Teorías de la conspiración
«No existen las conspiraciones inocuas»
El leonés Alejandro Gallo analiza en ‘Crítica de la razón paranoide’ las teorías conspirativas de la historia
Las teorías de la conspiración son como una pandemia, se han inoculado en la sociedad y, gracias a internet, se han multiplicado como el peor de los virus.
El comisario-jefe de policía, historiador y doctor en Filosofía leonés Alejandro Gallo ha «reescrito» su tesis doctoral, que publicará próximamente en dos tomos en la editorial Reino de Cordelia, bajo el título Crítica de la Razón Paranoide. Teorías de la conspiración: de la locura al genocidio.
El autor de Franco debe morir y Morir bajo dos banderas hace un recorrido por la historia de las conspiraciones y responde a cuestiones cruciales como: ¿A quién benefician? y ¿Cómo se construyen?
—¿Cuál es su conspiración favorita de toda la historia?
—Bien es cierto que las más descabelladas e hilarantes son basura ciberespacial, como que la Tierra es plana o que Elvis no ha muerto o que el ser humano nunca llegó a la Luna. Sin embargo, no puedo hablar de favoritas porque, como defiendo en mi trabajo, a lo largo de la historia de la Humanidad no existen las teorías de las conspiraciones inocuas o inocentes. Todas, absolutamente todas, cuando son política de Estado, conducen a la represión, a matanzas indiscriminadas y hasta el genocidio.
El ejemplo más reciente lo tenemos en las dictaduras del siglo XX, que usaron la noción de conspiración como coartada para la represión de sus oponentes. De esta forma, Hitler y el Partido Nazi alentaron la conspiración de que los judíos querían dominar el mundo y someter a la raza aria; Benito Mussolini defendió que la conjura venia de los ingleses, los poderosos capitalistas extranjeros y los judíos; Franco patrocinó que existía un complot de la masonería contra el pueblo español; y Stalin acuñó la conspiración del «enemigo del pueblo» para justificar sus purgas.
Hasta Silvio Berlusconi se pasó todo su mandato acusando de una conspiración de los jueces y de los comunistas contra él. Víktor Orbán, en Hungría, defiende la existencia de la teoría de la conspiración del Gran Reemplazo, por la que se está produciendo la sustitución de la raza blanca por los musulmanes en una especie de gran invasión. Esta creencia del Gran Reemplazo es la que subyace en los supremacistas blancos y sus matanzas, para evitar la invasión, como alegan. O los seguidores de Donald Trump, a través de QAnon, que han potenciado la creencia en un Estado Profundo, compuesto por demócratas y actores libertinos de Hollywood, que quiere controlar los Estados Unidos y que Trump, dicen, está combatiendo con fuerza. Esta creencia ha llevado a diferentes matanzas y tiroteos en los Estados Unidos, como el caso Pizzagate, que llevó a un ciudadano norteamericano, Edward Walch, a asaltar la pizzería con un fusil para liberar los niños que supuestamente habían secuestrado elementos del Estado Profundo.
—El libro parte de tu tesis doctoral, ¿no?
—Crítica de la razón paranoide nace como síntesis y actualización de varios ensayos, investigaciones, encuentros y debates. En primer lugar, la columna vertebral la constituye mi tesis doctoral, dirigida por el profesor Ramón del Castillo y defendida en la Escuela Internacional de Doctorado-Uned, Teorías de la Conspiración: de la franja lunática al centro del imaginario colectivo. A la tesis doctoral he unido todas las investigaciones que había realizado sobre los constructos conspirativos y que permanecían inéditas.
De la misma forma, he sumado elementos de trabajos académicos y de investigación ya publicados, como Nos falta un relato (Universidad de León, Área de Publicaciones, 2016) y Teorías de la conspiración: de la paranoia al genocidio (Estudios Humanísticos, nº 41, Universidad de León, 2019). Esto ha sido ampliado con las aportaciones o sugerencias de los asistentes a varias conferencias que he impartido en las cinco ediciones del International Conference on Crime Fiction, organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León; y, en especial, la última, celebrada en mayo de 2017, sobre Los crímenes contra la Humanidad en la literatura y el cine, donde expuse mi ponencia Mitos de la conspiración: de la paranoia al genocidio.
