POESÍA
Apuntes madrileños
CAPITALINOS Jesús Munárriz La Isla de Siltolá, Sevilla, 2018. 142 páginas
S i el jaiku o haiku disfruta de auge en la actualidad se debe, en buena parte, al empeño y buen hacer de Jesús Munárriz, que en sus Ediciones Hiperión ha publicado de modo constante excelentes traducciones de los grandes cultivadores del género en Japón, antologías y tratados como el titulado El haiku japonés. Historia y traducción (1994), de Rodríguez-Izquierdo, un primer acercamiento todavía fundamental. Los poetas en lengua española lo han adaptado y en contados casos labrado con acierto. Entre estos hay que contar a Munárriz, que conoce bien las características fundamentales del haiku: la brevedad (diecisiete sílabas) acompañada de intuición, intensidad, revelación del instante único y alusión a un elemento de la naturaleza condensado en una de las cuatro estaciones. De ahí que Munárriz agrupe sus haikus siguiendo el ciclo estacional, del invierno al otoño, y que siga la esencia del haiku, que no es abstracto, sino concreto, y que no expresa mensajes, sino intuiciones momentáneas: «Noche de reyes. / Se camuflan los cedros / entre la niebla».
Como indica el título Capitalinos , los haikus de Munárriz son «apuntes madrileños» y recogen paisajes urbanos de todo tipo. Es la gran ciudad la que el poeta pasea bosquejando instantáneas, golpes de vista, detalles sorprendentes, creando un conjunto vivo en el que conviven lo natural (flores, árboles, etc.) y el paisaje humano de gentes diversas, mendigos y otros convecinos. De este modo, los haikus invernales nos hablan del sol pálido, el viento frío de la sierra, nevadas, lluvias, nieblas, vientos, escaparates, festividades, mendigos, la gracia de una flor y algún rasgo de humor; he aquí dos ejemplos: «Cartones, mantas, / mendigos en los quicios, / frío febrero»; «Sopla una ráfaga / y pierde los papeles / su señoría». Los haikus primaverales aluden al ambiente fresco, al renacer de flores que se extiende por calles, plazas, el Retiro, curiosidades, intuiciones y maravillas como esta: «Lluvia de estrellas: / flores de paraíso / desperdigadas». En los haikus veraniegos sorprendemos imágenes diarias en las que no reparamos, calores, tormentas, sensibilidad ante la indigencia o ante lo breve, sencillo y bello: «Arracimadas, / marfileñas, sencillas, / ¡flores de acacia!». Finalmente, los haikus otoñales aluden de nuevo a los mendigos, las lluvias, el ocre de árboles y hojas caídas, primeras heladas, rasgos de humor...: «Vende abanicos / en la calle, en noviembre, / ¡será optimista!».