Un recorrido dramático y humano
UNA CIERTA EDAD Marcos Ordóñez Anagrama. Barcelona, 2019. 332 páginas
N o ofrece dudas Marcos Ordóñez al comienzo de su obra: «Un dietario suele escribirse por diversos motivos. Los míos diría que son tres: tratar de sujetar lo que se escapa del paso de los días, pensar con un poco de calma, y correr en libertad, jugando con tonos y géneros». A su confesión hay que añadir algo evidente: él es novelista y, sobre todo crítico teatral, lo que supone que puede vivir y experimentar las variadas situaciones del mundo del teatro a través de sus personajes.
En la obra se mezclan todas las cuestiones de la cultura y de la modernidad, recordando que el teatro es uno de las artes más vivas y duraderas. Crea en él, así, un clima misterioso. De entre sus frutos hay que aludir, sobre todo, a la visión del mundo y a las reflexiones personales. Todos estos apartados generan en las páginas muestras estéticas muy expresivas, con impresiones variadas y complejas. Sorprende incluso las referencias familiares que aporta. Insistiendo en la tarea del crítico, hay que recordar que es de los trabajos más variados, porque es reflejo directo del hombre: en él persisten con claridad los mundos que se acaban de mencionar: el teatro, la actuación de los actores, la enorme cultura de dramaturgos famosos, su relación personal, su recuerdos…
Pero eso es una de las mejores atracciones de la obra: el tono aparentemente selvático que, tumultuoso en ocasiones, describe la vida y las historias comprobables. Eso explica su observación. A través de la lectura se pueden captar multitud de factores humanos de personajes reales conocidos, cuyo nombre nunca oculta con las mayúsculas iniciales. En Marcos Ordóñez se observa una intensa preocupación por la sinceridad. Y no duda en exponer sus posibles errores, como es narrar la vida que llevaban en La Floresta a comienzo de los años ochenta. Y se comprueba que tiene muy en cuenta las observaciones y consejos recibidos de la gente del teatro y filósofos de la categoría de Gabriel Ferrater, por ejemplo
Al final de la obra, Ordóñez recuerda una frase lapidaria para él: «Leer por la noche; que al final del día las líneas te recojan como una red». El remate es una certera observación de Julio Llamazares: «Reconsiderar nuestras vidas siempre fue el objetivo último del teatro».