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POESÍA

Testigo de mi tiempo

historia de un alma Antonio Praena Premio Gil de Biedma. Visor. 86 páginas.

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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C omienza Historia de un alma, del granadino Antonio Praena, con un especie de prontuario en el que a la belleza, al igual que a lo divino para místicos, «tan sólo quien se pierde le da alcance», quien se olvida de sí mismo y sabe que «hay noche más allá de la noche» -resonancia indudable del título más elevado de Antonio Colinas-, y que huyendo de sí mismo puede «alcanzar luz más oscura», oxímoron que no desagradaría acaso a Juan de la Cruz. Pero tras el poema inicial, tal vez como contrapunto, crea un personaje rico, guapo, con coche de lujo desde el que observa la calle, oculto en la noche y tras los cristales ahumados, como cazador furtivo, para elegir la mejor pieza que llevar a la cama, hambriento de sexo cada Finde , como se titula un poema y ansioso del Carpe noctem como se titula otro, sin duda haciéndose eco de un excelente libro de poemas de Aurora Luque así nominado.

El personaje, en su altanera superioridad, sabe «cuántos mundos / se esconden en lo oscuro de este mundo», cuántas vidas despojadas y tristes como sintetiza la letra de un tatuaje: «Aquí no queda espacio para tanto vacío». El poeta tramita ese mundo y ese personaje con prosaísmos y elementos «antipoéticos» como los siguientes: «las que visten peor me ponen mucho», «poniéndome hasta el culo de farlopa», etcétera. Todo ello en la primera sección, de las cinco de que consta el poemario. Puede pensarse que son poemas deficientes, pero no es el caso; dueño de lenguaje y ritmo, Praena no desdeña ningún elemento verbal, por prosaico que parezca, como han hecho otros grandes poetas (Ángel González por ejemplo).

Avanzando en la lectura, el personaje muestra también su lado culto y reflexivo, su consciencia de que la vida tiene un final sabido y de que «no porque van al mar los ríos son la vida, / sino porque son sucios y profundos», lo que no dijo, aunque lo sabía, «el muy hijo de puta» de Manrique. Aquí vemos cómo el personaje nunca abandona su lado mundano, ni deja de celebrar su porte viril, su atractivo, el gusto por la riqueza, los coches de lujo, el placer de la carne, la materia, en suma, y no los inconsistentes ideales platónicos. Percibimos también la crítica y la ironía del poeta; pero ese personaje diseña un programa ajeno a la verdad de la vida y de la belleza, que responde al estereotipo posmoderno del lujo, el culto del cuerpo, el placer, el dinero, el poder y la virilidad, algo que expresa bien este verso: «También yo soy testigo de mi tiempo».