Belleza de recuerdos

E s impensable que, con cien años, pueda alguien tener una edad plena de recursos humanos y estéticos. Es el caso de Juan Eduardo Zúñiga que, en Recuerdos de vida , recupera sus vivencias del Madrid desde la caída de la monarquía. Son recuerdos plasmados en textos de gran belleza, como se observa en las líneas primeras, en cursiva, a modo de prólogo: «Qué larga es la calle de la vida. Avanzamos por ella y atrás dejamos convertido en olvido cuanto hicimos. Sólo cuando sentimos que el final de la calle se acerca es posible repensar lo sucedido».

Es algo semejante a la descripción de la caída de la nieve y su transformación del paisaje: «Tras los cristales de las ventanas, yo contemplaba extasiado aquel encantamiento y su quietud misteriosa». Y … «Sólo muchos años después pensé si fue el trasfondo de una prematura vocación literaria». En la obra se observa la obsesión bibliográfica del autor, que le hace localizar libros interesantes y conocer con detalle el mundo de la cultura rusa y de los países limítrofes. Los cinco capítulos giran en torno a este mundo, pero insistiendo en aspectos humanos y específicamente en los libros y en las criaturas que giran en torno al saber. Así se explican las relaciones personales, que van desde el contacto con amigos de la cultura, la asistencia a tertulias famosas y actos con escritores de prestigio. No es extraño que llegara a publicar alguna obra propia, muy curiosa y de opiniones inesperadas.

Por ello la obra tiene un doble valor, el personal y el intelectual: «Cabe pensarque muchas heridas del alma puedan encontrar un libro que, con un personaje, con un párrafo o con dos palabras, ponga el alivio que no darán remedios medicinales». El valor del libro se cierra con reflexiones preocupantes: «Y hasta podemos aventurar que ejerzan una influencia en las costumbres. No maestros de sueños sino maestros de vida, con la enseñanza de que la literatura debe perseguir el espíritu de la época y describir la frondosidad del alma de todos nosotros».