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Historia recuperada

Cuando Ponferrada era la capital del dólar

‘El tiempo de la Minero’ disecciona el despegue de la MSP y el desarrollo de Ponferrada y Villablino. Filandó n ESTAMOS a punto de despedir el año en el que se cumplieron 100 del nacimiento de la MSP, la empresa que permitió el desarrollo industrial del oeste de la provincia y modificó para siempre la fisinomía humana, económica y topográfico de los valles del Bierzo y Laciana La mina Teófilo se bautizó como ‘Barrio Regalao’ por el nombre del propietario, Regalado Álvarez Arias

El libro ‘El tiempo de la Minero’ atesora cientos de imágenes inéditas que salvan escenas que en gran parte se han perdido en la memoria de los bercianos, los lacianiegos y de todos los leoneses. Es el caso, por poner unos pocos ejemplos, de l

Publicado por
CRISTINA FANJUL/DIARIO DE LEÓN
León

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La revolución que se produjo con la construcción del tren que unió Ponferrada y Villablino permitió una explosión demográfica que ni siquiera frenó la terrible ‘gripe española’. La hazaña de la MSP se ha documentado gracias a la labor de investigación de Víctor del Reguero y Jesús Courel, que han logrado rescatar cientos de imágenes inéditas, buena muestra de la revolución que supuso el desarrollo minero para la provincia. Además, incluye documentos tan curiosos como la carta enviada por el director de la empresa, Marcelo Jorissen, ‘El Belga’, una vez pasados los sucesos revolucionarios de octubre de 1934, aludiendo al despido general de la plantilla, y también uno de los comunicados enviados por los miembros del Partido Comunista en la clandestinidad a Radio Pirenaica con ocasión de las primeras huelgas de la minería en la dictadura franquista, en los años 1962 y 1963.

Las condiciones de los mineros a principios del siglo pasado eran dantescas.

Los autores introducen al lector, desde la primera página, en ese mundo de minas y trenes que fue ‘la Minero’ a través de las siguientes líneas: «Durante años, cada día, miles de hombres entraron en las bocaminas y bajaron a los pozos, llegaron a los talleres o a la central eléctrica, acudieron a las estaciones o condujeron los trenes, compartiendo con el resto de gentes de estas tierras lo único que tenían —su tiempo, su fuerza, su vida— y aportando con ello una contribución esencial no solo para el desarrollo de una empresa, sino a la evolución y progreso del territorio que habitaban. Todos y cada uno conforman la historia de la Minero y su tiempo, como configuraron un paisaje humano de hombres que durante muchos años iban y venían de la mina a pie o a lomos de una bicicleta, con las caras tiznadas, en las que resaltaban los ojos deslumbrados por la luz. Cuando se lavaban esas caras, las cicatrices azuladas, causadas por el polvillo del carbón que se quedaba atrapado en las heridas, eran también su seña de identidad. La seña de identidad de una profesión a punto de extinguirse. Lejos pero cerca, cerca pero lejos, otro personal de la empresa —oficinistas, sanitarios, maestros, peones y obreros en los talleres, los lavaderos o la central eléctrica, ferroviarios, etc— se ocuparon de sus respectivos trabajos en Ponferrada. Ambos territorios, Laciana y Ponferrada, conformaron las dos partes esenciales de la Minero; en una estaban las minas de las que se extraía el carbón, en otra las instalaciones industriales que transformaban y enviaban ese carbón al mundo. Junto a todos ellos, las mujeres tuvieron un peso imprescindible, contribuyendo con su aliento e incansable trabajo al sostenimiento de cada hogar y cada familia. Y, en su contexto, todos sus vecinos: comerciantes, artesanos, profesionales liberales y un sinfín de personas que encierran, entre todos y en sí cada uno, una historia que conforma la pequeña gran intrahistoria de este siglo».

