Llenaban de estrellas los bolsillos

L a experiencia de los nietos es un don que la reconocida escritora Elena Santiago aprovecha con inocencia y ternura, desplegadas ambas con los ojos cerrados de los sueños. «Con los ojos cerrados –escribe- se llega a todas partes», como les desea a Mateo y Pablo (Mat y Pat), los nietos a los que dedica el libro, y a todos los niños.

Jugando con cuentos tradicionales en algún momento, siempre con los sentimientos vivos y hermosos en cualquier caso y circunstancia: animales, trenes, nieve, tormentas, amaneceres, mar y río, bicicletas, dulces, caminos, reloj, luna…, sin eludir en algunos de los pasajes notas de carácter social, fundamentalmente vinculadas a la solidaridad: «… hay hombres que no comen / y tienen hambre, / y sus niños hambre grande».

El gran secreto de los libros infantiles llenos de versos como este reside fundamentalmente, a mi juicio, en la capacidad de escribir con sencillez (la poesía de lo cotidiano) y en saber encontrar o ver lo maravilloso, que está en las cosas sencillas, en los acontecimientos del día a día. Gran virtud, esencial diría, ya que es entonces cuando la espontaneidad se apodera de los textos y los enriquece. No cabe duda, además, de que tienen un tono narrativo y cuentan el mundo de las ocurrencias y los descubrimientos de los niños: «Azul y amarillo / y después rojo / los padres asustados / como si vieran fantasmas / en las paredes vocearon: ¡¡¡¡no!!!! / ¡las paredes no! / Corrieron los pequeños / ¡Corrieron a pintar las puertas!». La experiencia literaria y vital de Elena Santiago consigue el tono y el ritmo necesarios, sin renunciar a un enfoque moderno, para captar tanto interés como voluntad del lector.

Estamos ante un libro limpio. Limpio en el sentido referido y limpio en su diagramación. En este contexto juegan un papel notable las ilustraciones llenas de alegría, como el texto, de imaginación y color.