Diario de León

Cuentos verdaderos de Rosa Montero

«La inteligencia artificial borra la frontera entre verdades y mentiras», alerta la autora de ‘Cuentos verdaderos’, libro en el que Rosa Montero reúne crónicas y reportajes de la Transición, del ‘caso Nani’ al teatro chino de Manolita Chen.

La escritora madrileña Rosa Montero

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Filandón

miguel lorenci

C ree Rosa Montero (Madrid, 1951) que la crónica «es el género estelar del periodismo por delante de la entrevista». Lo asegura al presentar Cuentos verdaderos (Alfaguara), una recopilación de crónicas y reportajes de la Transición y la década de los ochenta, de su investigación del caso Nani a los sórdidos entresijos del teatro chino de Manolita Chen. El título es toda una declaración de intenciones, ya que a juicio de esta fajada cronista y narradora «el mejor periodismo cuenta la verdad con las herramientas de la literatura, de la ficción».

Está muy agradecida una profesión que le ha dado «todo» pero que sitúa «en una gran encrucijada» con desafíos como la inteligencia artificial. «Está en un momento muy peligroso; las cabeceras desaparecen a velocidad de vértigo y el periodismo se empobrece. La inteligencia artificial borra, además, los límites entre la verdad y la mentira». «Puede acabar con el periodismo y convertirse en la asesina de la sociedad» aventura. «Entramos en una era tan amenazante como la de la bomba atómica, pero hasta más grave. Lo que hasta ahora conocíamos como ‘fake news’ se va a quedar en pañales», vaticina.

Tiene Montero una «enorme sensación de fragilidad». «Parece que todo se pudiera ir al garete en un instante», lamenta quien fuera la brillante cronista de una España ilusionada con la Transición. «Ahora, por desgracia, hay que ser cronista de la disensión», dice, Y eso que es optimista. «No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero no se puede negar que el mundo atraviesa una situación terrible, insisto, con una escalada de extremismos, una gran crisis de legitimidad democrática y asediado por desafíos como el calentamiento global y las crisis migratorias».

Miedo del futuro

«Cuando escribí estas crónicas había esperanza y ahora tenemos miedo del futuro», lamenta la ganadora del Premio Nacional de Periodismo en 1981 y del Nacional de las Letras en 2017. Un escritora que como informadora cubrió la matanza de los abogados de Atocha, el intento de golpe de Estado, las vísperas del éxodo en Riaño, la gira del papa por España, la de Miguel Ríos con su exitosísimo Rock and Ríos o los estragos de la droga y el terrorismo.

Una de sus crónicas de entonces habla de las Vulpes, el grupo de jóvenes punkis vascas que escandalizó a la derecha más rancia con su canción Me gusta ser una zorra . «Entonces acabaron con ellas y con el programa de Caros Tena que programó la canción, y hoy hay quien se rasga las vestiduras con Zorra , esa canción eurovisiva que es una antigualla y ha generado un vejestorio de escándalo y visual».

En el noble oficio de contar «la entrevista no es el género mayor» para Montero, que ha hecho cientos. «Lo es la crónica», asegura. «La urgencia provoca un pelotazo de adrenalina, hay que correr a velocidad y es agotador. Pero si está bien hecha desafía a la caducidad», asegura la experimentada cronista. «Todo es caduco, empezando por la vida, pero en periodismo la ambición de hacer buena literatura puede salvarlo».

Siempre ha tenido la vista «más atenta al lumpen y a lo canalla» que a lo convencional. Y es que a su juicio «esa periferia canalla es el verdadero espejo de lo que somos». «Es ahí donde está la verdad de la vida, mientras que lo demás se edulcora», dice. Acaba de terminar el borrador de su nueva novela de ciencia ficción, la cuarta y última entrega de la detective androide Bruna Husky en la que la Inteligencia Artificial será crucial. Tras Lágrimas en la lluvia , El peso del corazón y Los tiempos del odio «no habrá más entregas» de su detective replicante. «Acabo con la serie, pero Bruna Husky no muere. Simplemente cierre a un proyecto porque no me queda tiempo para escribir todos los libros que quiero», dice.

«Todo es caduco, empezando por la vida, pero en periodismo la ambición de hacer buena literatura puede salvarlo»

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