Imagen de la portada del libro 'El tiempo de la minero'

La imagen de la portada, convertida ya en icónica, recoge una bucólica escena de varias personas a bordo de la dresina que los ingenieros utilizaban en los primeros años de la empresa para trasladarse entre Villablino y Villaseca de Laciana. Proviene de un pequeño negativo de acetato, custodiado en el Archivo del Club Xeitu. Otras muchas provienen de fondos de instituciones públicas o colecciones particulares. Entre todas abarcan algo más que el siglo que va desde 1918 a nuestros días. Entre las más antiguas, está la que en 1883 disparó el famoso Laurent al puente Querol de Ponferrada, con el castillo de los templarios al fondo, o una totalmente inédita del cargadero y las instalaciones de la mina Teófilo, en Villaseca de Laciana, que data de 1916. El surgimiento de esta mina supuso, cuentan los autores, que la zona fuese bautizada en pocos años como ‘Barrio Regalao’, topónimo que aún se mantiene y que hace alusión a uno de los dueños de la mina, Regalado Álvarez Arias.

Otras muchas imágenes recogen lugares, momentos e hitos históricos, costumbres y afanes, rostros de los protagonistas... tanto de la pequeña, como de la gran historia. Se hacen guiños a la intrahistoria como la referencia al amor surgido entre los primeros vascos llegados a las obras del ferrocarril y mozas de los pueblos por los que la vía pasaba, con la foto de unos jóvenes Valerano Gaztelumendi y Argentina Penillas para ejemplificarlo, compartiendo todos esos nombres anónimos espacio y líneas con otros más destacados y conocidos. Entre estos, el Conde de los Gaitanes o Marcelo Jorissen ‘El Belga’, quien aparece en soberbio retrato inédito de Amer y de quien los autores trazan unas líneas biográficas para concluir que «su impronta personal y su entrega total a la empresa le han situado como personaje esencial en la historia de la MSP y su territorio, actor y protagonista de sus avatares durante seis décadas».

El libro aborda aspectos como la construcción del ferrocarril (con la figura emergente de Francisco Cambó), la gripe de 1918, las luchas sindicales casi seculares o la actividad comercial que despegó con la actividad minera: la calle del Reloj de Ponferrada, con la pléyade de nuevos establecimientos de todo tipo que se abrieron para atender la demanda de la población que iba llegando, con exponentes como la cantina de Villager de Laciana, en la que lo mismo podían comprarse dinamita, madreñas, candiles de carburo para la mina, tejidos o alimentos. Las primeras fábricas de luz, la central termoeléctrica de MSP, la declaración de Monumento Nacional para el castillo de los templarios, los primeros equipos de fútbol, la República y la guerra, los proyectos urbanísticos y arquitectónicos surgidos y los frustrados, el espectacular auge de la empresa gracias a la autarquía del primer franquismo y, de la mano, el crecimiento urbano y demográfico de la ciudad y la cuenca del Sil (con mención expresa a la «arquitectura made in MSP»), todo ello de la mano en dos mundos —Laciana y Ponferrada— unidos por el Sil y su destino, que se entrelazan como el río y el ferrocarril lo hacen continuamente a lo largo de su recorrido, para configurar un paisaje común, reflejo del propio tiempo.

La ciudad del dólar

La térmica de Compostilla inaugurada por Franco en 1949, los pantanos, el Coto Wagner, los nuevos grupos mineros y el definitivo paso a la modernidad, con Ponferrada en plena época de «la ciudad del dólar» y Villablino convertido en una especie de «Alaska en pequeño», dan paso al ocio: las emisoras de radio, los cines y las películas del momento, el deporte, la nueva música, los albores del esquí en Leitariegos o el teatro del Grupo Conde Gatón.

Con la llegada de la democracia, en 1977, los autores hacen un guiño a los nuevos tiempos —también de la fotografía— y las páginas del libro comienzan a salpicarse de color. Entre estas últimas hay fotos que ya son historia, y que firman fotógrafos del Diario de León como Norberto Cabezas, Ramiro López o Luis de la Mata. La más reciente de toda la colección es una, tomada este mismo año por uno de los coautores del libro, Víctor del Reguero, que muestra el desmantelamiento del gran lavadero de carbón de la MSP en Villablino. El derrumbe de parte de su estructura, entre una nube de carbonilla, es el triste epitafio, junto a otras escenas similares como la demolición de las oficinas de Ponferrada o las locomotoras de vapor abandonadas, al destino de las cuencas mineras y a los rescoldos de la que fue mayor empresa minera de carbón de España.

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