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Estruendo en el silencio

MAÑANA SE CUMPLEN 55 AÑOS DE LA MUERTE EN VITORIA DE LUIS MARTÍN-SANTOS (1924-1964), EL PRIMER PROTAGONISTA DECISIVO EN LA RENOVACIÓN DE LA NOVELA ESPAÑOLA DE POSGUERRA. divergente

Luis Martín Santos en el Museo San Telmo de San Sebastián

Luis Martín Santos en el Museo San Telmo de San Sebastián

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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C oincidiendo con la década de irrupción de la novela latinoamericana en España, Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín-Santos, supuso un hito en el proceso de superación del realismo costumbrista vigente en la novela española de los cincuenta. Su publicación fue un poco más tardía que el estreno novelístico de sus compañeros generacionales (excepto Benet), cuyos títulos se van desgranando durante la segunda mitad de la década anterior, pero su principal novedad reside en una mirada narrativa más compleja, capaz de incorporar un puñado de novedades técnicas exteriores y conjugarlas con legados españoles entonces orillados y distraídos, como Baroja o Valle-Inclán. Son materiales de naturaleza muy diversa, a los que recurre para romper moldes realistas indagando en nuevas estructuras narrativas. La vigencia de Tiempo de silencio se debe sobre todo a la espontaneidad y atinada frescura de sus planteamientos. Por eso, sus lectores coetáneos la convirtieron de inmediato en espejo crítico de un tiempo común.

Y todo ello para arropar una historia de tinte melodramático, cuyos jóvenes protagonistas (Pedro y Matías) son trasuntos del propio autor y de su amigo Juan Benet. Un desgraciado accidente de automóvil, al chocar de frente con un camión en un cambio de rasante cerca de Vitoria, le supone la muerte al día siguiente en el hospital y antes de cumplir los cuarenta años, como consecuencia de sus destrozos internos. Esa circunstancia dramática convierte su truncada aventura literaria en imprevista audacia de precursor tardío. Su padre (el médico militar Leandro Martín Santos, que viajaba a su lado y se jubiló como general) le había publicado con apenas veintiún años un libro de versos inmaduro: Grana gris (1945), reeditado en 2003, después de que Martín-Santos persiguiera en vida retirar de la circulación todos los ejemplares que pudo localizar, para evitar las ironías de sus colegas con sus juveniles añoranzas de romántico existencial.

Especialmente, las ironías hirientes de su fraterno Benet, cuya madre Teresa Goitia lo acogía en su casa de Madrid con afecto familiar. Doña Teresa era viuda de guerra, al haber perdido al padre del novelista asesinado por las brigadas del amanecer en Madrid. Aquella condición le reportó una lotería y disponer de recursos para gestionar en propiedad, durante los años más sombríos de la posguerra, el local de copas El coto, situado en el mejor lugar de Madrid, entre la Bolsa y los hoteles Ritz y Palace. Luego, Benet nunca fue suficientemente generoso con la novela de su amigo, hasta el punto de parecer molesto por el reconocimiento que tuvo y dedicar casi todas sus referencias (especialmente en el memorial Otoño en Madrid hacia 1950) a poner de manifiesto sus aspectos literariamente más precarios. «No hay verdaderos amigos», había dicho Benet en la novela, cuando Pedro se dispone a coger el tren.

Dado el destino médico de su padre militar en Marruecos, Luis Martín-Santos nació en Larache, donde su padre ejercía como cirujano del Ejército. Teniendo apenas cuatro años, la familia se trasladó a San Sebastián, donde hizo el bachiller con los marianistas, trasladándose a cursar Medicina a Salamanca, porque su procedencia familiar era del pueblo de Topas. Con resultados brillantes, ingresa en 1947 en la academia de sanidad militar, inducido por el padre, para cambiar enseguida de rumbo y hacer la especialidad de cirugía. En 1948 ya era cirujano de guardia por oposición y becario del CSIC, a cuya etapa de laboratorio corresponde la historia de Tiempo de Silencio. Además de su tesis sobre La comprensión del enfermo mental (1955), póstumamente vieron la luz un libro de textos misceláneos (Apólogos, 1970), y una edición atropellada y atroz de Tiempo de destrucción (1975), su segunda novela inacabada.

Después de los versos inmaduros de Grana gris (1945), oscilantes entre Bécquer y el modernismo, su siguiente publicación fue científica: «Vaguectomía experimental y el test de ligadura de pílorto en la rata» (1948). Después de un año en Alemania, donde coincide con el filósofo Sacristán y con el editor Carlos Barral, a su regreso obtiene por oposición la plaza de director del sanatorio psiquiátrico de San Sebastián. En 1963 se casa con Rocío Laffón, con la que tiene cuatro hijos, antes de morir intoxicada por una fuga de gas doméstico. La segunda mitad de los cincuenta la vive Martín-Santos trenzada entre oposiciones frustradas a cátedra universitaria (en 1956 y 1959) y detenciones políticas, en 1956, 1958, 1959 y 1960; las dos intermedias, con varios meses de cárcel. Luis Martín-Santos era dirigente del entonces clandestino PSOE y esa militancia le costó, aparte de las detenciones y del fracaso cantado en las oposiciones universitarias, la pérdida en 1961 del premio Pío Baroja para su novela Tiempo de silencio, convocado a toda mecha institucional en San Sebastián.

Su biógrafo José Lázaro (Vidas y muertes de Luis Martín-Santos, 2009)

recupera con detalle las trazas de los sucesivos atropellos gremiales en las oposiciones, así como la cobarde renuncia final de sus apoyos en el jurado del premio Pío Baroja, que incorporó a dos pájaros de Madrid para redondear el avío. El abuelo reencontrado de los García-Alix, Miguel Pérez Ferrero (1905-1978) y Juan Fernández Figueroa (1919-1996), director de la revista Índice, viajaron a San Sebastián con la encomienda de premiar Gusanos de luz, una novelucha inédita para siempre del periodista Cándido, compañero de Ferrero en Abc y subordinado de Figueroa en Índice. Al llegar a San Sebastián y comprobar que los locales no participaban de su entusiasmo por el periodista, hicieron lo posible por reventar el invento, consiguiendo dejar desierta la primera y única edición del premio Baroja.

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