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ENTREVISTA

«¿Qué quiere hacer Valladolid: liderar o fagocitar?»

Entre la España vaciada y la España metropolitana hay una tercera España, la de las ciudades medias, Una España que seguramente está ya en una Tierra de nadie, en un proceso que no llevará a la despoblación en sentido estricto, pero sí ahondará las desigualdades territoriales y sociales. Así lo explica Sergio Andrés

El profesor universitario Sergio Andrés Cabello. DL

León

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Sergio Andrés, profesor de Sociología en la Universidad de La Rioja, es el autor del ensayo La España en la que nunca pasa nada: Periferias, territorios intermedios y ciudades medias y pequeñas , una investigación en la que profundiza en los movimientos económicos y demográficos que han convertido a las ciudades pequeñas y medianas en lugares alejados de la actualidad y, por lo tanto, cada vez más invisibles para el poder, que debido a esta circunstancia, vive a espaldas de una masa de población olvidada.

—Parece que ha escrito este ensayo pensando en León.

—Sí, la verdad es que no es la primera vez que me lo dicen y no sólo desde León sino de varias capitales de provincia que tienen o sufren los mismos problemas de León y que aparecen en el libro.

—La obra, publicada por Akal, aborda esta realidad española desde varios puntos de vista, pero hay que recordar que usted es profesor de Sociología en la universidad.

—Nuestras investigaciones en torno a la despoblación han sido determinantes pero en los últimos tres años han pasado cosas muy decisivas que podrían llevar a escribir otro libro.

Parece que la despoblación es un proceso de última hora pero lleva fraguándose durante más de medio siglo.

—Si, es cierto. Una de las cuestiones que a mí más me llamaba la atención acerca del momento en el que la despoblación se puso de moda es que ésta lleva ocurriendo en España desde la segunda mitad del siglo XIX por factores económicos, políticos, sociales... Parece que hayamos descubierto la pólvora y es un proceso que viene produciéndose desde hace mucho tiempo. Es verdad que nosotros estamos en un país en el que los desequilibrios territoriales siempre han sido muy fuertes y, además, somos un lugar complejo desde el punto de vista geográfico porque hay zonas que siempre han estado muy despobladas. Lo más importante es que hay una cuestión de derechos que no se cumple, que es lo más importante. Puedes vivir en El Bierzo pero debes tener los mismos derechos que alguien de cualquier otro lugar. El problema ahora es que ya estamos en otro estadio y hablamos de desequilibrios territoriales más profundos en los que algunas provincias de Castilla y León son un ejemplo paradigmático en las ciudades medias y pequeñas.

Y eso a pesar de que la despoblación sí está en teoría en la agenda política.

—Si, pero hay territorios en los que el avance es muy difícil de revertir Si no salvamos León ¿Cómo vamos a salvar los pueblos?

La tensión provoca no sólo que los pueblos desaparezcan sino que las capitales de provincia lo hagan, con lo que las cabeceras de comarca se vienen abajo. ¿Qué pasa con esta destrucción del territorio?

—No es por ser determinista, pero hay procesos, planificaciones que no han funcionado. A nivel del conjunto de España se han ido produciendo unos desequilibrios que han estado marcados en los últimas dos décadas y media por todo lo que ha ocurrido con las dinámicas de la globalización, cuyas protagonistas han sido las metrópolis y las grandes ciudades. Mientras, hay territorios que se han quedado en tierra de nadie. Ocurre en todos los países occidentales pero el problema de España es que llegamos con una mochila con la que hemos cargado durante decenios, con zonas muy dinámicas e industriales, sobre todo Madrid y Barcelona, algunas con un escenario más complejo a medio y largo plazo, como Euskadi, y otras intermedios, como Castilla y León, Castilla La Mancha, la Cornisa Cantábrica, Extremadura, La Rioja, parte de Aragón... Éstas tenían un sector primario que se ha ido abandonando. Además, algunas de ellas habían logrado crecer gracias a un sector secundario, industrial, potente, que había generado empleos de calidad. Pero con la globalización hemos vivido unos procesos de deslocalizaciones por las que hemos perdido el músculo de ese sector secundario. Esto nos lleva a situaciones muy dramáticas, como puede ser Asturias, una de las regiones europeas con menor tasa de natalidad, o escenarios como el de Zamora, Soria o Ávila que nunca tuvieron ese desarrollo industrial.

Qué nos queda?

—Una situación muy complicada porque las actividades que estás generando como sustitutas están vinculadas al sector terciario, muy precario, o al turístico. Ahí ya es donde surge un mix muy complejo. Además, estas dinámicas hacen que sean las grandes ciudades las protagonistas del desarrollo. Porque por mucho que la gente diga que no quiere vivir en Madrid tiene que hacerlo, no puede desarrollar su proyecto vital en otro lugar. Eso incide directamente en la despoblación del medio rural. Si me cargo Astorga, Ponferrada y León, al final todo es una pieza de dominó. 

