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Trapiello se hace editor

«He ido escribiendo mis diarios a la intemperie»

El leonés Andrés Trapiello crea su sello editorial para ‘Salón de los pasos perdidos’

El escritor leonés Andrés Trapiello posa en el salón de su casa de Madrid. Trapiello ha creado un sello editorial nuevo con sus hijos Guillermo y Rafael y con su mujer, Miriam Moreno Aguirre.

Publicado por
Alfredo Valenzuela
León

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El primer título que publique la nueva «editorial familiar» llevará por título «Quasi una fantasía» y será el vigésimo tercero de la serie a la que su autor denomina como «novela en marcha», la mayor parte de cuyos lectores se distinguen por su fidelidad y en la que algún crítico ha querido ver algo más que meros diarios, como si de un nuevo género literario se tratara.

Tipógrafo de vocación, poeta, novelista, ensayista, autor del imprescindible Las armas y las letras, sobre los escritores en la Guerra Civil, y del reciente Madrid, Trapiello, que también es una suerte de hombre orquesta literario, tiene experiencia como editor y fundó y dirigió la hoy legendaria editorial Triestre y, con Juan Manuel Bonet, Entregas de la Ventura.

—¿Por qué ‘Del arrabal’?

—Es la parte más viva de una ciudad, y nunca está cerrada. El centro es el mismo, pero el arrabal se va desplazando. Y está al lado siempre de la naturaleza. Trasladado a la literatura es igual.

—¿El logotipo del nuevo sello es un molino de viento que navega gracias a un barco o un barco que vuela gracias a un molino de viento?

—Es de mi hijo Guillermo. Usó esa ilustración en la cubierta de mis novelas cervantinas: una carabela que lleva un molino de viento a las Indias. También es metafórico. Hay que llevarse los molinos de viento allá donde no existen. Sin lucha, la vida no merece ese nombre.

—¿Publicará solo sus diarios o también otras obras suyas?

—Principalmente los diarios, sí. Pero también trabajos del resto de los que hacemos el arrabal. En uno o dos meses mi hijo Rafael publicará con Jonás Bel Fueras Paraíso, un diario fotográfico que hicieron en 2013. Miriam Moreno Aguirre, mi mujer, está escribiendo un ensayo sobre el Salón de pasos perdidos y su lugar, como personaje, en él. Y Guillermo cuando quiera publicar alguno de sus trabajos, igual.

—¿Y de otros autores?

—Estos seremos los autores. De momento. Luego, ya se verá.

—¿Su línea editorial será, pues, recta o curva?

—Como todas las rectas, léase el horizonte, curva.

—¿Qué le ha llevado a tomar esa decisión?

—Fue una iniciativa de Rafael, a la que nos sumamos los tres. Buscar que el Salón de pasos perdidos sea un proyecto sostenible en todos los sentidos, económica y literariamente. No depender de nadie, hacerlo de manera sostenible también, entre nosotros, que somos también los más implicados en el contenido de esa obra.

—Si la ha tomado es porque sabe que cuenta con la fidelidad de sus lectores. ¿Cómo la ha podido corroborar?

—Esa lealtad de los lectores es especial para mí. Yo publico con otras editoriales y libros a veces con muchísimos más lectores que los que tiene el Salón de los pasos perdidos. Pero los de estos diarios son para mí como de la familia, arrabaleros también. Y así me lo dicen cuando me los encuentro, o cuando leo lo que escriben, a veces como reseñas, otras simples cartas.

—En sus diarios, presume de que sus lectores son pocos... ¡No serán tan pocos!

—No son pocos ni muchos, es verdad. Los justos. Los que los hacen sostenibles.

—El primer tomo de sus diarios fue publicado por Pre-Textos tras cinco rechazos de otras editoriales…

—Hubo al principio un rechazo de las élites, es verdad: la editorial fue la primera, pero también la académica y la crítica. Pero, hoy lo veo... debo a esos rechazos mucho. De no ser por ellos, el diario habría sido otra cosa, mucho más complaciente quizá, más destensado. No cabe, pues, ni quejarse porque no les hicieran caso, ni presumir por haber llegado tan lejos pese a los rechazos. Yo he ido escribiendo siempre esos libros en los arrabales, y a la intemperie. Y me gusta que sea así.

—Usted se tiene por «discreto y desprejuiciado» pero las críticas que hace en sus diarios de personas, instituciones o corrientes de opinión son bien contundentes, y hasta feroces…

—No sé, yo no lo veo muy así. De las instituciones quizá (la cultura, la política, en general), y de las personas tampoco. Para empezar, estas en mis libros se llaman siempre ‘X’. Son críticas más divertidas que feroces, más bien humoradas que ácidas. O eso he querido hacer siempre. Pero igual tiene usted razón. Con los años seguro que he ido perdiendo fuelle. Ahora casi todo me parece bien y, cuando no, me encojo de hombros.

—¿No teme que esas críticas, las que hace en sus artículos periodísticos, le resten lectores por razones políticas?

—Yo tengo la sensación de lo contrario. Igual es porque me fijo mucho más en los que llegan que en los que se van. De hecho ni siquiera he notado que se hayan ido.