También, mi ponencia ante los doctorandos de la Uned en 2019, Mitos de la conspiración: de la franja lunática al centro del imaginario colectivo, fue especialmente enriquecedora por las aportaciones de los asistentes. A lo anterior se unen los debates y ponencias presentadas más allá del Atlántico, en los grupos de trabajo vinculados a la Teoría Crítica desde las Américas en los cuatro simposios celebrados hasta ahora y coordinados por Stefan Gandler, profesor titular en la Universidad Autónoma de Querétaro. Así como los trabajos preparatorios para el V Simposio de Teoría Crítica desde las Américas, a celebrar en México en 2021, y los que presentaré junto al profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro Daniele Cargnelutti con motivo de 57 Congreso Internacional de Americanistas, en la Universidad de Foz de Iguazú, Brasil en 2021, siempre y cuando no lo impida el tiempo, la autoridad o la pandemia.
—¿No será demasiado para el lector medio?
—Precisamente, este trabajo va dirigido a ese lector medio. Le invito a que me acompañe en una investigación por las tripas de esos constructos conspirativos, para que comprenda cómo se han creado, a qué intereses espurios obedecen, cuáles son los peligros que comportan y las razones por las que se están extendiendo de forma viral por la atmósfera cultural como forma de interpretar la realidad y la Historia. Es un viaje por la historia, la literatura, la filosofía, las cloacas de la epistemología y de la retórica política, pero sobre todo es un análisis de los momentos convulsos que ha vivido y vive la Humanidad, que provocan que nazcan estos constructos conspiranoicos, que nunca han sido inocentes.
—Con la pandemia se han extendido las teorías de la conspiración...
—Antes comenté que las teorías de la conspiración nacen en momentos convulsos de la Historia. Momentos que han sido arrasados por guerras, catástrofes naturales y pandemias. La pandemia de la covid-19 nos ha mostrado cómo en esos momentos de confusión históricos, las creencias de que están conspirando contra el ser humano aparecen de inmediato. Se nos dijo que el virus había sido creado en laboratorios de multinacionales farmacéuticas o que obedecía a la guerra química, que habían sido los chinos o los norteamericanos, hasta algún iluminado mencionó a los extraterrestres. Luego se señaló a las torres 5-G y al magante Bill Gates. Nada era nuevo, pues ya se habían mencionado cuando el sida y luego con el ébola. Es lo que ocurre en esos momentos convulsos o de confusión en la Historia, que se crean formas burdas de interpretar la realidad como forma de hacernos comprensible lo que nos rodea. Un ejemplo trágico de pandemia que construyó su teoría de la conspiración y que condujo al genocidio fue entre 1347 y 1353 con la peste negra. El mundo no supo explicar qué estaba ocurriendo y si se trataba de un castigo divino, pero en ese caso mataba tanto a creyentes como a infieles. Así se fraguó la teoría de que el demonio, aliado con las brujas, conspiraba contra el proyecto divino en la Tierra. El resultado fue el genocidio de las supuestas brujas durante tres siglos. Aún hoy se desconoce el número de mujeres quemadas.
—¿Cómo detectar que una conspiración lo es?
—Ante cualquier constructo conspirativo que se nos presente debemos conducirnos debatiendo objetivamente sobre los hechos; confrontando todas las versiones que se nos presenten, sin creer en nada ni en nadie y verificándolo todo sobre la base de las mejores fuentes, ya sean testigos directos, testimonios indirectos fiables, documentos, informes y comunicados. Todo eso asegurado desde todos los ángulos. O emplear la sencilla fórmula de la Interpol para hacer frente a las estafas: «Estate atento, sé escéptico y mantente a salvo».
«La pandemia nos ha mostrado cómo las creencias de que están conspirando contra el ser humano aparecen de inmediato»
—¿A qué llama razón paranoide?
—Es una forma de interpretar la realidad y la Historia, que si en épocas pasadas se circunscribía a sectores políticos de la extrema derecha y se situaba en la marginalidad, en la franja lunática de la atmósfera cultural, hoy en día se ha extendido y se ha convertido en lengua franca, donde ya no hay ningún acontecimiento que se dé en la realidad, véase la pandemia de la covid-19 o los atentados del 11-S o el 11-M, que no sea interpretado con los elementos propios del conspiracionismo, cuestión que ya no se ciñe solo a los sectores de la extrema derecha, sino que también abarca a sectores de cierta izquierda.
