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UN VISTAZO A LA HISTORIA

El calvario del leonés que salvó El Prado

La hija de Roberto Fernandez Balbuena desvela en un libro la historia menos conocida del arquitecto y pintor

Autorretrato de Roberto Fernández Balbuena

León

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Era la oveja negra de la familia. Un ‘rojo’ en el seno de una familia de alcurnia —descendientes de Fernando III y Alfonso VIII—. Un intelectual que fue amigo de la generación malograda por la Guerra Civil: Lorca, Buñuel, Guillén, Rosales..

Roberto Fernández Balbuena, de madre leonesa, fue uno de los principales protectores del patrimonio histórico-artístico español tras la sublevación militar del 36. Un libro rescata ahora la vida y el legado de este arquitecto y pintor, muy vinculado a la localidad leonesa de Ardoncino. El Prado en peligro. Una biografía de Roberto Fernández Balbuena (Turner), escrito por la menor de sus hijas, Elvira Fernández Gascón, cuenta la historia de este artista, exiliado en México, y uno de los guardianes del patrimonio.

El 6 de noviembre de 1936 los aviones de la Legión Cóndor dejaron caer nueve bombas junto al Museo del Prado. Fernández Balbuena fue el responsable de poner a salvo 20.000 pinturas, 12.000 objetos preciosos, centenares de tapices y más de un millón de libros. A pesar de que los bombardeos no alcanzaron ninguna obra de arte, era evidente que el Prado estaba en peligro. El gobierno de la República decide entonces evacuar los tesoros de la gran pinacoteca española. La experiencia española de la Guerra Civil sirvió más tarde como ejemplo durante la II Guerra Mundial, ante la codicia del Tercer Reich.

A Fernández Balbuena, presidente de la Junta de Salvamento del Tesoro Artístico y subdirector del Prado que dirigía Pablo Picasso desde París, se le encomienda la misión de organizar el traslado de los tesoros de la pinacoteca nacional. En 71 camiones cargados por milicianos y a 15 kilómetros por hora, los grandes maestros de la pintura viajan a Valencia, de ahí a Cataluña y, finalmente, a Ginebra, donde se montaría una exitosa exposición en el verano del 39 con las joyas de la colección, antes de su devolución a la España de Franco, cinco meses después del fin de la Guerra Civil.

Fernández Balbuena aprovecha que en 1939 es el comisario español de la exposición universal de Nueva York y luego agregado cultural en la embajada de Suecia para impartir conferencias en las que explicaba la evacuación, para evitar que la propaganda franquista falseara los hechos. En la Asamblea Mundial por la Paz, celebrada en 1955 en Helsinki, utiliza el caso español para defender la salvaguarda del patrimonio artístico en tiempos de guerra.

Guadalupe Fernández Gascón donó en 2002 al Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) 372 documentos relacionados con el importante papel de Fernández Balbuena en la protección del Tesoro Artístico .Su hermana Elvira rescata la historia de su padre en un libro. Y responde a esta entrevista desde México.

—¿Cree que la figura de Roberto Fernández Balbuena se ha olvidado?

—Sí, la figura de Roberto Fernández Balbuena, como la de los demás artífices del salvamento del patrimonio artístico español durante la Guerra Civil, se ha olvidado, cuando todos ellos deberían ser recordados como héroes de estas valientes batallas.

—¿Su libro ‘El Prado en peligro’ es un homenaje a su padre?

—Mi libro El Prado en peligro no es sólo un homenaje a mi padre, sino una llamada de atención, para tratar de recuperar a tan valiente y generoso personaje.

—¿Qué aporta de novedoso o desconocido el libro?

—De novedoso, solo información sobre su labor como pintor, prácticamente desconocida en España, porque fue interrumpida por la guerra, y en México, opacada por su labor como arquitecto.

—La familia Fernández Balbuena siempre ha estado vinculada a Ardoncino. ¿Sigue esa relación?

—Sí, la familia Fernández Balbuena siempre estuvo vinculada a Ardoncino, porque allí se encontraba la finca de su abuelo, en donde pasaban los veranos, y la madre de Roberto también era de León. La verdad, desconozco si su familia sigue vinculada a León.

—¿Es cierto que para su padre Ardoncino era el lugar que le permitía desconectar y ser más creativo?

—Sí, para mi padre siempre fue muy importante Ardoncino; e, incluso, ya residiendo en México, cuando hizo sus excursiones a Chiapas, descubrió muy agradecido, que la tierra era roja, «muy Ardoncino». No olvidaba su amor por el terruño.

—Aunque El Prado preserva obras de su padre, su faceta como pintor sigue siendo muy desconocida, ¿no cree?

—Sí, su faceta como pintor sigue siendo desconocida. El maravilloso autorretrato de Balbuena joven, que aparece en la portada del volumen; me lo llevé a España y, en mi presentación del libro en el Instituto Cervantes de Madrid, me acompañó y pude donarlo a las autoridades del Museo del Prado que asistieron a la conferencia, haciendo el debido protocolo de donación unos días después. Ya podrá estar un Fernández Balbuena joven, observando a sus compañeros de genio.

—¿Cómo fue el exilio para su familia?

—El exilio fue muy difícil para mi familia, pues tuvieron que empezar de cero y en un nuevo país; y la familia Fernández Balbuena, que nunca aceptó que Roberto fuera un «rojo» rebelde; lo abandonó a su suerte y nunca le envió ni una peseta de la venta de sus propiedades.

—¿Sigue manteniendo vínculos con León?

—No, desgraciadamente, no. Ni conozco a la gente de allá.

—El hermano de su padre, Gustavo, dejó en León edificios como el Casino (hoy sede del BBVA). En 1931 desapareció en el mar. ¿Es cierto que tu padre nunca lo superó?

—Sí, para mi padre fue muy duro perder a su hermano Gustavo, pues era al que más estaba apegado. Pero cuando murió trágicamente en el mar, Roberto se dedicó finalmente a la pintura, como fue su deseo desde que era joven y eso le ayudó a sobrellevar la pena.

—Su padre dio conferencias sobre la protección del tesoro artístico una vez acabada la Guerra Civil. ¿Fue un pionero?

—No, no fue el único. También Renau dio conferencias sobre estas batallas; pero Roberto, ya en México, siguió difundiendo su labor durante la Guerra Civil-

—Roberto Fernández Balbuena fue enviado por la República a la Exposición Universal de 1939 en Nueva York. También fue subdirector de El Prado (en realidad, director, porque Picasso nunca tomó posesión). ¿A cuánta gente interesante conoció?

—Podemos darnos una idea de las personas que frecuentaba en España si echamos una mirada a su cuadro Mesa de café, con sus amigos de tertulia: Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén y Luis Rosales. Y en México, podemos mencionar a Juan José Arreola y Juan Rulfo, cuya amistad quedó reflejada en su participación en el libro sobre Fernández Balbuena. Debido a la relevancia de los trabajos que emprendió, Roberto siempre estuvo en contacto con las mentes más brillantes de su época, porque, además, él era no sólo brillante, sino generoso, y un notable artista.