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León

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álvaro soto

Herman Melville, Richard Yates, Thomas Mann o Silvia Plath son algunos de los mejores escritores de los siglos XIX y XX y todos ellos tienen en común haber vivido existencias torturadas. «La gran literatura implica sufrimiento», asegura Santiago Velázquez (Madrid, 1977), que ha perfilado con su pluma a estos y a otros grandes autores y en su nueva obra, Soñaré en tus manos (Playa de Akaba). Cervantes escribía en una celda y Flaubert se flagelaba pensando que estaba desperdiciando su vida mientras pespuntaba Madame Bovary. Velázquez se pregunta «qué lleva a estos autores a escribir sabiendo que probablemente nadie les lea», y él mismo se responde: «La vocación literaria». «Para ellos, escribir no es un pasatiempo, sino algo que anteponen a cualquier otra cuestión vital y que les genera exclusión», agrega el autor de, entre otras obras, La extraña ilusión (Premio Tiflos de Novela 2012), Viaje de invierno y Todos los hombres que nunca seré. El malditismo funciona como combustible para la mejor literatura, cree Velázquez. «Es difícil que un escritor que tiene una vida satisfactoria o que es feliz haga una buena literatura», cuenta. Entre sus favoritos, W. G. Sebald, que acababa de publicar Austerlitz cuando murió, en 2001, a los 57 años, en un accidente de tráfico. O Bukowski, un fantasma sin éxito hasta que cumplió 40 años y un obseso del sexo.