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Leoneses con vidas de novela

Pioneras del cine y la aviación, espías y revolucionarios leoneses, junto a la imprescindible saga Panero, llevaron vidas novelescas, historias que dieron lugar a jugosas biografías y también fueron llevadas a la gran pantalla. Personajes que se forjaron una leyenda.,De Durruti a Lorenzo San Miguel, Leocadia cantalapiedra o África llamas.

África Llamas de Rada, pionera leonesa de la aviación.ARCHIVO

Publicado por
Verónica Viñas
León

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Sus vidas fueron tan fascinantes que inspiraron libros y, en algunos casos, películas. Son leoneses de leyenda.

Mario Arnold, nacido en 1904 en el seno de una familia de comerciantes originarios de Palanquinos, es, sin duda, el más genial de los bohemios leoneses. Quizá porque su vanidad pretenciosa le arrojó a una vida de película. Su padre se suicidó pocos años después de haber sido estafado al vender su tienda de ultramarinos con la intención de emigrar a Argentina. Es difícil discernir en la biografía de este escritor de poca monta la realidad de la leyenda —que él mismo construyó—. La prematura alopecia le impidió ser galán de cine, aunque se codeó con algunas de las estrellas más rutilantes del momento, como Conchita Montenegro, la primera española que triunfó en Hollywood y el gran amor del actor Leslie Howard.

Sus primeros novelones fueron un absoluto fracaso. Harto de sudar Gotas de hiel —título de una de sus primeras obras en prosa— y tras un noviazgo fallido con la deportista y poeta Ana María Martínez Sagi, puso rumbo a Venezuela. Volverían a encontrarse, curiosamente, como corresponsales de guerra; él en la división de Líster; ella, en la columna de Durruti. Entre 1931 y 1937 Arnold escribió crónicas desde el frente de batalla para El Liberal y El Heraldo .

Algunos cineastas leoneses han llevado una vida de novela. Es el caso de José María Gutiérrez González, que rodó para la Paramount la adaptación al cine de la novela de Mario Vargas Llosa Pantaleón y las visitadoras. Fue discípulo de Buñuel, amigo de Picasso y dirigió a Catherine Deneuve. Había nacido en Valencia de Don Juan en 1933. El premio Nobel peruano, a quien Gutiérrez conoció en sus primeros años en París, escribió del cineasta leonés: «Era generoso, limpio de espíritu, noble, terco, leal y de una franqueza que se parecía a la brutalidad». Entre las cintas más conocidos del realizador leonés hay que destacar Scherezade y, sobre todo, ¡Arriba Hazaña! (1978), protagonizada Fernando Fernán Gómez, Héctor Alterio y José Sacristán.

Dos pioneras del cine

La leonesa África Llamas de Rada protagonizó el clásico del cine mudo Los vencedores de la muerte junto a Juan de Orduña, uno de los galanes de la época. Por este papel cobró 500 pesetas, una auténtica fortuna para 1926. Los críticos compararon su misteriosa mirada con la de la diva Greta Garbo. Pese a que solo hizo una película, tuvo una vida de cine. Mintió sobre su edad para convertirse, en 1932, en la segunda española en obtener el título de piloto aviador. África Llamas, la menor de diez hermanos, hija de un acomodado abogado que rechazó el cargo de ministro, era una rebelde en un país donde sólo el 14 por ciento de las mujeres trabajaban fuera de casa. También Margarita Alexandre fue una adelantada para el León de los años 20. Hija de un ingeniero francés de la Compañía Minera Anglo-Hispana de Matallana de Torío, llevó, al igual que África Llamas, una vida de cine. Protagonista de títulos como Tierra y cielo y Barco sin rumbo, en los 50 abandonó la interpretación para convertirse en guionista, productora y directora de cine. Alexandre fue una de las primeras mujeres que estudió en los años 40 en la recién creada Escuela Oficial de Cinematografía y una de las pioneras en ponerse detrás de una cámara.

Ni su físico ni su mentalidad de mujer independiente y de izquierdas encajaban en los cánones de la época. Su cinta La gata (1955), protagonizada por Aurora Bautista y Jorge Mistral, estrenó en España el Cinemascope y el Eastmancolor. Se casó con el conde de Villamonte, que produjo su película  Cristo, un filme que sedujo al dictador Franco, al que la leonesa rechazó su invitación de acudir al Pardo. Margarita Alexandre se puso el mundo por montera y unió su vida y su trabajo a Rafael Torrecilla. En 1959 asistió en Cuba al triunfo de los castristas vestida de miliciana.

