Diario de León

Eduardo Mendoza se disfraza de Rufo Batalla

l El barcelonés lanza sus anti-memorias, ‘El rey recibe’. Tras ganar el Cervantes, regresa con una trilogía que revisa el siglo XX en clave irónica y a través de la mirada de un periodista que vive la historia en primera persona

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), antes de la presentación de su novela ‘El rey recibe’

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), antes de la presentación de su novela ‘El rey recibe’

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cristian reino
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E duardo Mendoza (Barcelona, 1943) comprendió que ha llegado a un punto de su vida y de su trayectoria como escritor en el que debía cambiar de registro y plantearse «algo» con sus memorias. «Es un triste privilegio de la edad; hay que ir dejando constancia de lo que hemos vivido», ironizó esta semana en Barcelona, en su regreso a la arena editorial tras ascender al Olimpo cervantino hace dos años. Pero ni por asomo se le ocurriría escribir unas memorias al uso, ya que si mira a su pasado comprende que a veces fue «un gilipollas». Así que repasa el siglo XX en clave irónica a través del periodista Rufo Batalla, un personaje muy conectado con él y en una trilogía cuya primer entrega, El rey recibe (Seix Barral), presentó en su ciudad natal y en medio de una enorme expectación.

«Al llegar a cierta edad, uno se da cuenta de que ha sido testigo de acontecimientos que en su momento parecieron trascendentales», apunta Mendoza, quien a partir de esa reflexión se embarcó en una aventura narrativa que pretende recorrer notables fenómenos y acontecimientos políticos y culturales.

«No son unas memorias disfrazadas», advierte reconociendo que las tres novelas tiene elementos autobiográficos y que «parten de la misma idea que podría haber dado lugar a unas memorias». «Hay dos formas de contar la historia: como sucedió y como la hemos vivido», reflexionó en la presentación. «Si no contamos nosotros los acontecimientos, nadie los contará», sostuvo. Pero aclaró a renglón seguido que no pretende «contar cómo fueron las cosas, que eso ya lo hace los historiadores», sino «cómo las vivió el protagonista», un personaje que recuerda al de La verdad sobre el caso Savolta , la novela que renovó la narrativa española a mediados de los setenta.

«Escribir mis memorias sería aburrido, dado que exigiría rigor», señaló. Por eso se le ocurrió convertir lo que sería el relato cronológico de unos acontecimientos en tres novelas, tres crónicas que no pretenden ser exhaustivas y no rehúyen lo subjetivo ni lo dogmático.

«Quería escribir la novela de un personaje que fuera pasando por los momentos que a mí me parecen más importantes de mi historia personal, y esto es lo que empecé a hacer y estoy haciendo», aclaró sobre las intenciones de su esperado regreso a la arena editorial después de ganar el Premio Cervantes, máximo de las letras en lengua española, en el año 2016.

Trascendentales... o no tanto

Reconocía cómo, de alguna manera, existe un paralelismo entre Rufo Batalla, el protagonista de El rey recibe , con el personaje central de La verdad del caso Savolta , su obra más conocida. No llega a ser su ‘álter ego’ completo, pero ambos viven los acontecimientos históricos en primera persona.

También admitía el laureado escritor que hay acontecimientos que en su momento le parecieron trascendentales y que luego «resultaron no serlo o fueron algo muy distinto de lo que parecían». Se da cuenta de que ha vivido grandes transformaciones sociales sin advertir su importancia mientras se desarrollaban a su alrededor. Es lo que le ocurrió, por ejemplo, con el caso Watergate , que vivió en Estados Unidos mientras era traductor de la ONU. «¿Y por eso echan a un presidente?», pensó entonces. Con el tiempo, ha sabido entender la dimensión del caso y hasta su trascendencia, ya que «su dimisión fue muy positiva y útil, pues el fantasma del famoso impeachment ha sobrevolado sobre todos los presidentes posteriores».

Mendoza reconoce, de hecho, que pasa una cierta vergüenza cuando recuerda las cosas que pensaba y que decía hace años. «¡Cómo sentaba cátedra!», se admira autocrítico, asumiendo que al echar la vista atrás ve que «era un gilipollas». «Por eso no quería escribir mis memorias», admitió ayer entre risas.

La primera entrega de la trilogía, que transcurre a caballo entre Barcelona y Nueva York, comienza en la década de los sesenta y concluye a principios de los setenta, con el atentado contra el almirante Luis Carrero Blanco. Batalla es testigo de fenómenos sociales como la igualdad racial, el feminismo o el movimiento gay, «movimientos transversales que reclamaban un respeto, un protagonismo y un derecho para unos grupos que ya no eran homogéneos». Su pretensión es que la tercera parte de la trilogía concluya en el año 2000. Le extrañaría llegar hasta la actualidad. «Hay que pararse cuando el pasado deja de ser pasado y se convierte en el anteayer», dijo Eduardo Mendoza risueño y sin descartar en absoluto que pueda haber un cuarto libro.

El autor de La ciudad de los prodigios o Riña de gatos escribe sobre la etapa final del franquismo, pero niega que se puedan hacer paralelismos históricos entre aquel periodo y el actual, a pesar de que haya quien lo haga, como la izquierda radical o el independentismo, y aunque haya casos «controvertidos» que han tenido mucho bombo, como el del rapero Valtonyc o el secuestro del libro Fariña .

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