el territorio del nómada |
Lirio metafísico
POETA Y NARRADOR MEMORIALISTA, JUAN GIL ALBERT (1904-1994) MURIÓ EL 3 DE JULIO HIZO UN CUARTO DE SIGLO, DESPUÉS DE UN BREVE EXILIO AMERICANO (1939-1947) Y UN LARGO Y RECLUIDO INSILIO O EXILIO INTERIOR, DEL QUE EMPEZÓ A EMERGER EN LA DÉCADA AUGURAL DE LIBERTADES, LLENANDO DE ÉXITO SU RETIRO. divergente
A ntes de caer inoculado literariamente por su paisano Gabriel Miró, Juan Gil Albert tuvo una infancia y adolescencia de marinerito pitiminí, que iba a los escolapios en carruaje y tenía sus temporadas de balneario, al que viajaba en el berliet descapotable de su padre, un potentado alcoyano. Después del bachiller escolapio, donde tuvo el honor de encajar al cardenal Benlloch un anillo pastoral sufragado con los duros de plata de los padres, se matriculó en la universidad para estudiar primero Letras y luego Derecho, combatiendo sus tinieblas con un curso de verano en Tours. Aquella salida estival le sirvió también para descubrir el perfil homosexual de su amor, después de un tonteo rutinario con la hija del rector, que le guardó el desplante con rencor. Por entonces Juan Gil Albert era un dandi relamido y modernista, que frecuentaba los locales de moda levantinos y empezó a escribir en la órbita de Wilde, Valle Inclán y sus paisanos Miró y Azorín.
Sus primeros libros narrativos de reflexión y ensayo surgen en sintonía con la prosa vanguardista de los felices veinte: Disipadas mariposas (1925), La fascinación de lo irreal (1927) o Vibración de estío (1928). Instalado en Valencia, es amigo de Juan Renau y Max Aub, con quienes se integra en la Unión de Escritores y Artistas que funda Renau, colaborando en la revista Nueva Cultura. El trote de la historia lo acerca hacia la frontera bélica a lomos del compromiso, participando entonces, como secretario, en la fundación de Hora de España, junto a María Zambrano, Rafael Dieste y Ramón Gaya. En 1936 ven la luz sus dos primeros libros poéticos: el barroquizante Misteriosa presencia, con 34 sonetos amorosos de respiración gongorina, y Candente horror, que incorpora a su pálpito sesgos surrealistas en el clamor contra la ola amenazante desatada en Europa del nazismo. La torrencialidad expresiva de Witmann o Neruda agita los versos de su segundo libro poético.
En la Valencia capital cultural de la república participa, como secretario, en la organización del Segundo Congreso Internacional de Escritores, siendo uno de los firmantes de su Ponencia colectiva. Allí conoce a autores cuya ayuda será decisiva en su exilio, como Octavio Paz, y a otros tan relevantes como Neruda, Altolaguirre o Cernuda. Son nombres ignorados (1938) fue su tercer poemario de temática bélica, aunque siempre con acento muy personal. Este libro, editado por Hora de España, fue galardonado con el premio Nacional por un jurado que integraban Díez Canedo, Renau y Zambrano. Luego, la larga mano de Wenceslao Roces, subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, relegó el libro de Gil Albert a finalista, compartiendo el galardón un poemario de Garfias y otro de Prados. Era el ambiente cainita de la Valencia acosada, donde también se perpetraban asesinatos, como el del traductor José Robles Pazos (1897-1937), rescatado por Martínez de Pisón en su ensayo Enterrar a los muertos (2005). Poemas de Gil Albert se incluyen entonces en compilaciones antológicas, como la célebre Poetas de la España leal o en el homenaje de despedida a las Brigadas internacionales.
En febrero de 1939 Gil Albert cruza la frontera con Francia y recala, como primera parada, en el campo de concentración de Saint Cyprien. Ya en mayo, la solidaridad de los escritores franceses los saca del campo, para alojarlos primero en Perpiñán y luego en una casa de campo a las afueras de Poitiers, propiedad de Richard Bloch. Este trasiego de dolorosas experiencias nutre sus obras memoriales Crónica general (1974), Los días están contados (1974) y Memorabilia (1975). Junto a Sánchez barbudo y Ramón Gaya embarca hacia Méjico, donde Octavio Paz lo nombra secretario de su revista Taller, consiguiéndole un empleo como corrector de textos en Letras de México. Sus dificultades, auxilios y amores de esos años los rescata en su Homenaje a México, que titula Tobeyo o del amor (1989). A finales de 1942 emprende un largo viaje por varios países americanos, que incluye la estancia de un año en Buenos Aires.
Hasta allí lo acompañó Rosa Chacel con su hijo Carlos, reencontrándose en Argentina con viejos amigos como Alberti, Ricardo Baeza, Dieste, Borges y Victoria Ocampo. Precisamente en Buenos Aires publica Las ilusiones (1944), su cuarto libro de versos, en Imán, una editorial propiedad de Mariquiña, la hija mayor de Valle Inclán casada con Daniel Devoto. En sus poemas, de impecable virtuosismo formal, la música y el recurso a la antigüedad clásica actúan como abrigo melancólico protector del creciente desengaño vital del poeta, que practica un buceo introspectivo de búsqueda de sí mismo. En una sintonía muy similar surge El existir medita su corriente, donde agrupa el resto de sus poemas mejicanos, que ya verán la luz en Madrid (1939), dos años después de su regreso.
Concertar es amor ( 1951) ve la luz en la colección Adonais. Sus sonetos expresan el jubiloso reencuentro del poeta con su paisaje natal, sobreponiéndose al batacazo de la ruina familiar derivada de la muerte de su padre en 1950. En 1954 viaja a Italia, al encuentro con sus amigos Gaya y Concha Albornoz, mientras digiere los coletazos de reproche de algunos exiliados en Méjico, por un regreso que consideran de renuncia. Poesía (1961) inicia el ciclo de plenitud de su poesía, que compilará en la antología Fuentes de la constancia (1972), teniendo un despliegue sustancial en La metafísica (1974). Coetánea es la publicación de Valentín (1974), su mejor pieza narrativa, inspirada en el soneto XX de Shakespeare y centrada en la homosexualidad.