Diario de León

poesía

Si sabes tu muerte, ya lo sabes todo

me despierto, me despierto, me despierto Jorge Gimeno Pre-Textos. Valencia. 96 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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E n una antología reciente se dice de Andrés Gimeno (Madrid, 1964) que es el poeta de la desazón y el malestar por excelencia, con «un decir exiliado de la felicidad» y atraído por el fraseo entrecortado, la ironía y el sarcasmo. Puede que así sea en los dos únicos libros anteriores del autor, Espíritu a saltos (2003) y La tierra nos agobia (2011), pero no lo es en tal extremo en el tercero, Me despierto, me despierto, me despierto , título a cuya reiteración no acabo de verle la razón. No es una poesía complaciente, por supuesto, ni cómoda ni fácil por su forma desacostumbrada, pero sí eficaz por la siembra de sorpresas expresivas. Si nos detenemos en los primeros poemas descubrimos el fraseo entrecortado, las frases de impacto, aisladas, como si no necesitaran continuidad, los golpes de efecto, con imágenes que no despreciaría un creacionista como Huidobro: «una cabra come mercurio / en lo mejor del cielo» o «confundo los girasoles / con ovejas carbonizadas».

Una serie de fragmentos se titula Estupas , palabra oriental que alude a momentos espirituales que originan paz y serenidad. Cada fragmento entiendo que se concibe como una estupa, aquí un poema breve, de carácter gnómico y sentencioso, con sabor a sabiduría oriental, budista: «El sabio ignora / lo que hay que saber: / que no es él, / que no es nada, / que es una suma / de nubes». El poemario de Gimeno parece reflejar las huellas de un viaje a Oriente, a la India en concreto, entreverando algunos poemas de amor en los que lo emotivo transita más fácilmente hacia el lector. De ese viaje botan los poemas, con títulos como Taj Mahal bajo la lluvia . Pero Oriente no es solo un viaje turístico o una inmersión en el pensamiento hinduista o budista, sino también el espacio de guerras devastadoras como la de Irak o la de Siria. La poesía no es ajena al mundo de la violencia, como atestiguan los poemas titulados La batalla de Mosul y La caída de Alepo . El poema más extenso, cerrando el poemario, es Ley natural , cuyo epígrafe alude a la Dhammapada , nombre dado a una obra que contiene las enseñanzas esenciales de Buda en forma de aforismos. Sobre esa pauta se construye una larga composición a base de fragmentos de carácter gnómico con sentencias encadenadas, muchas de ellas de difícil intelección, aportando perlas como estas: «Si sabes tu muerte, ya lo sabes todo», «Si tu ojo no mira, estás muerto», «Para estar aquí, tienes que no estar».

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