«Un ser que vive en familia es como un perro apaleado»
l Manuel Vilas publica ‘Ordesa’, una biopsia de la clase media española. letras familiares Las circunstancias personales llevaron a manuel vilas a diseccionar la familia. Aún no se ha quitado ese dolor, como cuenta en ‘Ordesa’.
L a muerte de su madre y el divorcio de su mujer significaron para Manuel Vilas la destrucción de sus dos familias, de la que fue hijo y la que fundó como padre, y entonces se dio cuenta de que «un ser humano que vive sin familia es como un perro apaleado».
«El dolor ante la pérdida de mi madre fue como una especie de huracán en mi interior. Me di cuenta de muchas cosas, de algo que yo no sabía, que era el inmenso, enorme y salvaje amor que yo tenía a mi padre y a mi madre. Pero me di cuenta tarde», explica Vilas (Huesca, 1962) en una entrevista con Efe con motivo de la Feria del Libro de Bogotá (Filbo).
Esos sentimientos son la piedra angular de Ordesa (Penguin Random House), su última novela, que es una especie de biopsia de sus sentimientos pero también de esa España que se creía de clase media y que un día descubre que es de clase baja, un país en el que es imposible quitarse «el olor a pobre», como escribe en el libro.
Y Vilas todavía no se ha quitado ese olor.
«Creíamos que éramos clase media y un día descubrimos que éramos clase baja, sin más. Cuando ves que tu padre tiene enormes dificultades para llegar a fin de mes pues se te mete ese olor a pobre. Una de las grandes decepciones de mi padre fue pensar que él era clase media, y un día se dio cuenta de que era un trabajador», dice.
La historia de su familia es la historia de miles de familias españolas, y Vilas atribuye esa alienación de clase a la complejidad del capitalismo, del que dice que es imposible mantenerse al margen.
«Pensamos en un momento determinado de la historia en que la vida familiar y la vida privada eran una frontera para el capitalismo, que el capitalismo no entraba en la relación que tú tienes con tu padre o en la relación que tú tienes con tu mujer, o una mujer con su marido, que hasta allí el capitalismo no entraba. Pero eso es mentira», considera.
Por eso, Ordesa fue una terapia para Vilas, y durante su escritura aprendió a «amarse a sí mismo» porque «en el momento en que te entiendes con tu soledad la vida es mejor, más vivible».
«La literatura siempre ha sido un auxilio para la gente. Mucha gente ha leído a Shakespeare con una idea de auxilio, ha leído a Cervantes con una idea de encontrar en la literatura modelos de vida que ayuden a entender la vida. La ficción ayuda a entender tu propia vida», cree.
Decir la verdad
Vilas también menciona de manera velada en el libro algunos de los momentos más traumáticos de su vida, como su anterior alcoholismo o la infidelidad que precipitó su divorcio. «En un ser humano que tiene más de 50 años, como es desgraciadamente mi caso, decir la verdad es más sencillo, porque no tienes tantos temores a decir lo que te ha pasado en la vida. Eres una persona adulta, completamente madura. Como fue real, lo cuento», reconoce al respecto.
Aunque en Ordesa Vilas les dice cosas a sus padres que no les había dicho jamás en vida, el autor no desearía haber tenido otra relación con sus padres porque «soñar» con ella es «dañarte todavía más el corazón».
«Me di cuenta de que la única manera de decir ese amor era escribiendo un libro porque ellos dos ya no estaban en el mundo. Esa es la naturaleza del libro: el fundamento del libro es una carta de amor a un padre y una madre que ya se han muerto», apunta.
El epílogo del libro está formado por una serie de poemas que dedica a sus hijos, protagonistas de los últimos capítulos de la novela, y principalmente a sus padres.
Esos poemas son declaraciones de amor.
«Eso acabó siendo mi vida / cuando yo sólo quería / estar contigo para siempre. Vaya, mamá, no sabía que te quería tanto. / Tú sí que lo sabías, porque siempre lo supiste todo», escribe en uno de ellos.
Para Vilas el amor por un padre empieza cuando muere: «Un hijo se da cuenta de que quiere a su padre y a su madre tarde. Eso está en la naturaleza».