En el caso de Castilla y León el poder político apuesta por una metrópoli y abandona a las demás. ¿Cómo ayudan los impulsos políticos a la muerte de las ciudades pequeñas y medianas?

—Evidentemente, hay centros de poder en los que influye el agravio.  Pasa en Aragón con Huesca y Teruel respecto a Zaragoza. La pregunta es ¿Qué tipo de función tienen que desempeñar los centros de poder? Isabel Díaz Ayuso dijo en relación a Madrid que ella compite con Londres, no con otra ciudad española. Eso son políticas de Estado. Lo que ocurre es que ahí surgen preguntas tales como ¿Para qué quiero yo León, o Zamora? Esa es una decisión política. Yo puedo entender que La Rioja no tenga un hospital de referencia pero hay otras cosas necesarias que hacen referencia a cohesión social y territorial. Castilla y León es un territorio súper complejo y tiene dos problemas muy fuertes. La tendencia más fácil, sin duda,  es centralizar. Con esto no quiero decir que León tenga que ser Valladolid, pero tú tienes que dinamizar León y León, además, tiene que pensar qué quiere hacer. Hay que hacer autocrítica. Castilla y León me fascina porque a nivel de identidad  han sido también muy maltratadas. Las dinámicas internas de articulación territorial precisan de generar dinámicas en las que la concentración no sean tan bestias. ¿Todo para Valladolid? ¿Qué quiere hacer Valladolid: liderar o fagocitar? Porque lo que no se puede permitir es que haya ciudades que se conviertan solo en destinos de fin de semana con esa transformación brutal del centro de las ciudades que expulsa a los habitantes. 

Hay que hacer autocrítica. Castilla y León me fascina porque a nivel de identidad  han sido también muy maltratadas. Las dinámicas internas de articulación territorial precisan de generar dinámicas en las que la concentración no sean tan bestias

En qué ha cambiado el territorio y la población en los últimos tres años?

—La realidad nos va comiendo. Hemos vivido el escenario brutal de la pandemia durante el que se decía que el teletrabajo permitiría a la gente volver a vivir a los pueblos. Lo que ha ocurrido es que los escenarios se han intensificado, los desequilibrios son más profundos y con el agravante de que no estamos aprovechando los fondos europeos para generar cohesión territorial. Otros países los usan para reindustrializar, pero caemos en más de lo mismo. En tercer lugar, debemos abordar el tipo de Estado que vamos a ser y que va a tener un gran impacto en los desequilibrios territoriales. ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia un Estado confederal? Porque somos un Estado asimétrico y lo hemos sido siempre, nos hemos comido el pulpo siempre como animal de compañía, pero ahora las perspectivas no son halagüeñas. Hecho en falta en los partidos políticos españoles un proyecto de país. Además, hemos comprado motos sin sillín y sin ruedas desde los territorios. Tendremos que ver qué hemos asumido en nutras regiones, provincias y ciudades porque los discursos victimistas no siempre valen. Hay que analizar cómo han funcionado nuestras élites, qué decisiones se han tomado, etc.

Lo que no se puede permitir es que haya ciudades que se conviertan solo en destinos de fin de semana con esa transformación brutal del centro de las ciudades que expulsa a los habitantes 

Como sociólogo ¿Cómo ve el estado de ánimo de la población?

—La nuestra es una sociedad del descontento, aunque luego no tiene una expresividad política. Es verdad que lo que vivimos es el día a día y una sensación de pérdida de las expectativas de futuro. La gente se mueve a toda velocidad, poniendo parches y hay un humor social muy complicado desde la crisis sistémica del 2008.

Qué similitudes ve entre León y La Rioja?

—Es importante señalar el lugar en el que estás ubicado. Su provincia ha perdido mucha población pero tiene la fortuna de tirar de una ciudad media, como León. Pero. claro, alrededor tiene una Asturias que se ha venido abajo, una Galicia interior  que no crece y Zamora por el sur. A La Rioja le salva su posición estratégica porque siempre nos hemos beneficiado de tener al lado el País Vasco y Navarra y el eje del Ebro. No estás solo, para bien y para mal. Eso genera sinergias importantes. A nivel de transportes en España no hay dos velocidades, hay tres y cuatro. Y esto no va de salvar León sino de articular un país, y algo así no ocurre porque los molinos que tenemos enfrente son complicados. 

Cómo le ha influido a La Rioja ser comunidad uniprovincial?

—Es un punto y aparte. Si hubiéramos formado parte de Castilla y León, sin competencias ni autogobierno, no habríamos logrado nada de lo que hemos conquistado. Si León pudiera haber sido autonomía con Zamora y Salamanca, seguramente no estaría como está porque formar parte de en una comunidad con Castilla le ha perjudicado. Tener autogobierno le ha permitido a la Rioja avanzar desde el punto de vista económico e identitario que es un punto y aparte. Nosotros solo nos tenemos que pegar con un centro de poder, Madrid, pero los leoneses tienen que hacerlo con dos. Y, claro, estas cuestiones son determinantes. Como riojano, ser comunidad autónoma es un hito. Créame. No seríamos lo que somos.