—¿Cómo ha sido estudiada por la filosofía?
—Los primeros que abordaron este fenómeno fueron Karl Mannheim y Karl Popper, pues analizaron cómo el conspiracionismo fue utilizado por los nazis y las demás dictaduras en el siglo XX, ya que crearon un chivo expiatorio —los judíos, los masones o las razas inferiores— a los que culpaban de las desgracias sociales y los consideraban agentes conspiradores contra la sociedad, cuestión que eximía a los dirigentes de su responsabilidad en la gestión del gobierno. Luego fueron analizadas por Richard Hofstadter, que se centró en el estilo paranoide de ciertos candidatos políticos del ala más conservadora de los republicanos en Estados Unidos. Más cercanos a nuestro tiempo tenemos a periodistas de investigación que han analizado las causas y los fines de estos constructos conspirativos, como Michael Kelly, Michael Collon o Alexander Cockburn. Y filósofos como John Molyneux, Frank Furedi, Peter Kinght, Fredric Jameson y Umberto Eco. En el caso de Umberto Eco, consideró las teorías de la conspiración como una de las catorce características imprescindibles de lo que denominó UR-Fascismo o Fascismo Eterno.
—¿Cómo ha influido en la literatura?
—Los primeros que se ocuparon de ella fueron los integrantes de la Beat Generation de los años 50 del siglo pasado, con William Burroughs a la cabeza, que las consideró como una adicción, al ser una forma de ver y vivir en el mundo, y había que desintoxicarse, como en cualquier adicción. Luego vendría Thomas Pynchon, cuyas obras, principalmente La subasta del lote 49 y Arco Iris de gravedad, están plagadas de ese conspiracionismo; al igual que Don DeLillo, al que se le ha llamado ‘El chamán jefe de la escuela paranoide de la ficción’. Otros escritores que también las han usado en su narrativa han sido Norman Mailer y David Foster Wallace. Y en el centro de todos, Philip K. Dick, que en una de sus novelas, Tiempo desarticulado —que inspiró la película El show de Truman—, fue capaz de sintetizar el pensamiento conspiratorio, donde la realidad es la propia conspiración que subyace bajo el cúmulo de sensaciones que recibimos en el día a día.
—¿Cómo se presenta en la retórica política?
—En toda la retórica del cristianismo en la Edad Media empleaban la conspiración de las brujas guiadas por Satán. El nazismo y el fascismo del siglo XX tuvieron una conspiración en la mesita de noche de los dictadores. En la guerra fría, Richard Hofstadter lo estudió en el discurso del aspirante a la Casa Blanca Barry Goldwater. Era una retórica basada en el recurso a las emociones, donde se intentaba manipular al receptor apelando a las emociones, como el miedo, la culpa, el ridículo, el victimismo y señalando un conspirador contra el pueblo norteamericano, en la estela de McCarthy. Estilo copiado años después por Ronald Reagan y que Donald Trump ha seguido como buen alumno utilizando las nuevas tecnologías y las redes sociales. Es un estilo paranoide que han utilizado también Silvio Berlusconi, Víktor Orbán y Jair Bolsorano. Es una forma de proceder que había identificado el escritor Philip K. Dick: «Si se puede poner en circulación suficiente desinformación, se puede anular el contacto con la realidad de todo el mundo». A continuación, después de anular ese contacto con la realidad, ese discurso político es el que ofrecerá la guía por la realidad.
—¿A qué llama paranoia de fusión?
—El término paranoia de fusión fue acuñado por el periodista de guerra Michael Kelly, fallecido en Irak en 2003. Venía a decirnos que este tipo de forma de interpretar la realidad no solo se daba en la extrema derecha, que él había visto cómo en diferentes lugares del mundo estaba siendo utilizada por sectores de la extrema izquierda para llegar a conclusiones parecidas. Mi mérito es aplicar ese concepto a los movimientos de protesta del siglo XXI. Si hoy lo aplicamos a la pandemia del coronavirus, podemos comprobar cómo los extremos políticos llegan a las mismas conclusiones sobre las medidas de los gobiernos para combatirla, opinando que restringen libertades y compartiendo manifestaciones y actos de protesta.