Una ventana a la supervivencia
«No hay que avergonzarse de sufrir»
Cientos de jóvenes sufren trastornos de alimentación y se enfrentan en soledad a problemas que su entorno no suele entender. una valiente escribe su experiencia con la enfermedad
El 13 de julio de 2021, Aldara García Fernández recibió un duro revés del destino: debía ingresar en una unidad hospitalaria de psiquiatría infantil y juvenil. La anorexia nerviosa le estaba llevando al borde del precipicio. Como cuenta en el álbum, su primera reacción fue de rechazo y negación: no estaba enferma y lo tenía todo bajo control. La situación era bien distinta y, de hecho, ella misma se va a hacer cargo unos pocos días después: se le caía el pelo por la desnutrición y los «fantasmas» eran dueños de su cabeza. Muy probablemente, esta toma de conciencia fuera el primer paso para enfrentarse a una realidad tan terca como dolorosa. Aldara tomó un cuaderno y una caja de rotuladores y se dispuso a ser notaria de su propia consternación. Al principio, tal vez, no fuera más que otra forma de matar el tiempo, pero la sinceridad y rigor que se autoimpuso convirtieron las hojas en un severo juez de su propia realidad, acaso el auténtico espejo–no el objeto que odiaba con todas sus fuerzas– de su situación. Siguió dibujando, escribiendo y ajustando cuentas consigo isma… Y desafiando, de vez en cuando, a los fantasmas. Un día, el cuaderno pasó de notario a aliado que daba cuenta de sus minúsculas —pero preciosas— conquistas. Sobre ellas, la adolescente va recuperándose, recomponiéndose, o como deja escrito: presentando «mi nueva yo». Es aleccionador y fascinante seguir esa evolución durante los cuarenta y dos días que duró el internamiento. Porque está todo ahí, en los textos lúcidos y en unas ilustraciones que hay que leer como un mensaje simbólico; al estilo de los jeroglíficos egipcios, cada imagen es un concepto en sí mismo.
El testimonio de Aldara es una impagable lección para todos nosotros», dice la doctora Marta Saray Hernández
Al final, la conclusión se llena de optimismo y esperanza. Y en ello incide, con un clarificador comentario final, Marta Saray Hernández García, la doctora que trató a Aldara durante su estancia en el hospital: la anorexia nerviosa es un trastorno «gobernable». Sin duda, el testimonio de Aldara puede ser de valor para las personas que padecen esta alteración y sus familias, pero es además una impagable lección para todos nosotros.
—Te parecerá una pregunta obvia, pero busco no una respuesta que pueda encontrar en internet, sino la de alguien que la sufre: ¿qué es la anorexia?
—La anorexia es la sintomatología de otra carencia emocional que no tiene por qué tener relación con la comida. Es más, en la mayoría de los casos, el problema no es el por qué se siente un rechazo a la comida, sino para qué se quiere un control sobre ella.
—Las personas que estamos a vuestro alrededor ¿podemos hacer algo?
—Por supuesto. Aunque parezca difícil abordar una situación como esta, el apoyo de quienes nos rodean es esencial para la recuperación. Mostrarnos con sus actos y palabras que la vida es mucho más que la comida es clave para que un enfermo pueda ver más allá de lo que el «velo» de la anorexia le permite.
—Y lo contrario: ¿cómo no debemos abordar la situación? ¿Qué cosas nunca deberíamos hacer?
—Es importante no juzgar nunca a la persona que padece la enfermedad. Tampoco hay que restarle importancia o mirar para otro lado si el enfermo decide contarte lo que está pasando. En muchos casos, lo que necesitamos es a alguien que nos escuche, sin prejuicios.
—Me parece un acto de valentía enorme enfrentarte a tus fantasmas públicamente. ¿Te costó decidirte?
—Mentiría si dijera que no me ha costado admitir que padezco la enfermedad, pero cuando por fin lo hice y se lo conté a otras personas de confianza, llamándola por su nombre, me sentí liberada. Comprendí que es otra patología más y creo que no debo avergonzarme por estar sufriendo.
—¿Crees que la visibilidad social de la enfermedad puede ser de alguna ayuda para los pacientes y/o sus familias?
—La visibilidad de las enfermedades mentales está aumentando con el paso de los años, es necesaria para que tanto los enfermos como sus seres queridos se den cuenta de que no están solos. Esperemos que la población se vaya poco a poco concienciando de la importancia de la salud mental con proyectos como este libro.
—Tu libro culmina con un epílogo lleno de esperanza. ¿Siempre hay esperanza?
—Como digo en el libro, soy una soñadora y si hay algo imprescindible para mí, es la esperanza. Así que sí, creo que siempre está ahí, aunque a veces esté escondida y tengamos que salir a buscarla.
—Confiesas en el libro, que la dura experiencia en el Hospital te descubrió una vocación sanitaria que no sabías que tenías… Pero ¿y de la vocación plástica y literaria, debemos esperar otros títulos firmados por Aldara?
—Quiero pensar que ambas vocaciones se pueden compaginar ya que no me gustaría dejar atrás ninguna de las dos. Escribir y publicar un libro ha sido un sueño, que ahora, he tenido la suerte de alcanzar. Tengo en mente otras historias que me gustaría que en algún momento vieran la luz. No voy a perder la esperanza de poder publicarlas algún día…