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LA REINA QUE TRUNCÓ EL DESTINO DE LEÓN

José Ángel Mañas: «Berenguela torció la historia en favor de Castilla»

- El escritor madrileño cierra su trilogía de la Reconquista con una novela sobre la esposa del rey leonés Alfonso IX

José Ángel Mañas. ASÍS AYERBE

León

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Mañas cierra su trilogía sobre la Reconquista con Berenguela  (La Esfera de los Libros), un personaje poco conocido, que fue reina por un día, pero que cogobernó con su hijo durante treinta años. Ella fue la responsable de la unión definitiva entre León y Castilla.

—¿Por qué elegiste el personaje de Berenguela?

—Pues porque, dentro de mi trilogía sobre la Reconquista, llevaba dos maromos como protagonistas de mis novelas (Pelayo y Fernán González) y me apetecía cambiar y coger una mujer, nada más. En este caso, pretendía narrar lo sucedido en el entorno de la batalla de las Navas de Tolosa (1212), y pensé que Alfonso VIII de Castilla, vencedor de la batalla, estaba muy visto, y lo mismo Fernando III el Santo, el conquistador de Córdoba, Jaén y Sevilla. En cambio, Berenguela, la hija del primero y madre del segundo, era menos conocida. Lo curioso es que pensé que iba a ser un personaje menor, un mero punto de vista. Yo mismo fui el primer sorprendido cuando me di cuenta del enorme protagonismo que había tenido en todo el proceso de la unión entre Castilla y León. Y hasta me cambió la novela, porque de mirar hacia las Navas de Tolosa, pasé a focalizarme en esta unión.

—Fue reina un día, pero en la práctica reinó mucho durante 30 años, ¿no?

—Así es. Ella estuvo siempre muy presente, influyendo sobre su hijo Fernando, hasta el punto de que muchos historiadores consideran que correinó con él. Como Fernando asciende al trono castellano en 1217, Berenguela, que muere en 1246, correinó durante prácticamente treinta años en Castilla. Y cuando Fernando fue coronado rey de León, en 1230, le quedaban todavía dieciséis años de vida, durante los que correinó también en León.

—Cuando uno se sumerge en un personaje, como es el caso de Berenguela, para dedicarle una novela, ¿se acaba seducido por el personaje?

—Lógicamente, te metes en su piel y acabas empatizando con ella. Lo curioso fue que me esperaba una mujer resignada, frustrada porque las circunstancias la hubieran obligado a abdicar en su hijo (pensaba entonces) y me encontré, al contrario, con una mujer de una pieza, una mujer de Estado, una política de los pies a la cabeza, con un carácter del demonio (¡bien lo sufrió Alfonso IX!) y una triunfadora absoluta. Lo gracioso de esta novela es que es una especie de versión medieval de La guerra de los Rose (la película de los años 90 protagonizada por Michael Douglas y Kathleen Turner) donde el destino de los dos reinos se juega en los enfrentamientos a cara de perro de estos dos exesposos.

—Fue la responsable de la unión definitiva entre León y Castilla, y eso a León no le ha ido muy bien...

—Cuando Berenguela abdicó en su hijo Fernando en Valladolid en 1217, lo hizo para orillar el Tratado de Sahagún, firmado entre los reyes de León y Castilla, según el cual si uno moría sin descendencia masculina el otro podía, legítimamente, reclamar esa corona. Berenguela sabía que su exesposo Alfonso IX, rey de León, la iba a reclamar y se le anticipó. Prefirió pasarle la corona a su hijo para darles a los castellanos un rey varón nacido en su tierra. La importancia de su maniobra fue absoluta, porque de haberse coronado entonces Alfonso IX rey de Castilla, y de haberse dado la unión de los reinos en su persona, la historia habría sido muy diferente. A lo mejor, hoy estaríamos hablando del reino de León y Castilla, y después de la Corona de León, quién sabe, y a lo mejor el rey que conquista Córdoba, Jaén y Sevilla, en vez de ser Fernando III (el rey más importante de España según Eslava Galán, debido a que, prácticamente, dobló el territorio castellano) hubiese podido ser Alfonso IX. Y a lo mejor, efectivamente, León habría jugado un rol más destacado en la historia posterior de España, el rol que quedó reservado a Castilla. Berenguela torció la historia. Y siendo una castellanista furibunda, la torció en favor de Castilla. No fue la unión lo que desfavoreció a León, sino cómo se produjo esa unión.

