Rivas: «Sentir vergüenza es una revolución»
l ‘Contra todo esto’ es una mirada a la realidad hedionda y avergonzante. Manuel Rivas se siente «avergonzado ante la descivilización». Afirma que «El oficio más antiguo del mundo es mirar para otro lado». La vergüenza es el combustible y el motor de ‘Contra todo esto’, una colección de textos «insurgentes» .
E l oficio más antiguo del mundo no es la prostitución, es mirar para otro lado». Tomada de una exprostituta, esta frase le sirve a Manuel Rivas (La Coruña, 1957) para explicar cómo ese afán de no desviar la mirada de una realidad desagradable, hedionda y avergonzante, es el motor y el combustible de Contra todo esto (Alfaguara). «Una vergüenza que no hemos visto en el caso Cifuentes», dice el autor de un combativo libro, un «manifiesto rebelde» que se cruzó por su cabeza cuando batallaba con una novela.
«Arranca de un sentimiento de vergüenza para convertirse en un alegato y mostrar después una profunda indignación ante lo que está pasando», asegura el autor de unos textos «insurgentes» nacidos del profundo bochorno que siente ante el galopante proceso de «descivilización» al que asistimos. «La vergüenza detecta el abuso, te conecta con la conciencia y con la rebelión; te hace ver lo oculto, lo que no quieres ver», dice Rivas.
«Es la vergüenza colectiva la que transforma el estado de las cosas», plantea el escritor, que sintió ese provechoso «bochorno» y que ha hecho de la literatura «un instrumento óptico de la conciencia que te permite ver lo que no está bien visto y lo que no quieren que veamos». Su solución es que el sentimiento de vergüenza que él alberga «sea universal». «Sentir vergüenza es hoy una revolución. Parece una simplicidad, pero no lo es cuando la hemos perdido», asegura.
El caso del máster de Cristina Cifuentes y los aplausos que la cuestionada presidenta de la Comunidad de Madrid recibió en la convención del PP en Sevilla prueban, a juicio de Rivas, «que no siempre funciona el fusible de la vergüenza» y que en ese caso «el apagón es tremendo. Total».
Propone Manuel Rivas dar un paso al frente para revertir la situación. «Vivimos un lento hundimiento en el bochorno, un proceso de distopía y retroceso», asegura. «Pasamos de un mundo con un horizonte multicolor a otro de descivilización, de retroceso de derechos de rearme, machismo, corrupción y desigualdad», lamenta el autor de novelas como Un millón de vacas , Los comedores de patatas o La mano del emigrante.
Aliada con la ironía, la palabra vuelve a ser el «arma definitiva» en manos de este escritor y periodista que trabajaba en una novela «cuando las palabras me llevaron al compromiso». «Las palbras son como luciérnagas: biodetectores, como esos insectos bioluminiscentes que están en peligro de extinción, como las palabras cuando se contaminan», explica el escritor. Las palabras son «víctimas» y «están siendo penalizadas en una España en la que parece que hay una obsesión por controlar hasta las coplas», denuncia. «Aunque el poder cada vez se mueve mejor en el secretismo, el silencio y la desvergüenza, en España siempre hubo un pueblo en lucha por la libertad frente a un poder que ha desconfiado de él», asegura, con todo, el ganador de premios como el Nacional de Narrativa o el de la Crítica.
Apisonadora capitalista
Quiere Rivas «poner la libertad en el centro del lenguaje». Acceder a través de sus textos rebeldes «a un espacio sin miedo, de insurgencia y rebeldía no dogmática». Y lo hace con un manifiesto que define como un «libro activista, esperanzado e irónico» para plantar cara a la «apisonadora del capitalismo impaciente» que responde «a un modelo económico invasivo y totalizador». «La ironía es una herramienta fundamental de la literatura», sostiene. Cree, como afirmaba Sánchez Ferlosio, que «la esperanza se esconde en la etimología de la desesperanza». Asegura que su misceláneo y heterogéneo manifiesto «está lleno de chispas de esperanza».
Contra todo esto es su reacción ante un panorama desolador. Habla de deterioro, de hibernación, de degradación, de rearme, de retorno a la guerra fría y de desmantelamiento intencionado de Europa «en un espacio político, público y social en el que cada vez se siente menos vergüenza». «Se ha corrompido y anestesiado ese sentimiento achicando los espacios comunes y de solidaridad», lamenta Rivas que aborda asuntos como el feminismo, la lucha contra el cambio climático o la «canallocracia» de las políticas neoliberales.
Reberlarse contra la injusticia
«Acabar con Europa es parte de la estrategia neoliberal y neoconservadora. Thatcher era gusano en la manzana» asegura Rivas advirtiendo, muy a la gallega, que no cree en las conspiraciones pero «que haberlas, haylas» y «atacan además lo que era un depósito de esperanza para el mundo». Sabe que el avance de la apisonadora neocapitalista no se detiene ante nada y ante nadie. «Quieren abaratar al ser humano y privatizar hasta el aire y declarar enemigo a todo lo que se mueve: emigrantes, refugiados y hasta viandantes» lamenta.
Medio siglo después, cree Rivas que hay que abanderar las mismas reivindicaciones que en el Mayo de 68 y de la Primavera de Praga, «cuando se conectó la libertad personal con la colectiva». «Rebelarse contra la injusticia es la mejor historia de la humanidad. Intentarlo nunca supone un fracaso», dice. «Encerrarse en la torre de marfil y no luchar contra las oleadas de mierda que tratan de derribarla no es la solución» asegura Rivas, para quien «Mayo del 68 no fue un fracaso como lo son hoy el retroceso y la descivilización». Asegura este narrador y periodista que aún confía en el maltrecho periodismo como revulsivo dignificador. «El periodismo es activismo. Es otro biodetector y por eso quieren callarlo y matarlo. Y no sólo en México, en Turquía, en Rusia o en la Norteamérica de Trump, países donde las jaulas andan detrás de las palabras libres», dice advirtiendo «que no me he afiliado al partido apocalíptico». «Ante al crisis de la democracia, más democracia. Ante la del periodismo, más periodismo», es la esperanzada receta de Rivas.