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El hombre que susurró a Tarradellas
El cineasta y exsenador Pere Portabella, hombre clave de la cultura española, publica sus escritos sobre arte y cine, bajo el título ‘Impugnar las normas’.
ue inquieto, culto y seductor. Pere Portabella (Figueres, 1929), director experimental y aguerrido, hombre de profunda vocación política, miembro de la gauche divine y coleccionista de arte, acaba de recibir el homenaje de la Fundación Alternativas, de la que sigue siendo presidente de honor a sus 97 años. La entidad le ha dedicado un coloquio con motivo de la publicación de su libro Impugnar las normas (Galaxia Gutenberg), cuya edición corre a cargo de Esteve Riambau.
El grueso volumen recoge sus intervenciones durante 60 años en los campos del arte, el cine y la política, escritos en los que a veces refuta preceptos sociales y estéticos tenidos por válidos e incuestionables. Productor de tres películas históricas como fueron Los golfos, de Carlos Saura; El cochecito, de Marco Ferreri; y, sobre todo, Viridiana, de Luis Buñuel, que acabó siendo prohibida en España. Pere Portabella desarrolló en paralelo al cine una intensa actividad política. Primero como militante del PSUC durante la dictadura, faceta que en 1973 le llevó a la cárcel, y luego, durante la Transición, como senador del PSC en la legislatura constituyente, además de diputado en el Parlament de Cataluña. «Con la instauración de la democracia, Portabella se centra en desarrollar su amplia experiencia política en las nuevas plataformas legales», apunta Riambau. Entre sus obsesiones de aquella época, figuraban la memoria histórica, «la reparación de los agravios cometidos tras la Guerra Civil española y las relaciones entre la Iglesia y el Estado», escribe Riambau.
Acompañó a Josep Tarradellas en su vuelta del exilio en 1977 para asumir el cargo de presidente de la Generalitat de Cataluña. Como hombre de cine, hizo del regreso de Tarradellas toda una puesta en escena. Fue él quien eligió un estrafalario coche descapotable azul eléctrico para trasladarle y quien ordenó iluminar la plaza de Sant Jaume con luces blancas para nimbar al presidente de un aura de mesías que vuelve a la tierra prometida. «¿Donde se ha visto a un mandatario que regresa del exilio después de 40 años montado en un descapotable azul eléctrico? Desde el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, no había nada más inseguro. Pero Portabella quería dotarle de una imagen de cercanía. Cuando Tarradellas se asomó al balcón, le preguntó a Portabella: ‘¿Qué digo?’; y este le murmuró: ‘Ciutadans de Catalunya: ja sóc aquí!’. Una frase republicana, perfecta», apostilla Riambau.
Diego López Garrido, director de la Fundación Alternativas, quedó deslumbrado cuando vio por primera vez Viridiana , ejemplo de que se podía hacer un cine de resistencia contra el franquismo. «Viajando por Soria me encontré con un vino que se llamaba Viridiana. Compré dos botellas, se las mandé a Portabella y le hizo muchísima ilusión», cuenta López Garrido como anécdota.
Pere Portabella, como productor de la cinta de Buñuel a través de Films 59, se valió de ardides sagaces para colar al régimen escenas impensables en una España de rosario y nacional-catolicismo a machamartillo. Antes de su estreno, la película estuvo sujeta a un sinfín de vicisitudes. Buñuel y el productor se encargaron de salvar todos los escollos. El negativo ya montado y las bandas sonoras salieron clandestinamente de España y se guardaron celosamente en laboratorios de París. El equipo esgrimió la excusa de que había que terminar las mezclas y la sonorización en la ciudad francesa porque así lo deseaba el director. Cuando la película fue galardonada con la Palma de Oro en Cannes, se decidió que fuera el director general de Cine, un hombre de la España oficial, el que recibiera el premio, un tipo que aceptó el encargo con muchas dudas, pero al final le venció la pura vanidad.
Aún el l’Osservatores Romano , el periódico del Vaticano, no había publicado el editorial en el que condenaba la película y excomulgaba a sus autores. A su regreso a Madrid, el oscuro cargo de la burocracia franquista a quien se le había hecho entrega del premio fue destituido de manera fulminante.