—La historia ha tratado bien a Isabel la Católica, pero Berenguela es casi una desconocida, ¿por qué ese olvido?

—Está muy claro. Porque sobre el papel reinó solo un día. Al final, el mérito de la victoria de las Navas de Tolosa se la llevó Alfonso VIII, y el de la unión, Fernando III. Berenguela fue la eminencia gris de la unión, pero quien estuvo bajo los focos fue su hijo.

—¿Era más astuta que malvada o a la inversa?

—Sobre todo, estaba bien preparada. Tenía referentes femeninos importantes por línea materna (era hija de Leonor Plantagenet y nieta de Leonor de Aquitania, quizás la mujer más poderosa y libre de toda la Edad Media) y tuvo la suerte de que, como a Alfonso VIII no le nacían más que hijas, fue educada, al ser la primogénita, para gobernar, y su padre se encargó de que en dos curias extraordinarias (el equivalente de las Cortes entonces) se la jurase heredera. Para mí es un fruto de la (buena) educación que recibió de su padre, que le inculcó el sentido de la responsabilidad política e hizo de ella una mujer de Estado. Más que malvada era alguien que defendía lo suyo, y desde luego muy inteligente y astuta. A mi entender, una superdotada de la política. Y Alfonso IX tuvo la mala suerte de tenerla como rival.

—En la novela se cuenta que cuando apresa a Don Álvaro (Núñez de Lara), héroe de las Navas de Tolosa, le dice a Berenguela: «Tú también caerás algún día, perra».... ¿Eso fue real o es una licencia literaria?

—Es una licencia literaria. Pero, vamos, se tenían un odio tan africano que no sería inverosímil. Esa fue otra de las batallas que libró y ganó Berenguela. Los Lara, que hasta ese momento puede considerarse la familia más importante de Castilla y muy influyente también en León, donde crecieron en la corte junto a Alfonso IX, porque eran hijos de Teresa Fernández de Traba, la segunda esposa de Fernando II, padre de Alfonso IX, y por lo tanto fueron criados como infantes reales. Eran hijastros del rey de León. Por eso van a apoyar a Alfonso IX, que es casi su hermanastro, cuando este reclama la corona de Castilla, y se enfrentan a Berenguela. Mala idea, porque a partir de ese momento no volverán a levantar cabeza. Berenguela era una apisonadora. Quien le echaba un pulso, lo perdía.

—Estuvo casada siete años con Alfonso IX (el que convocó las primeras Cortes parlamentarias en 1188). El Papa anuló el matrimonio, aunque eran primos lejanos. ¿De haber seguido casada con él la historia habría sido muy distinta?

—Estoy seguro de que sí. Alfonso IX tuvo la mala suerte de que el Papa le anulase ese matrimonio. Si hubiera mantenido a Berenguela a su lado, otro gallo le habría cantado y, una vez más, posiblemente la unión se hubiese hecho en su persona. La sensación que yo he tenido es que Alfonso IX, que después de ver que el Papa anulaba sus dos matrimonios, decidió no volver a casarse (harto como estaba el hombre, yo lo entiendo) y vivió muy solo. Su corte habría sido otra de haber tenido al frente una mujer con la personalidad de Berenguela, estoy convencido de ello.

—Cuando la excomulga el Papa el pueblo castellano no lo entiende, porque la consideraba «una santa»...

—Jaja, eso es la mano de Berenguela, que fue quien escribió la historia. A diferencia de Alfonso IX, que cuando el Papa le anuló los dos matrimonios, teniendo en cuenta que ya le había excomulgado un par de veces por haberse aliado con los almohades en alguna de sus guerras contra Castilla, decidió pasar de Roma y logró que Roma pusiese en entredicho a León; en cambio, Berenguela cultivó el apoyo de Roma, y aquello dio sus frutos cuando, tras morir Alfonso IX y habiendo designado este como herederas, en su testamento, a Sancha y a Dulce, Berenguela invade León para reivindicar los derechos sucesorios de su hijo Fernando. En ese momento, recibirá el apoyo del clero leonés, muy descontento con que Alfonso IX hubiese puesto el reino en entredicho. Berenguela cultivó muy concienzudamente, y con éxito, esa imagen de buena católica.

