Diario de León

MANEL LOUREIRO escritor

«La suerte es real»

El escritor Manel Loureiro, ganador del Premio Fernando Lara 2024 por su novela 'Cuando la tormenta pase', ha asegurado que

El escritor Manel Loureiro, ganador del Premio Fernando Lara 2024 por su novela 'Cuando la tormenta pase', ha asegurado que "la suerte existe y es real, pero somos dueños y esclavos de nuestros propios actos" en una entrevista con EFE . EFE/ Javier Cebollada

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El escritor Manel Loureiro, ganador del Premio Fernando Lara 2024 por su novela Cuando la tormenta pase , asegura que «la suerte existe y es real, pero somos dueños y esclavos de nuestros propios actos». El novelista (Pontevedra, 1975) afirma que «las pulsiones humanas son las mismas ahora que hace 2.000 años y dentro de 10.000». Con este thriller , Loureiro se traslada a la isla de Ons para hablar de temas como las tradiciones y los enfrentamientos rurales y que los protagonistas estuvieran «atrapados en un sitio del que no pudiesen salir», ya que este rincón de Galicia está «prácticamente incomunicado con el resto del mundo en invierno» y «aunque es desconocido para el gran público tiene un potencial enorme».

—¿De dónde nace esta novela?

—Desde hacía tiempo me rondaba la idea de escribir un thriller con todos los elementos del género, pero que, al mismo tiempo, tuviera algo diferente. Los protagonistas de la historia debían estar atrapados en un sitio del que no pudiesen salir. Es entonces cuando me tropiezo la isla de Ons y me doy cuenta de que es el lugar perfecto para contar una historia de estas características. Es una isla que es muy turística en verano, pero en invierno está prácticamente incomunicada con el resto del mundo porque el servicio de ferry se interrumpe y los temporales hacen que sea imposible atracar. Este lugar me permitía hacer un thriller con enfrentamientos rurales, narcotráfico, folclore y las tradiciones gallegas

—¿Por qué cree que todos los misterios que se plantean en una novela deben tener respuesta?

—En un libro tú lo que haces es una serie de promesas implícitas a los lectores y planteas desafíos para que ellos se maravillen y traten de resolverlo. En algún momento debe aparecer la respuesta porque, si tú planteas un enigma y no la das, lo que estás haciendo es frustrar sus expectativas. Tienes que hacer que todos los elementos que intervienen en una historia estén hilados y justificados y tengan un significado. Es bueno conseguir que el lector tenga esa sensación de asistir a un misterio que ha acabado resolviendo y que no le ha dejado la sensación de no haber entendido algo en concreto de la historia.

—¿Cómo ha sido abrir la ventana de esta pequeña isla al mundo entero?

—Es un lugar desconocido para el gran público, pero, al mismo tiempo, tiene un potencial enorme. Me fascinan las historias que tienen raíces en lo rural, en un mundo que poco a poco desaparece y muere. Creo que son escenarios muy potentes porque nos conectan con algo muy primario y humanístico. La diferencia a la hora de ver el mundo está en cómo vivimos. Los que estamos en ciudades tenemos un ritmo más acelerado y más pragmático, mientras que en lo rural, por regla general, su modo de vida es más pausado y tienen otra perspectiva. Ese choque siempre me ha llamado la atención. Al final, la literatura es contar conflictos.

—El protagonista busca paz e inspiración para su siguiente novela. ¿Cómo de importante es encontrar ese lugar y descanso?

—Es curioso porque, cuando estaba haciendo el trabajo de documentación de la novela, me fui allí y la isla estaba prácticamente vacía. Una de las lecciones más valiosas que aprendí, además de todo lo que saqué de ambientación, es que hay que tener cuidado cuando decimos que ojalá nos pudiéramos ir a una isla desierta porque allí la soledad puede pesar mucho. Estaba allí y podía estar un día entero sin cruzarme con nadie. Es algo muy desasosegante, el caminar durante horas y no ver a nadie. También es verdad que me di cuenta de que su ritmo de vida era más tranquilo y, cuando me adapté a ese ritmo, ya me tocaba volver a tierra firme. Es entonces cuando me dio la sensación de que todo el mundo iba acelerado.

—¿Este fenómeno atmosférico juega de metáfora para aquello que llega de repente y te cambia los planes?

—La metáfora de la tormenta es obvia, pero, además, coinciden dos tormentas. Por un lado está la meteorológica, que envuelve a los protagonistas desde el principio, y la tormenta de acontecimientos que se van a desarrollar desde que el protagonista ponga un pie en la isla. Esa sucesión de cosas que lo arrastran en la aventura sigue el ritmo de la tormenta. A medida que la tormenta va aumentando de intensidad, también aumenta lo que sucede.

—Un golpe del destino le cambia el rumbo al protagonista. ¿Está todo escrito?

—No tengo ni idea de si nuestro destino está escrito en las estrellas. Yo creo que la suerte existe y es real, pero somos dueños y esclavos de nuestros propios actos. Nuestras acciones nos llevan a obtener cosas.

—Este libro habla de rencor o del odio, entre otros. ¿Es el ser humano capaz de convivir sin todo ello?

—Es parte de nuestra naturaleza. Las pulsiones humanas son las mismas ahora, hace 2.000 años, hace 10.000 años y dentro de 10.000 años. Los humanos somos lo que somos: amor, odio, venganza, redención, lujuria, deseo, ambición... Las pulsiones, nuestros deseos más profundos y nuestra manera de entender el mundo nos hace ser lo que somos. Y las historias que contamos son un reflejo de lo que somos.

—¿Le gustaría que pasara a la pantalla?

—Contar la historia en otro formato siempre es maravilloso, pero todavía estoy inmerso en los procesos de adaptación de otras obras. Algunas se estrenan este año y me encantaría que ‘Cuando la tormenta pase’ acabe siendo una de ellas. Ya veremos, pero esperemos que sí.

«Me fascinan las hitorias que tienen raíces en lo rural, en un mundo que poco a poco desaparece y muere»

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