Filandón
Un homenaje a las mujeres que contagian valentía
Elvira Lindo recopila en un libro la vida y el ejemplo de 29 luchadoras . Filandó n ‘30 maneras de quitarse el sombrero’ es el regreso de LIndo al ruedo literario después de tres años de silencio. Lo llama «un acto de admiración»
María Guerrero, Pippi Långstrump o Dorothy Parker son algunas de las protagonistas de 30 maneras de quitarse el sombrero, el retorno literario de Elvira Lindo en el que, tras un periodo de «inseguridad tremenda», retrata toda una serie de biografías que le han marcado. «Me han contagiado valentía», explica.
Autorretrato. Una mujer inconveniente es el cierre de 30 maneras de quitarse el sombrero (Seix Barral) y una semblanza de la propia trayectoria de la escritora, donde repasa el éxito de Manolito Gafotas, la «autocensura» que se impuso en las viñetas Tinto de verano, su infancia, o donde reflexiona sobre el humor.
Aunque la biografía de Lindo (Cádiz, 1962) impregna cada una de las historias que retrata en este volumen, su regreso al ruedo tras Noches sin dormir (Seix Barral, 2015), ya que, a través de anécdotas o su acercamiento a estos personajes, va desgranando cada una de estas maneras de «quitarse el sombrero».
«Yo me quito el sombrero muy a menudo porque generalmente las cosa que escribo las suelo escribir compartiendo la admiración que siento por algunas personas, por las cosas que veo, leo, siento, escucho. Eso es lo que mueve el sentido del libro, donde han cabido veintinueve mujeres, pero yo creo que se podrían hacer más volúmenes», explica la escritora.
Ana Frank, Concha Méndez, Elena Fortún, Gloria Fuertes, Patricia Highsmith, Alice Munro, Chimamanda Ngozi Adichie, Joan Didion o Margaret Atwood cohabitan en las páginas de 30 formas de quitarse el sombrero junto a personajes ficticios como Tristana —un homenaje a Benito Pérez Galdós— o Pippi Långstrump. Todas ellas mujeres que a lo largo de la historia se han visto obligadas a quitarse el sombrero de la imposición social, como hicieran, literalmente, Maruja Mallo, Margarita Manso o Concha Méndez en los años 20, y que a Lindo le han contagiado «valentía».
Como Grace Paley, a quien Lindo destaca por ser una «feminista comprometida socialmente, pero siempre vital y alegre». Dorothy Parker, que «tenía oído para recoger el sentir de su época», o la fotógrafa Sally Mann, vilipendiada por la osadía de retratar la desnudez de sus hijos en el campo salvaje del estado de Virginia.
Mujeres «inconvenientes», como se define la propia Lindo: «Para hacer algo que te sientas satisfecho, para llegar a ser algo, para llegar a tener una voz propia, hay que haber metido algunas veces la pata. Y yo considero que como me he arriesgado en muchas cosas pues sí, hay veces que he metido la pata, que las cosas no me han salido bien», recalca.
«Soy el resultado de esa trayectoria. Sí, hay quien me ha considerado inconveniente —asegura— por las cosas que escribía o por tratar de tener un lugar en este mundo cultural habiéndome casado con un hombre escritor que ya era muy importante cuando lo conocí».
Ante todo, ilusión
Reconoce que ha vivido «cosas un poco desagradables» y objeto de comentarios «desconsiderados», aunque siempre ha prevalecido su «ilusión por hacer cosas», su pasión, y el cariño y la confianza de las personas que la rodean.
30 maneras de quitarse el sombrero, prologado por Elena Poniatowska, incluye textos ya publicados y otros redactados ex profeso para el volumen, uno que surgió por iniciativa de la editora de Lindo, Elena Ramírez, cuenta la escritora. «Elena estaba un poco impaciente conmigo, un poco inquieta, porque yo no publicaba, porque tuve un periodo de inseguridad tremenda, pensaba que no quería volver a publicar nada. Ella empezó a decir, ‘tienes textos ahí que habría que trabajar’ y fue un empeño suyo», apunta Lindo.
Su editora, comenta, se encargó de recopilarlos en gran parte. «La idea fue suya y además hizo el gran trabajo de una auténtica editora: tienes un autor que parece que esté en crisis y todo eso, y lo que haces es avivarlo para que se ponga a hacer cosas», apostilla, y añade, que, así, ha vuelto a «exponerse» a la vista de los demás.
«Eso está bien —continúa—. En el fondo es un trabajo que te tienes que exponer, tienes que exponerte a las buenas o las malas críticas, hay veces que no te sientes recompensando. Te dan bajones por eso, pero creo que todo el mundo ha pasado por esas fases a no ser que tengas una vanidad a prueba de bombas», concluye la escritora.