—Berenguela era bisnieta de Urraca I de León y nieta de Leonor de Aquitania, dos mujeres poderosas. ¿Influyeron en ella?

—En la novela doy mucha importancia a ambas. Eran los referentes de mujeres poderosas que tenía más cerca. Urraca I fue la primera reina de toda la Europa medieval, y Leonor de Aquitania la más importante de todas. A mi entender, además de los genes y el carácter que tenía Berenguela, y la educación que recibió, el tener esos referentes le hizo ver que era posible reinar siendo mujer.

—¿A qué obedece el éxito de la novela histórica? ¿Al público le interesa la historia, pero bien contada?

—En mi opinión, hay una sed de historia que viene propiciada por todas las turbulencias identitarias del presente. Para entender estas turbulencias, hay que conocer el pasado. En mi caso, yo el leonesismo no lo entendía bien hasta que escribí esta novela; ahora lo entiendo perfectamente. La gente quiere saber y la novela histórica cumple un rol divulgativo, y de una manera lúdica. Es más fácil leerse mi novela sobre Berenguela que el estudio de mil páginas (maravilloso, por cierto) que le dedica Salvador Martínez.

—¿La ficción se queda eclipsada comparada con las intrigas de la historia real, como en el caso de Berenguela?

—Sí, claramente. La historia medieval española no tiene nada que envidiar a Juego de tronos. Berenguela es una especie de Cercys de su época. Un personaje tremendo, maquiavélico y, a ratos, implacable. Un auténtico terminator.

— ¿Descubriste algún personaje «secundario» interesante?

Quizá García de Campos, el canciller de Castilla, que era un intelectual como la copa de un pino. Educado en París y Bolonia. Y los dos cronistas, Lucas de Tuy (más leonesista) y Rodrigo Jiménez de Rada (muy castellanista). A los dos les encomienda Berenguela escribir la historia del período, y sus relatos de los hechos se incorporan prácticamente tal cual a la Primera Crónica General de Alfonso X, con lo cual están en la raíz misma del relato nacional español. Berenguela, que era culta como su abuela —recordemos que Leonor de Aquitania quiso que la escultura que la representa en su sepulcro la mostrase con un libro en las manos—, tenía mucha conciencia de que, además de vencer, hay que dejar constancia escrita de que se ha vencido.

—Con Berenguela cierras la trilogía de la Reconquista, ¿en qué época te vas a adentrar ahora?

—Vuelvo al presente. Desde el 2017 he publicado media docena de novelas recreando hitos importantes de la historia de España. Necesito, por el momento, dejar en barbecho esa veta.

—¿En qué libro estás trabajando?

—Pues en un libro sobre el mundo de la dark web, los criptomercados de la droga, los bitcoins, todo este universo de ciencia ficción que existe y que apenas conocía. Procuro que cada libro sea un reto. Necesito, de vez en cuando, cambiar de universo.

—Has escrito sobre Pelayo, Berenguela, Fernán González, los conquistadores... ¿Cuál es tu personaje favorito?

—Hombre, Pelayo es el más querido por todos. Pelayo es Pelayo, creo que hay muy pocos personajes míticos a su altura. Yo, por lo menos, quiero pensar que existió un hombre como ese. Y Alfonso IX, en esta novela, se me hace entrañable, porque el hombre no era mal rey, es más, tiene logros importantísimos como convocar las Cortes de 1188 que mencionaste, es quien funda Salamanca, reconquista Cáceres, Badajoz, Mérida; y sin embargo Berenguela le roba la tostada y, casi casi, lo expulsa de la historia. La saña con la que destruyó todos los documentos oficiales en los que aparecen los nombres de Sancha y Dulce, y el propio testamento de Alfonso IX, que aunque no se dice en ninguna parte estoy seguro de que lo quemó ella, hacen que uno le tenga simpatía al perdedor de esta peculiar «guerra de los Rose»… Los hombres a veces también pierden.

—Algunas de tus novelas han sido adaptadas al cine, ¿hay algún proyecto para adaptar alguna más?

—Hay un proyecto de remake de Historias del Kronen en México, en el que se está trabajando actualmente, y también una adaptación de La pella. Pero están en un estado embrionario ambas. Películas históricas, por el momento, ninguna. Pero bien que me gustaría.