La vida de Rosita Lerma fue tan agitada como las de Margarita Alexandre y África Llamas. Nacida en Santa María del Páramo en 1937, fue actriz, doble de estrellas como Brigitte Bardot y Claudia Cardinale y rejoneadora. Tuvo un final trágico. Pedía en la calle y estaba alcoholizada cuando una fatídica caída en las escaleras del metro de Madrid acabó con su vida en 1990. Nadie reclamó su cuerpo, lo que despertó la atención de un equipo de TVE. El programa En portada dedicó a su historia el documental El caso 112, premiado con un Ondas y nominado a los Emmy.

Una patafísica leonesa

Leocadia Cantalapiedra se reinventó a sí misma para llevar adelante su determinación de hacer cine. Primero adoptó como solución disfrazarse de hombre, fue así como se convirtió en Nico. Mas tarde, en el París de las vanguardias se transformó en Zoe. Con ambas identidades, Cantalapiedra formó parte del Colegio de Patafísicos de París, cuyo emblema era una espiral. Una institución cuyo propósito era ridiculizar a las pomposas academias mediante estudios sobre ciencias inventadas e inútiles, homenajeando así a Alfred Jarry, precursor del surrealismo y otros movimientos de vanguardia.

Nuestra Natacha, Tu eres mi marido, Un hombre de la calle y Sinfonía de una vida son algunos de los títulos que hicieron famosa a la actriz Blanca Negri. Nacida en 1909 en Villafranca del Bierzo enloqueció de amor al cantante Carlos Gardel. Poco después iniciaría un romance con el anarquista y revolucionario leonés Buenaventura Durruti. El héroe leonés nació el 14 de julio de 1896 en León, en el seno de una familia humilde. En una ciudad azotada por la miseria y el paro, Buenaventura Durruti ingresó muy temprano en los Ferrocarriles, al tiempo que se afiliaba primero a UGT y más tarde a la CNT. Su nombre saltó a los periódicos con motivo del asalto al Banco de España en Gijón, con un botín de 675.000 pesetas; un atraco para financiar la causa revolucionaria. Durruti huyó entonces a Francia y regresaría en 1920. Con varios grupos —Los Justicieros, Crisol y Los Solidarios— llevará a cabo varios planes insurreccionales, siempre bajo los ideales anarquistas y de defensa del proletariado. A León vuelve en 1931 al entierro de su padre. Un año después era encarcelado y deportado a Canarias y el Sáhara, pero la presión popular consiguió su liberación a los pocos meses. En octubre de 1934 Durruti se suma a la revuelta de Asturias, catorce días de heroica y desigual batalla de los trabajadores contra el Ejército. En 1935, tras un multitudinario mitin en León, es arrestado por la Guardia Civil. Entre sus peripecias, su intento de matar a Alfonso XIII en París. En 1936, la legendaria columna Durruti, formada por 8.000 hombres y con el líder leonés al frente, marchó desde Aragón para defender Madrid. En la capital de España encontró Durruti la muerte. Falleció el 20 de noviembre de aquel año, tras doce horas de agonía. Su muerte sigue siendo un enigma, porque nunca llegó a esclarecerse. Durruti falleció por un disparo, tal vez accidental, de su propia pistola o, según otras versiones, fue ejecutado por el sargento Manzana, campeón de tiro olímpico con pistola.

Un espía entre nosotros

Otro personaje novelesco es el berciano Lorenzo San Miguel. Hijo de un ferroviario que residió algún tiempo en México, tejió una red de colaboradores leoneses con los servicios secretos británicos que, entre otras misiones, llevó a cabo la voladura de las dos bases de submarinos alemanes en Vigo y Ferrol, cuyo objetivo era cortar el suministro a los barcos aliados y aislar a los ingleses. Este acontecimiento fue clave para el desembarco de Normandía. «La explosión fue tan potente que se escuchó en Lugo, pero no salió en la prensa de la época», según el guardia civil leonés José Antonio Landera, que junto al también agente de la benemérita y periodista de investigación José Luis Cervero, es autor del libro  Espionaje en España durante la Segunda Guerra Mundial.El tercer ruido.

Al escritor norteamericano Aaron Shulman le fascinó la película El desencanto, de Jaime Chávarri, en la que los hijos del escritor Lepoldo Panero ajustan cuentas con sus padres. Así nació The Age of Disenchantments (La edad de los desencantos). «No hay un Panero que me fascine más que los otros. Cada uno es un mundo propio, con sus defectos y fortalezas, sus mentiras y verdades, sus esperanzas y decepciones y sus elecciones literarias y vitales», aseguró a este periódico. Los Panero han protagonizado numerosos libros.