Un laberinto sin salida

alfonso garcía

L eonés afincado en Almagro, su primera novela publicada está llena de suspense e intriga, característica que define igualmente sus relatos. El asunto de esta novela «cada vez se enmarañaba más y sentía que caminaba por un laberinto sin salida». Lo dice Cristina Santamaría, la madre de la joven Mariola, que desaparece durante un concierto. Comienza la búsqueda —«He perdido a mi hija y no sé cómo encontrarla»—, tiempo durante el cual ocurrirán muchas cosas, que van generando intriga, interés y tensión crecientes en un relato urbano con tintes policíacos bien tramado. Hay una dualidad en la búsqueda: por una parte, la policía; por otra, la propia madre y algunos amigos y allegados. Esto proporciona más intensidad porque todas las hipótesis quedan abiertas: ¿secuestradores?, ¿rescate?, ¿señales de vida?, ¿huida voluntaria?, ¿rendición de cuentas?... El lector se siente atrapado y arrastrado por las muchas sospechas que le van proporcionando los hechos hasta llegar al desenlace, quizás a los desenlaces, totalmente sorprendente e inesperado. Pero esto no corresponde desvelarlo aquí. Pertenece exclusivamente al lector. Dejo anotada, sin embargo, la convicción, expresada por Oscar Wilde, de que «la realidad supera la ficción». Ahí está el meollo argumental, narrado en primera persona, narradora omnisciente como parece lógico, la propia madre. El puntillismo con el que cuenta la historia está lleno de detalles, descripciones precisas, diálogos abundantes, incluso reflexiones de muy diversa índole que agilizan el relato, contado con un lenguaje natural, nunca afectado. Si la peripecia de la acción va aumentando progresivamente en tensión e interés se debe también, a mi juicio, a la incorporación de historias a la principal, intercaladas en algunos casos, alternándose en otros. En cualquier caso, protagonizadas por personajes-anzuelo: a medida que van apareciendo, cada uno levanta sospechas en el lector, que hasta es posible que articule su propia narración. Este es para mí uno de los grandes valores de la novela., el engranaje preciso con que, al final, entenderemos en trenzado de los acontecimientos.