El día a día de los guerreros de Dios
l Dan Jones relata la historia de la orden de caballeros más legendarios de la Edad Media. LOS TEMPLARIOS Dan Jones Ático Historia, Madrid, 2019. 512 páginas
R icardo Corazón de León, Saladino, Baibars, Arnaldo de Torroja, los sarracenos, los mamelucos, los asesinos (así llamados por fumar hachís)... Todos estos personajes y todos estos grupos forjaron sus leyendas en un momento muy concreto de la historia, entre los siglos XII y XIV, la época en la que nació, creció y desapareció la Orden del Temple. El historiador británico Dan Jones (Reading, 1981), experto en la Edad Media, recorre el auge y la caída de los guerreros de Dios, como eran definidos, en su ameno y riguroso libro Los templarios , publicado por Atico de los Libros.
En 1119, tras la primera Cruzada, un grupo de caballeros fundó en Jerusalén una orden que se comprometía a proteger a los peregrinos que viajaban de Europa a Tierra Santa. Inspirándose en los Hospitalarios, los médicos voluntarios que habían levantado un hospital en aquella ciudad en 1080, y siguiendo los votos de castidad, pobreza y obediencia, pasaron de ser menos de diez hombres al mando del caballero francés Hugo de Nayns a formar un ejército poderoso y temido. «Los templarios eran guerreros santos. Hombres de religión y espada, peregrinos y guerreros, pobres y banqueros. Sus uniformes, engalanados con una cruz roja, simbolizaban la sangre que Cristo había derramado por la humanidad y que ellos mismos estaban dispuestos a dar al servicio del Señor», dice Jones.
Se convirtieron poco a poco en un poder fáctico de la Baja Edad Media. Su lealtad, su seriedad y el éxito de sus acciones los llevaron a conseguir el aprecio de gentes ricas y pobres y así se fueron haciendo con tierras y con castillos, dominaron el comercio, prestaron dinero a reyes y nobles, conformaron ejércitos... «Su compromiso de proteger a los peregrinos en Tierra Santa y su filosofía devota hermanada con una austera virtud personal les valió el patrocinio de los poderosos. Y, a medida que estos se alinearon con los templarios, también lo hicieron hombres y mujeres de menor poder en toda la cristiandad, que llenaron las arcas templarias con legados de tierras, propiedades, edificios, ingresos feudales, servicios y posesiones personales», resume Dan Jones.
En la segunda Cruzada atravesaron las montañas de Asia Menor y conformaron los estados cruzados cristianos (el reino de Jerusalén, el condado de Trípoli y el principado de Antioquía). En este terreno enemigo crean una red de fortalezas y continúan creciendo hasta que llega uno de sus momentos más dramáticos: la batalla de Hattin, en el año 1187, en la que el sultán más conocido de todos los tiempos, Saladino, intenta borrar del mapa a sus más grandes enemigos.
También en España
Y casi lo consigue. Pero el impulso de otro personaje legendario, Ricardo Corazón de León, en la década del 1190, vuelve a llevar a los templarios a una nueva edad de oro. Su poder económico se hace enorme y los reyes y los papas acuden a ellos para gestionar sus cuentas y cuidar sus tesoros. Se implantaron también en las ciudades y hasta fueron declarados herederos de un reino, el de Alfonso I de Aragón, en 1134. La historia de los templarios en España, sin embargo, no es tan destacada como en Francia, Inglaterra o en Oriente Próximo. Embarcados en su propia cruzada, la de la reconquista, los reyes españoles no dedicaron grandes esfuerzos a la lucha por Jerusalén. Además, en la península ibérica tuvieron más implantación órdenes más pequeñas, como la de Calatrava, Santiago o Alcántara.