«Las religiones son machistas»
La escritora argentina Claudia Piñeiro se toma tan en serio la construcción de sus novelas que una vez, cuando tuvo que narrar una electrocución múltiple en una piscina, pidió asesoramiento a su electricista.
Con cierta frecuencia hace cursos de criminología y medicina legal para manejar con propiedad el léxico. En la mayor parte de las ocasiones, prescinde de lo aprendido para no lastrar la tensión narrativa, pero bajo sus novelas palpita un conocimiento profundo de lo que habla. Piñeiro, que acaba de ganar el premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, se ha sumergido esta vez en los intríngulis de la llamada de la fe y la vocación religiosa para escribir Catedrales (Alfaguara), un libro en el que aborda los feminicidios en Argentina, el aborto clandestino y las injerencias de la Iglesia católica en la voluntad de las mujeres, entre otros asuntos.
La prosista lucha contra el estereotipo arraigado de que el fanatismo religioso es propio de países lejanos, generalmente musulmanes, y señala con el dedo a los clérigos católicos argentinos. Para Piñeiro, no es casual que los libros sagrados de las diferentes confesiones hayan sido escritor por varones. «A lo largo de los siglos, los hombres, y me refiero al sexo masculino, han ido interpretando las religiones. Ellos son los que ha ido a los concilios. Por eso la estructura de las iglesias sigue siendo tan machista», asegura la novelista.
En Catedrales, título que homenajea al cuentista Raymond Carver, siete narradores se van sucediendo para contar una historia que se desgrana con digresiones espacio-temporales. La trama criminal cuenta la tragedia de Ana, que aparece muerta en un terreno baldío. Han pasado treinta años y el crimen sigue sin resolverse, aunque un padre que clama justicia busca con denuedo la verdad. El cuerpo de la protagonista aparece quemado y descuartizado, circunstancia que sirve para lanzar una serie de reflexiones sobre el papel de la familia, «una institución que condiciona la vida de las personas y que es una trampa en la que hemos caído».
Para alumbrar esta novela ha pedido la ayuda de varios psicólogos con el fin de conocer de primera mano qué tipo de personalidad tiene alguien que es capaz de desmembrar a un ser humano. «El lector quiere que el relato funcione y cuando encuentra un error se le empieza a caer la estantería».
Moneda de cambio Claudia Piñeiro es una vehemente activista a favor del aborto. Su lucha se ha visto recompensada con el tiempo, pues el Senado argentino aprobó el año pasado la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14, no sin la firme oposición de la Iglesia católica. En esa batalla, las mujeres se han sentido como moneda de cambio, denuncia Piñeiro. «En Argentina siembre ha habido temor a lo que diría el Vaticano. La prensa decía que el Papa nos ayudaría a renegociar la deuda a cambio de retirar el proyecto de ley del aborto. Pero ¿qué tiene que ver una cosa con otra?».
Sin el códigos
Elige Piñeiro sus lecturas no por el género al que se adscriben sino por el autor. Lee a Pierre Lemaitre cuando escribe novela negra y cuando no lo hace. En su escritura, la autora de Catedrales no se siente constreñida por el corsé de los códigos de la novela policial. No en balde, aprovecha la narración para romper los lugares comunes del relato negro.
«La escritura va por capas. Una va desvelando el enigma, otra los personajes, una tercera describe las sociedad. Esa es la arquitectura de mis novelas». Cada país tiene su idiosincrasia criminal, sostiene la autora. «En Argentina no existe el psicópata que tirotea en el patio de un colegio a un montón de personas, como sucede en EE UU. Pero en mi país hubo 30.000 desaparecidos y muchos niños apropiados».
Hija de español y nieta de abuelos gallegos, la narradora elige como uno de los escenarios de la trama la ciudad de Santiago de Compostela, un «lugar en el que te tienes que santiguar cada tres pasos», debido a la gran proliferación de iglesias. Piñeiro siente una gran fascinación por Santiago, en especial por sus librerías. «A veces en la elección de una ciudad se enredan los propios recuerdos», dice la escritora.