Diario de León

Entrevista

La soledad de la debutante

Rosario Villajos publica ‘Ramona’, una novela que empezó en Facebook. Antes que una novela, ‘Ramona’ (Mrs. Danvers) fue un perfil de Facebook. Un perfil con la misma apariencia que el de esos desconocidos que en las redes sociales te muestran parte de su vida a cambio de un poco de tu atención.

La escritora cordobesa Rosario Villajos

La escritora cordobesa Rosario Villajos

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nacho abad
León

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En sus posts se narraban las extrañas e hilarantes aventuras de una oficinista y los recuerdos de su infancia en un barrio que podría estar ubicado en la periferia de cualquier ciudad de España. Pero bajo sus palabras uno distinguía enseguida un flujo más profundo: la subtrama de su historia era la misma que la de nuestro propio país. Personajes marginales, humor amargo, crueldad y una generación que, gracias al sacrificio de sus padres, abandonó la pobreza para asentarse en la precariedad. Poca gente sabía que detrás de Ramona estaba la escritora y dibujante Rosario Villajos (Córdoba, 1978), con quien hemos hablado a propósito de su libro: «No considero a Ramona un alter ego, -nos dice- porque a veces me cae realmente mal, sino más bien una máscara de carnaval que en muchas ocasiones tiene más personalidad que yo».

—¿Quién es Ramona Ucelay?

—Una amiga, la artista Beatriz Sánchez, dice que Ramona somos todas, aunque supongo que se refiere a quienes crecimos durante los 80, una época en la que la infancia no estaba tan protegida en nuestro país como ahora, y no me refiero a que los niños recibieran un guantazo de sus padres de vez en cuando, que considero que era lo de menos, sino a lo salvaje y solitaria que podía resultar la niñez en aquellos tiempos, incluso si pertenecías a una familia numerosa.

—¿Cómo era la infancia en esa década?

—No estoy segura de que ser un niño fuera un privilegio, pero sí de que ser una niña consistía en oír constantemente y desde que tienes uso de razón que estás en peligro y que no te debes fiar de ningún hombre. Esto te lo metían en vena tanto en casa como en el colegio. ¿Sabes lo difícil que es quitarte esto de la cabeza? Si a quienes buscamos la igualdad entre mujeres y hombres algunos nos llaman «feminazis», ¿Cómo llamarían a aquellas señoras que solo querían «protegernos» del mismo tipo de hombres con los que algunas acababan casadas y con cuatro hijos? Celebro que el feminismo sirva para educar como iguales desde cero, para erradicar las diferencias, y por tanto la desconfianza y ese miedo que procede de cómo se ha tratado en nuestra presencia a madres y abuelas.

—¿Qué queda de esa España?

—Quedamos los que crecimos en aquella época y que estamos enganchados a la nostalgia, atesorando recuerdos que se comparten en las páginas de «Yo fui a la EGB», pero que tienen más que ver con un sentimiento común que albergábamos en nuestra infancia. Andábamos despreocupados pensando que un futuro prometedor nos esperaba a la vuelta de la esquina. Nos dimos de bruces contra la década de los 90, con la que personalmente me siento más en armonía, y en 2000 acabamos llamándonos la Generación X, mucho más desencantada que la familia Panero.

—En un primer momento, Ramona iba a ser también la autora del libro, pero durante el proceso de edición decidiste firmarlo tú.

—Fueron varias las razones. La principal y más infravalorada es el ego. Te ves escribiendo y corrigiendo durante año y medio te preguntas: «¿Por qué no te vas a adjudicar esta medalla?». El premio es que me hayan publicado, por supuesto. Luego tienes dudas cada veinte minutos o te arrepientes porque piensas: «¿Y si no le gusta a nadie lo que he escrito? Ojalá lo hubiera publicado como Ramona Ucelay», pero ya es demasiado tarde y tienes que apechugar con lo que pase después.

—Parece que te arrepientes

—Claro que me arrepiento. Hay una parte de mí que quiere olvidarse de la exposición que esto requiere y mirar el resultado de lejos, tomando cierta perspectiva. Siempre pienso en quienes escribieron el Antiguo Testamento. «Palabra De Dios», decían echándole la culpa a «otro». El seudónimo es algo así, es echarle la culpa a otro de lo que has escrito; te protege mucho más de las malas críticas o de represalias en caso de que digas barbaridades como las que se decían en la Biblia. Yo no digo barbaridades, bueno, alguna hay en Ramona, pero publicar con otro nombre habría sido muy liberador. Igualmente, también me habría arrepentido de no publicar con mi nombre, porque la inseguridad consiste precisamente en no estar nunca segura de nada.

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