Reportaje
Los últimos días de Francisco de Quevedo
Legado Gráfico recoge en ‘Testamento de Quevedo’ los años finales del autor, vinculados a su paso por León
Francisco Gómez de Quevedo Villegas sufrió prisión en San Marcos en León. Fue arrestado en Madrid el 7 de diciembre de 1639. Salió a los cuatro años. Murió en 1645.
Francisco de Quevedo enviaba cartas desde el convento de San Marcos de León, donde sufrió una durísima prisión entre 1639 y 1643. Dos años después murió. Fueron años en los que el deterioro de la salud del escritor se aceleró. Que todo eso ocurrió lo testifican las cartas, de las que también se tiene constancia de determinadas peripecias. Y como conclusión de esa historia que conecta Quevedo con León se encuentra el Testamento de Quevedo. Una de las ediciones más valiosas al respecto, que rescata material no pulbicado y que corre a cargo de Legado Gráfico.
La figura de Quevedo como autor señero de las letras españolas aún se estudia, o es materia de ello. Acepta, no obstante, la frivolidad de que el frenético mundo digital una búsqueda en bruto tenga por delante a un cantante. Pero eso no deja de ser parte de la deriva actual y no merece nada más que el capítulo invencible de lo anecdótico. Fue poeta y escribió, por ejemplo, sus famosos entremeses, que denotan su capacidad para abarcar géneros llegando a lo popular. Historia de la vida del Buscón (1603), Los Sueños (1605-1622), Política de Dios, gobierno de Cristo, tiranía de Satanás (1626), La cuna y la sepultura (1635) o Marco Bruto (1646) son obras destacadas. Y luego está su capacidad como personaje histórico. Por eso, hasta el final, con este Testamento de Quevedo se llega a una panorámica de vida y tiempo que tiene ese capítulo anterior al final con León y la prisión de San Marcos como escenario. Es decir, que sus datos biográficos, esto es que Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro que vivió en León el drama de la prisión. Este testamento es una edición príncipe facsimilar del propio documento, sacado a la luz por primera vez a cargo de Legado Gráfico y gracias a la inestimable colaboración de la Fundación Francisco de Quevedo. Los datos técnicos son sinónimo de lo que se pretende con esta publicación, puesto que viene presentado en una caja de terciopelo negro con una estampación de la Cruz de Santiago en la portada. El cofre alberga tanto el facsímil del segundo y definitivo testamento de Quevedo como el libro de estudio de éste. Dicho libro se estructura en 4 partes: Transcripción del testamento. Prólogo a cargo de D. José Luis Rivas, presidente de la Fundación Francisco de Quevedo. Estudio quevedista a cargo del pintor y escritor D. Antonio Fernandez Heliodoro acompañando de las 9 musas de Quevedo. Una fotografía del artista J. Moreno firmada y numerada, con el tintero usado por el magnífico literato. La obra tiene unas dimensiones de 310 x 215, ha sido impresa en el mes de Julio de 2013 por artes gráficas Palermo y tiene una tirada certificada y limitada de 150 ejemplares numerados de 1/150 a 150/150.
«Su encarcelamiento en San Marcos, fue determinante pues, salió enfermo y muy debilitado, situación que le llevó a su fallecimiento a los pocos años», indica Raúl Ventoso, representante de Legado Gráfico, y que junto a Ramón Martínez, impulsor de esta peculiar y cuidadosa editorial, transmiten la importancia de darle este valor a la literatura fundamental de España.
De hecho, Ventoso hace un relato clarividente al respecto, poniendo la fecha de 7 de diciembre de 1939, a los 61 años de edad, cuando los aguaciles de la corte, detuvieron a Quevedo para llevarle al Convento Real de San Marcos en León. El autor se encontraba en ese momento en el Palacio del Duque de Medinaceli en Madrid. Se apunta al respecto: «Cincuenta y cinco leguas a pelo, sin ropa, sin dinero y sin nada», en palabras de Quevedo. «Se barajan tres causas de su detención: realizar una sátira al Conde Duque de Olivares, oponerse a que Santa Teresa de Jesús fuera patrona de España en favor de Santiago Apóstol o la denuncia del Duque del Infantado, quién lo acusó de espionaje en favor de los franceses», indica Raúl Ventoso. Durante su cautiverio pasó por diferentes fases de comodidades carcelarias. En una primera estancia, aunque no era precisamente una sala palaciega, sí le permitió tener unas calidades de salubridad y comodidad aceptables, pero días después, los carcelarios le hicieron saborear las duras condiciones de San Marcos, aun siendo un lugar perteneciente a la orden militar de Santiago, a la cual pertenecía. Fue llevado a un lugar mucho más pequeño, sin apenas luz ni brisa y donde la humedad del río Bernesga y el clima frio de León, hicieron mella en la salud de Quevedo.
Acerca de estas ubicaciones, también señalan que «se barajan tres posibles ubicaciones, en la cuales pudo estar encarcelado. En el sótano de la torre oeste de la fachada, la que se encuentra más cerca del río, (aunque no puede ser esta pues fue construida posteriormente), el Sótano de la Torre del Reloj, o el trascoro, en la zona este del complejo. Tras suplicas de Quevedo al obispo de León, hicieron mejorar sus condiciones carcelarias, así a partir de octubre de 1641, se le acopló en una celda con catre, mesa, silla, libros y la presencia de un mayordomo durante noche y día. Ya en 1642, tras varias cartas enviadas al Conde Duque de Olivares y a Felipe IV, las condiciones mejorarían aún más, pudiendo transitar por diferentes dependencias del convento e incluso recibir visitas. En 1643, Quevedo es excarcelado, aunque enfermo y viejo, se traslada a Torre de Juan Abad (su señorío en Ciudad Real) para morir finalmente en el pueblo vecino de Villanueva de los Infantes. (Ciudad Real). La estancia preso en el Convento de San Marcos, le produjo un grandísimo deterioro en su salud. El frio y la humedad del lugar, sumando la ausencia de condiciones higiénicas y habitabilidad de la celda, le hicieron sufrir heridas, fiebres, ceguera, problemas pulmonares y una disentería crónica, la cual no pudo superar, falleciendo así el 8 de septiembre de 1645.
Acerca de legado gráfico
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