reales (1964) en relación con la Conquista, en «un intento de revisar la historia burguesa tradicional, desde la poesía». El Cisneros más insólito comienza con el Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968) y continúa con Agua que no has de beber (1971) y Como higuera en un campo de golf (1972); ahí se muestra facundo, irreverente, versiculario, prosaico y acarreador de materiales diversos que logra articular con rara argamasa verbal para lanzar una mirada mordaz sobre realidades comunes, por ejemplo, sobre Karl Marx en su vida ordinaria, mientras «su mujer hervía las cebollas y la cosa no iba y después sí». La libertad del verso es también libertad retórica e imaginativa. La seriedad se reviste de humor, burla y crítica. Un poema es justamente famoso, el que comienza: «Para hacer el amor / debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha, / tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra / para hacer el amor». No es, como se ve, una poesía —aparentemente desordenada y confusa— a la que el lector español esté muy acostumbrado.