RUBÉN GONZÁLEZ SE CONOCE LOS ENTRESIJOS DE LA ESCENA TANTO TEATRAL COMO MUSICAL. EN ‘PIEDRA CONTRA TIJERA’ REPASA LA MÚSICA MÁS RECIENTE
MÚSICA
Música después de la Movida
l El libro ‘Piedra contra tijera’ (La Oveja Roja) analiza los hitos de la música en el siglo XXI y ve «más cerca un #MeToo en España»
JAVIER HERRERO
E ntre las revoluciones a las que ha dado cauce especialmente la música en el siglo XXI se encuentra la del feminismo. Lo cuenta el cronista Rubén González, quien tras estudiar los últimos 30 años de hitos musicosociales considera que en este ámbito «estamos cada vez más cerca de un #MeToo en España».
Es una de las conclusiones de Piedra contra tijera (La Oveja Roja), que acaba de publicar con la intención de mitigar el «páramo explicativo» en torno a la música de nuestro tiempo. Se trata de un exhaustivo «bestiario» en torno a los artistas como agentes activos, sus contextos y cómo el sonido que generaron dio respuesta común a problemáticas colectivas recientes.
«Porque nos sabemos de memoria las aventuras del jazz y el blues, del rock’n’roll, el rock y el pop, del soul y el funk, el heavy metal y el punk, e incluso del grunge y la escena independiente. También todo sobre la Movida (...). Pero… ¿y a partir de ahí?», razona el autor en el prólogo de esta obra de más de 500 páginas.
Hasta ahora existían manuales similares pero centrados en el disco «como objeto». «Pero no en el sujeto y su contexto y no había un hilo conductor que lo ordenara todo como yo pensaba que debía hacerse», explica sobre el propósito de su libro.
Otra premisa era la de tratar por igual a figuras más famosas y otras más anónimas pero que contribuyeron igualmente a moldear una escena, artistas que corrían el riesgo de perderse para siempre en la sobreinformación de internet, y a su vez liberarse de prejuicios, citando músicas aparentemente tan alejadas como las de Ojos de Brujo o Russian Red.
«Me hacía esta pregunta: ¿En EE.UU. lo que hace este o aquel artista sería considerado rock? Porque allí daría igual que sea Bob Dylan o Joni Mitchell, todo entra en esta categoría. Es cierto que a veces he apurado mucho los márgenes, pero eran márgenes que bebían de ello, pues si no eran hijos, eran nietos del rock», defiende.
Arranca su análisis en los primeros años 90, los de la euforia nacional en torno a los JJOO de Barcelona 92, la Expo de Sevilla y la capitalidad cultural de Madrid, que a su vez dieron lugar a la «gran crisis de 1993» y el momento en que el PSOE «salta a la palestra» por numerosos escándalos.
«Ahí hay una generación de chavales que no se sienten interpelados por ese espíritu y rompen con todo lo anterior», señala González sobre la etapa que da carpetazo a La Movida, al «hardcore», al rock en catalán y al rock radikal vasco, entre otros estilos.
Año tras año, según eclosionan bandas como Extremoduro o Platero y Tú, recorre otros momentos convulsos de la historia nacional, por ejemplo «los decretazos, el accidente del Yakovlev-42 o del Prestige» en la era de José María Aznar. «Es el rock el que está ahí en primera línea, no sólo un rock duro, sino también, pero sí los grupos de mestizaje como Amparanoia», observa.
Con la llegada del sigo XXI, se empieza a popularizar una idea contra la que González se manifiesta abiertamente. «Niego la mayor de que el rock murió con el siglo XXI, porque es cuando Calamaro, Extremoduro y Marea arrasan», argumenta, y añade que a partir de 2008 recogen la batuta muchas de las bandas del «indie».
«Igual cambiaron las sonoridades, porque antes era todo más radical y explosivo y luego se homogeneiza», reflexiona, antes de lamentar los «pasos atrás» que la irrupción de las redes sociales y los algoritmos sí han provocado en la escucha atenta de la música y en la concepción de la música como «entretenimiento» y no como forjador de espíritus críticos.
El título del libro, Piedra contra tijera , lo toma prestado de una canción de Soziedad Alkoholika y alude a la naturaleza subversiva que, en su opinión, ha tenido el estilo desde siempre, desde que en su origen «chicos y chicas blancas se rebelaron contras las convenciones y quisieron bailar como los negros». Es entonces cuando destaca el papel revolucionario de la música en la época reciente en el feminismo y pone un claro ejemplo: en los primeros años de este volumen, apenas podía citar voces femeninas. Luego, sí.