Contra los tópicos

N o hay duda: es innovador luchar contra los tópicos, especialmente si están acendrados en la sociedad. Es lo que consigue Sara Mesa en Cara de pan , con la narración entre una adolescente (con nombre propio, Casi, de evidentes connotaciones alusivas a su edad) y El Viejo, un pordiosero, bohemio, aficionado a los pájaros y apasionado por la cantante Nina Simone. Es la unión de dos soledades. Su encuentro y su relación tienen lugar en un parque donde se ven todos los días, pero la relación es de absoluta limpieza, sin peligro alguno. Todo es sencillez y la narración (sólo abandona el espacio del jardín en la segunda parte) una experiencia frustrada. Es innecesario advertir la sencillez argumental, con una adolescente que abandona el instituto, por problemas personales con los compañeros, para acompañar al Viejo y admirarse ante el paisaje y el mundo de los pájaros. Y surge el misterio: el Viejo busca algo en ella, aunque casi no sea capaz de dárselo, al menos de momento. Y ella nada puede contar a sus padres de su plan de vida. Ni a su hermano que, desde lejos, viene a visitarla.

La segunda parte, La cafetería , es el contacto con el mundo convencional. No saben comportarse en el establecimiento, no es su mundo, pero la vida ha cambiado. El Viejo le cuenta su vida pero la consumición en el bar es imposible y serán expulsados al final del establecimiento, símbolo del rechazo social. En cierto momento, vuelve al instituto: «Ahora que no está Marga y que ella no tiene cara de pan, el instituto puede soportarse». La convencionalidad externa persiste y la niña Casi asiste, sin aprovechamiento alguno, a las consultas de una psicóloga. Su mundo está en el parque, mundo descrito con admirable precisión al describir el anillamiento de los pájaros. Y así termina esta espléndida novela: «El viejo hacia la derecha, cabizbajo, asimétrico, su caminar de loco, hacia el pasado; la niña hacia la izquierda, cabizbaja, asimétrica, su caminar de loca, hacia el futuro». Es la vida que pasa.