Diario de León

reportaje

La escritora olvidada que burló la censura

Los leoneses José Enrique y Clara Isabel Martínez rescatan a Concha Castroviejo, autora de ‘Víspera del odio’, una novela sobre las dos Españas

Concha Castroviejo (segunda por la izquierda) con su padre y sus hermanos.

Concha Castroviejo (segunda por la izquierda) con su padre y sus hermanos.

Publicado por
Verónica Viñas
León

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E l odio es muy manso. No se olvida. La frase es de Teresa Nava, la protagonista de Víspera del odio , novela publicada en 1959 por Concha Castroviejo, una escritora prácticamente olvidada que burló a la censura franquista con un libro cuyo trasfondo son los dos bandos, las dos Españas. Según el censor, se trataba de «una novela en extremo desagradable, de penosa lectura».

Al rescate de la escritora gallega acuden ahora dos autores leoneses, José Enrique Martínez y Clara Isabel Martínez, que además de padre e hija comparten profesión —la docencia— y especialidad, la Teoría de la Literatura.

Publican Concha Castroviejo. En la primera línea de la narrativa de la posguerra en el sello leonés Eolas, un ensayo en el que recuperan el legado de una autora sobre cuya obra ha caído la niebla del olvido.

Concha Castroviejo (segunda por la izquierda) con su padre y sus hermanos.

Concha Castroviejo (segunda por la izquierda) con su padre y sus hermanos.DL

Cuenta José Enrique Martínez, crítico literario de Diario de León, que la idea del libro surgió en el congreso que cada verano convoca la Asociación de Amigos de la Casa Panero. En la edición de 2019, bajo el título, Palabra de mujer: entre la sumisión y la emancipación (narradoras de posguerra), ‘desempolvaron’ la vida y obras de Felicidad Blanc, la matriarca de los Panero, así como de Carmen de Icaza, Dolores Medio, María Josefa Canellada, Mercedes Formica, Eulalia Galvarriato, Mercè Rodoreda, Elisabeth Mulder Pierluisi, Luisa Carnés y, también, de Concha Castroviejo. Sobre la última presentó una comunicación Clara Isabel Martínez. Así que ya tenían parte del trabajo avanzado. A los Martínez les pareció oportuno recuperar a una autora extrañamente ausente de los manuales de historia de la literatura.

Castroviejo únicamente publicó dos novelas, Los que se fueron y Víspera del odio . La primera es una autobiografía novelada sobre su exilio en París y más tarde en México, donde estuvo diez años.

Portada del ensayo.

Portada del ensayo.DL

«Cuando leí Los que se fueron me pareció una crónica del destierro que sufrieron los perdedores de la Guerra Civil. Es como un episodio nacional del exilio», cuenta el autor. Y sobre Víspera del odio destaca que no solo es la historia de un odio familiar, sino de los odios que suscitó la contienda civil.

«En la literatura infantil sí tiene buena consideración, por sus libros Los días de Lina y El jardín de las siete puertas . Han tenido muchas ediciones», argumenta Martínez.

«Ser mujer en la posguerra no era tan fácil», recuerda el escritor. «Mulder, Formica, Elena Quiroga y Dolores Medio fueron olvidadas, pero Castroviejo sufrió especialmente, porque estar diez años fuera es también un olvido vital. Cuando vuelve les cuesta entrar en el ámbito literario». En su momento, Los que se fueron no tuvo apenas crítica. Solo dos reseñas, una de ellas del escritor leonés Lepoldo Panero, que en aquel momento —como destaca Martínez— «representaba mucho». Así que tras el escaso eco de su ópera prima en la narrativa, cuando Castroviejo publica Víspera del odio, para la gran mayoría era la novela de una escritora desconocida.

Una historia brutal

Hace dos años la editorial Renacimiento reeditó esta obra, que cuenta la historia de Teresa Nava, la crónica de la violencia que marcó un tiempo y de la lucha a contracorriente de una mujer sometida y ninguneada, que lo perdió todo y del odio profundo e insaciable que se generó en ella. En aquel momento, el escritor Juan Bonilla afirmó: «Resulta inaudito que una novela como esta, publicada en los años cincuenta, no sea lectura indispensable como retrato de la época. Es un dispendio que la literatura española no puede permitirse. Y más allá de su condición de documento, es una de las historias de amor y venganza más brutales que uno haya leído».

«En la literatura infantil, sin embargo, sí aparece entre las grandes escritoras. Algunos cuentos sí tuvieron resonancia».

Al lado de Delibes o Cela, los dos grandes autores de la posguerra, incluso escritoras como Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite eran ‘secundarias’. «Por eso se celebran congresos sobre escritoras, de lo contrario, no haría falta», dice Martínez. «Se hacen para recuperar esa parte olvidada de la literatura. Las cosas están cambiando. La sociedad intenta igualar hombres y mujeres también en la literatura. Hay obras muy valiosas en la posguerra que necesitan una reedición».

Castroviejo ejerció la crítica literaria en publicaciones como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Blanco y Negro, Revista de Occidente e Informaciones . Llegó a tener una columna fija y fue finalista del Premio Nadal. Es curioso que no se sepa con certeza la fecha de su nacimiento en Santiago de Compostela y aparezcan, indistintamente, los años 1910 y 1915. Estudió Filosofía y Letras en Santiago, donde frecuentará círculos republicanos y conocerá al que será su marido, Joaquín Seijo, y Literatura Francesa en la Universidad de Burdeos. Aunque vivió exiliada en México entre 1939 y 1949, toda su obra narrativa fue publicada en España. Además de sus títulos infantiles, se publicó un libro póstumo, En las praderas del Gran Manitú, calificado como «ameno tratado de etología intuitiva, con su pizca de poética emoción».

«Mulder, Formica, Elena Quiroga y Dolores Medio fueron olvidadas, pero Castroviejo sufrió un olvido vital»

Concha Castroviejo (segunda por la izquierda) con su padre y sus hermanos. Debajo, José Enrique y Clara Isabel Martínez y la portada de su ensayo.

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